1. INTRODUCCIÓN: LA ENFERMEDAD Y LA SALUD EN LA HISTORIA DE LA REDENCIÓN.
Debemos
primero recordar que la enfermedad fisica fue un resultado de la caída de Adán,
y los males y la enfermedad son simplemente parte de las consecuencias de la
maldición tras la caída, y conducirá eventualmente a la muerte fisica. Sin
embargo, Cristo nos redimió de esa maldición cuando murió en la cruz:
«Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores ...
y gracias a sus heridas fuimos sanados (Is 53: 4-5).
Este
pasaje alude tanto a la sanidad fisica como espiritual que Cristo compró para
nosotros, pues Pedro lo cita al referirse a nuestra salvación: «El mismo, en su
cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos
para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados (1 P 2:24).
Pero
Mateo cita el mismo pasaje de Isaías en referencia a las curaciones físicas que
Jesús realizó: «y con una sola palabra expulsó a los espíritus, y sanó a todos
los enfermos. Esto sucedió para que se cumpliera 10 dicho por el profeta
Isaías: 'Él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores'» (Mt 8:
16-17).
Probablemente
todos los cristianos estarían de acuerdo con que en la expiación Cristo ha
comprado para nosotros no solo completa libertad del pecado sino completa
libertad de nuestras debilidades y dolores en su obra de redención (vea el
capítulo 42 sobre la glorificación). Y todos los cristianos tampoco dejarían de
estar de acuerdo en que nuestra plena y completa posesión de todos los
beneficios que Cristo ganó para nosotros no vendrán hasta su regreso: solo
«cuando el venga» (1ª Co 15: 23) es que recibiremos nuestros cuerpos
resucitados perfectos.
Así es
con la sanidad fisica y la redención de las enfermedades físicas que resultaron
de la maldición de Génesis 3: nuestra completa posesión de la redención de las
enfermedades físicas no será nuestra hasta que Cristo regrese y recibamos
cuerpos resucitados.
Para
la cuestión que enfrentamos con respecto al don de sanidad es si Dios nos
concederá de vez en cuando un adelanto o un anticipo de la sanidad fisica que
en el futuro nos otorgará a plenitud.26 Los milagros de sanidad de Jesús
ciertamente demuestran que en ocasiones Dios está dispuesto a conceder un
anticipo parcial de la salud perfecta que será nuestra por la eternidad.
Y el
ministerio de sanidad que se observa en la vida de los apóstoles y otros en la
iglesia primitiva también indica que esto fue parte del ministerio de la era
del nuevo pacto. Como tal, se ajusta al mayor patrón de bendiciones del nuevo
pacto, muchas de las cuales ofrecen anticipos parciales de las bendiciones que
nos pertenecerán cuando Cristo regrese. «Ya» poseemos algunas de las
bendiciones del reino, pero esas bendiciones «todavía» no son nuestras del
todo.
NOTA: Cuando las personas dicen que en (la
expiación, hay sanidad perfecta, la afirmación es verdadera en sentido amplio,
pero en realidad no nos dice nada sobre cuando recibiremos "completa
sanidad" (o cualquier parte de ella).
Para dos tratamientos muy útiles de este asunto, y
del don de sanar enfermos en general, vea John Wimber, con Kevin Springer,
Power Healing, y Ken Blue, Authority to Heal (lnter Varsity Press, Downers
Grave, m., 1987). Vea también la excelente discusión de Jack
Deere, Surprised by the Power ofthe Holy Spirit (Zondervan, Grand Rapids,
1993). Varias defensas académicas de un ministerio de sanidad hoy se encuentran
en Gaty Greig y Kevin Springer, eds., The Kingdom and the Power (Gospel Light,
Ventura, Calif., 1993).
2. EL PROPÓSITO DE LA SANIDAD.
Como con
otros dones espirituales, la sanidad tiene varios propósitos. Ciertamente
funciona como «señal» para confirmar el mensaje del evangelio, y mostrar que ha
llegado el reino de Dios. Entonces también la sanidad trae consuelo y salud a
aquellos que están enfermos, y con ello demuestra la misericordia como atributo
de Dios hacia aquellos que están en aflicción. Tercero, la sanidad prepara a
las personas para el servicio, al tiempo que remueve los impedimentos para el
ministerio. Cuarto, la sanidad provee la oportunidad para que Dios sea
glorificado cuando las personas ven pruebas físicas de su benevolencia, amor,
poder, sabiduría y presencia.
3. ¿QUÉ ACERCA DEL USO DE LA MEDICINA?
¿Cuál
es la relación entre orar por sanidad y el uso de la medicina y las habilidades
de un médico? Ciertamente debemos utilizar la medicina si está disponible
porque Dios también creó sustancias en la tierra que se pueden convertir en
medicina con propiedades curativas.
De esa
manera, las medicinas deben ser consideradas parte del conjunto de la creación,
el cual estimó Dios que era «muy bueno» (Gn 1:31). Debemos usar de buen grado
la medicina con gratitud hacia el Señor, pues: «Del Señor es la tierra y todo
cuanto en ella hay» (Sal 24: 1).
De
hecho, cuando hay medicina disponible y rehusamos utilizarla (en casos que nos
pondrían a nosotros o a otros en peligro), entonces parece como si estuviéramos
poniendo a prueba al Señor nuestro Dios (Lc 4: 12): esto es similar al caso de
Satanás tentando a Jesús a que se tirara del templo en lugar de bajar por las
escaleras.
Cuando
hay medios ordinarios para bajar del templo (las escaleras), es «poner a
prueba» a Dios tirarse y así demandar que realice un milagro en ese preciso
momento. Rehusar el uso de una medicina efectiva, insistiendo en que Dios lleve
a cabo un milagro de sanidad en lugar de una cura a través de la medicina, es
muy similar a esto.
Por
supuesto, es equivocado confiarse en doctores o en medicina en lugar de confiar
en el Señor, un error que trágicamente cometió el rey Asa:
En El Año Treinta Y Nueve De Su Reinado, Asa Enfermó Gravemente De Los
Pies, Y En Su Enfermedad No Buscó A Jehová, Sino Alas Médicos. Y Durmió Asa Con
Sus Padres, Y Murió En El Año Cuarenta Y Uno De Su Reinado (2ª Cr 16: 12-13).
Pero
si se utiliza la medicina en conexión con la oración, entonces debemos esperar
que Dios bendiga y a menudo multiplique la efectividad de la medicina.
Aun
cuando Isaías había recibido una promesa de sanidad del Señor para Ezequías, le
dijo a los criados de este que trajeran una gran pasta de higos y la aplicaran
(como un remedio) a una llaga de la que Ezequías padecía: «E Isaías dijo
'Preparen una pasta de higos'. Así 10 hicieron; luego se la aplicaron al rey en
la llaga, y se recuperó» (2ª R 20: 7).
No
obstante, a veces no hay una medicina apropiada disponible, o la medicina no
trabaja. Ciertamente debemos recordar que Dios puede curar cuando los doctores
y las medicinas no pueden (y debe asombramos con qué frecuencia los doctores no
pueden curar, aun en los países más avanzados en el terreno de la medicina).
Por
otra parte, puede que haya momentos cuando una enfermedad no nos coloca a
nosotros o a otros en un peligro inmediato, y decidimos pedir a Dios que cure
nuestra enfermedad sin el uso de la medicina, simplemente porque anhelamos otra
oportunidad de ejercitar nuestra fe y darle a él gloria, y quizá porque
deseamos obviar el gasto de tiempo y dinero utilizando medios médicos, o
queremos evitar los efectos secundarios que tienen algunas medicinas.
En
todos estos casos, es simplemente una cuestión de gusto personal y no parece
ser un «poner a prueba» a Dios. (Sin embargo, la decisión de no utilizar
medicinas en estos casos debe ser una decisión personal y no una impuesta por
otros).
Vemos
a Jesús sanando abiertamente donde los medios médicos han fallado, cuando «una
mujer que hacía doce años padecía de hemorragias, sin que nadie pudiera
curarla. Ella se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, y al
instante cesó su hemorragia» (Lc 8:43-44). Sin duda había mucha gente privada
de la ayuda de médicos que venían dondequiera que Jesús enseñaba y sanaba, pero
leemos que «todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a
él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba» (Lc 4: 40).
No había enfermedad que Jesús no fuera capaz de sanar.
NOTA: Note la recomendación de Pablo para el uso
del vino con propósitos medicinales en 1ª Ti 5: 23: «No sigas bebiendo sólo
agua; toma también un poco de vino a causa de tu mal de estómago y tus
frecuentes enfermedades»,
4. ,MUESTRA EL NUEVO TESTAMENTO MÉTODOS COMUNES UTILIZADOS EN LAS
CURACIONES?
Los
métodos utilizados por Jesús y los discípulos para traer sanidad varían de caso
en caso, pero la mayoría de las veces incluían la imposición de manos. En el
versículo acabado de citar, sin duda Jesús pudo haber pronunciado una poderoso
mandato y curado a todos en una gran multitud al instante, pero en su lugar,
«él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó» (Lc 4: 40).
La
imposición de manos parece haber sido el método principal utilizado por Jesús
para sanar, porque cuando se acercaban las personas y le solicitaban sanidad no
pedían simplemente oraciones sino decían, por ejemplo: «Ven y pon tu mano sobre
ella, y vivirá». (Mt 9:18).
Otro
símbolo fisico del poder del Espíritu Santo que viene a sanar era el ungimiento
con aceite. Los discípulos de Jesús «sanaban a muchos enfermos, ungiéndolos con
aceite» Y Santiago instruye a los ancianos de la iglesia para que ungieran al
enfermo con aceite cuando oraran: «¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar
a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en
nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y
si ha pecado, su pecado se le perdonará» (Stg 5: 14-15).
El Nuevo
Testamento a menudo enfatiza el papel de la fe en el proceso de sanidad-
algunas veces la fe de una persona enferma (Lc 8: 48; 17:19), pero en otros
momentos es la fe de otros la que trae sanidad al enfermo. En Santiago 5: 15
son los ancianos los que oran, y Santiago dice que es «la oración de fe» la que
salva al enfermo ella debe ser la fe de los ancianos que oran," no la fe
del que está enfermo.
Cuando
los cuatro hombres hicieron descender un paralítico a través de una abertura en
el techo donde Jesús predicaba, leemos: «Al ver Jesús la fe de ellos»(Mr 2: 5).
En otros momentos Jesús menciona la fe de la mujer cananea respecto a la
curación de su hija Mt 15: 28), o del centurión por la curación de su criado Mt
8: 10, 13).32
NOTA: Vea también Lc 5:13; 13:13: Hch 28:8; también
Marcos 6:2, y varios otros versículos en los evangelios que mencionan la
imposición de manos. Sin embargo, Jesús no sanó siempre de esta manera.
El ungimiento con aceite en Santiago 5: 14 debe ser
entendido como un símbolo del poder de! Espíritu Santo, no simplemente como
algo medicinal, pues no sería apropiado utilizar e! aceite como una medicina
para todas las enfermedades. Por otra parte, si su uso fuera solo medicinal, es
dificil vislumbrar por qué los ancianos debían aplicarlo.
El aceite frecuentemente es un símbolo del Espíritu
Santo en e! Antiguo Testamento (vea Éx 29:7; 1 S 16: 13; Sal 45: 7), y aquí
parece ser también e! caso (Vea la extensa discusión de Douglas J. Moa, The
Setterof James, pp. 177-81.)
5. ¿CÓMO ENTONCES DEBEMOS ORAR POR SANIDAD?
¿Cómo
entonces debemos orar en relación con las enfermedades físicas? Ciertamente es
correcto pedir sanidad a
Dios,
pues Jesús nos enseña que oremos: «Líbranos del maligno» (Mt 6;13), Y el
Apóstol Juan escribe a Gayo: «Oro para que te vaya bien en todos tus asuntos, y
goces de buena salud» (3 Jn 2), Por otro lado, Jesús sanó frecuentemente a
todos los que le traían, y nunca despidió a las personas, ¡diciéndoles que
sería recomendable que permanecieran enfermos durante más tiempo!
Además
de esto, cuando quiera que tomemos algún tipo de medicina o busquemos cualquier
ayuda médica para una enfermedad, por medio de estas acciones admitimos que
pensamos que es la voluntad de Dios que busquemos estar saludables. Si pensamos
que Dios quería que continuáramos enfermos, ¡nunca buscaríamos medios médicos
para curamos!
Así,
cuando oramos, parece correcto que nuestra primera presunción, a menos que
tengamos razones para pensar de otra manera, debe ser que a Dios le agradaría
sanar a la persona por la que oramos-en la medida que podemos enunciar de la
Escritura, esto es la voluntad revelada de Dios.
Ken
Blue tiene aquí una observación útil. Argumenta que si queremos comprender la
actitud de Dios hacia la sanidad fisica debemos observar la vida y el
ministerio de Jesús, Blue dice: «Si Jesús nos revela verdaderamente el carácter
de Dios, entonces debemos dejar de especular y discutir sobre la voluntad de
Dios en relación con la enfermedad y la sanidad. Jesús sanaba a las personas
porque las amaba.
Muy
simple, tenía compasión por ellas; estaba de su parte; quería resolver sus
problemas». Este es un argumento poderoso, especialmente cuando se conjuga con
la toma de conciencia de que Jesús vino a inaugurar la presencia del reino de
Dios entre nosotros y así mostramos a qué se parecería el reino de Dios.
¿Cómo
debemos entonces orar? Ciertamente está bien pedirle a Dios sanidad, y debemos
ir ante él con el simple pedido que dé sanidad física en momentos de necesidad.
Santiago nos advierte que una simple incredulidad puede conducir a abandonar la
oración ya dejar de recibir respuestas de Dios: «No tienen porque no piden»
(Stg 4: 2).
Pero
cuando oramos por sanidad debemos recordar que debemos orar para que Dios sea
glorificado en la situación, decida él sanar o no. Y también debemos orar
impulsados por la misma compasión del corazón que Jesús sintió por aquellos a
quienes sanó. Cuando oramos de esta manera, la voluntad de Dios concede a
veces-y quizá a menudo-respuestas a nuestras oraciones.
Alguien
puede objetar en este punto que, desde una perspectiva pastoral, se hace mucho
daño cuando se anima a las personas a creer que ocurrirá un milagro de sanidad
y entonces no sucede nada-desilusión con la iglesia y cólera hacia Dios puede
ser el resultado. Aquellos que oran a favor de la sanidad de las personas hoy
necesitan escuchar esta objeción y utilizar sabiduría en lo que le dicen a las
personas enfermas.
(1) Desistir de orar implorando sanidad no es la solución correcta, pues
ello supone desobediencia según Santiago 5.
(2) Decirle a la gente que Dios raramente sana hoy en día y que no deben
esperar que algo suceda tampoco es una solución correcta, porque ello no provee
una atmósfera que conduzca a la fe y es consistente con la norma que vemos en
el ministerio de Jesús y en la iglesia primitiva del Nuevo Testamento.
(3) Decirle a la gente que Dios siempre sana hoy en día si tenemos
suficiente fe es una enseñanza cruel que no encuentra sustento en la Escritura
(vea la sección 6 debajo). La solución pastoralmente sabia, parece que descansa
entre las anteriores (2) y
(4). Podemos decirle a las personas que Dios sana
frecuentemente hoy (si creemos que ello es cierto), y que es muy posible que
sean sanadas," pero que vivimos en una era en que el reino de Dios ya está
aquí pero aún no está aquí completamente.
Por lo
tanto, los cristianos en esta vida experimentarán sanidad (y muchas otras
respuestas a la oración), pero que también seguirán sufriendo enfermedades y
eventualmente la muerte. En cada caso individual es la soberana voluntad de
Dios la que decide el desenlace, y nuestro papel es simplemente pedirle y
esperar que él conteste (ya sea «sí» o «no» o «sigue orando y espera»).
Aquellos
con los «dones de sanidad» (una traducción literal del plural en 1ª Co 12: 9,
28) serán aquellas personas que descubren que les contestan sus oraciones por
sanidad con más frecuencia y más completamente que a otros.
Cuando
eso se hace evidente, una iglesia actuaría con sabiduría al alentarlos en este
ministerio y darles más oportunidades de orar por otros que están enfermos.
También deberíamos damos cuenta que los dones de sanidad pueden incluir un
ministerio no solo en términos de sanidad física, sino también en términos de
sanidad emocional.
Y en
ocasiones puede incluir la habilidad de liberar a las personas de ataques
demoníacos, porque a esto también se le llama a veces «sanidad» en las
Escrituras (vea Lc 6: 18; Hch 10: 38). Quizás los dones de ser capaces de orar
efectivamente en diferentes tipos de situaciones y por distintos tipos de
necesidades eran aquellos a los que Pablo se refería cuando utilizó la
expresión plural. (dones de sanidad).
35Aveces
Dios puede conceder una certeza de fe subjetiva, algo como lo que Santiago
llama la oración de fe» (Stg 5:15), y Hebreos 11: 1 llama ,da garantía de lo
que se espera», y Marcos 11:24 llama creer que .ya han recibido todo lo que
estén pidiendo en oración». En esos casos la persona que ora puede decir
confiada que es probable o aun posible que alguien será sanado.
Pero
no creo que Dios le dé garantías a nadie para que prometa o «garantice» sanidad
en esta era, pues su Palabra escrita no da tales garantías, y nuestro sentido
subjetivo de su voluntad está siempre sujeto a cierto grado de incertidumbre y
alguna medida de error en esta vida.
NOTA: Podemos preguntarnos por qué son los ancianos
los llamados a venir y orar para sanar enfermos en Santiago 5:14-15. Aunque
Santiago no lo explica, debe ser porque tenían responsabilidades de cuidado
pastoral, la madurez y sabiduría para el manejo del posible pecado implicado
(vea vv. 15-16), y cierta medida de autoridad espiritual que formaba parte de
su oficio. De desearlo, ellos ciertamente serían capaces de traer a otros con
dones de sanidad.
Además, Santiago amplía sus recomendaciones para
incluir a todos los cristianos en el v. 16: "Confiésense unos a otros sus
pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados».
Por contraste, podemos notar que los discípulos no
podían expulsar demonios; Jesús dice que ello se debía a que tenían muy «poca
fe» (Mt 17: 20).
Vea la discusión del capítulo 13, sobre la voluntad
secreta y revelada de Dios. Por supuesto comprendemos que la voluntad secreta
de Dios, desconocida para nosotros en los detalles especificas, es que todos no
seremos sanados, justo como su secreta voluntad es que no todos seremos
salvados. Pero en ambas situaciones debemos orar por lo que vemos en la
Escritura que es la voluntad revelada de Dios: salvar los pecadores y sanar
aquellos que están enfermos.
Authority to Heal, pp. 72, 78.
6. ¿PERO QUÉ SI DIOS NO SANA?
Aún
así, debemos damos cuenta que no todas las oraciones por sanidad serán
contestadas en esta era. A veces Dios no concederá la «fe» especial (Stg 5: 15)
de que tendrá lugar una sanidad, y a veces Dios decidirá no curar, debido a sus
propios propósitos soberanos.
En
estos casos debemos recordar que Romanos 8: 28 todavía es válido: aunque
experimentamos «sufrimientos en el tiempo presente» y aunque «gemimos
interiormente mientras aguardamos la redención de nuestro cuerpo» (Ro 8: 18,
23), no obstante, «sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de
quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Ro 8:
28). Esto incluye el obrar en nuestras circunstancias de sufrimiento y
enfermedad también.
Cualquier
cosa que fuera la «espina en el cuerpo» de Pablo (y siglos de trabajo de
intérpretes que creen en la Biblia no han ofrecido una respuesta definitiva),
este se dio cuenta que Dios permitió que lo acompañara «para evitar que me
volviera presumido» (2ª Co 12:7), esto es, para mantener a Pablo humilde ante
el Señor.'"
Así
que el Señor le dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en
la debilidad» (2ª Co 12: 9). Hay indicios de que en la iglesia primitiva aun en
presencia de los apóstoles no todas las personas se sanaban. Pablo reconoce que
«por fuera nos vamos desgastando» (2ª Co 4:16), y a veces los males y
enfermedades no se curarán. Cuando Epafrodito llegó a visitar a Pablo tenía una
enfermedad que lo puso «al borde de la muerte» (Fil 2: 27).
Pablo
indica en el relato de Filipenses 2 que parecía que Epafrodito iba a morir, que
Dios no lo sanó inmediatamente cuando enfermó. Pero eventualmente Dios sí lo
sanó (Fil 2: 27) en respuesta a la oración.
Pablo
le dijo a Timoteo que bebiera un poco de vino «a causa de tu mal de estómago y
tus frecuentes enfermedades: (1ª Ti 5: 23). Dijo: «A Trófimo lo dejé enfermo en
Mileto» (2ª Ti 4: 20). Y tanto Pedro (1ª P 1: 6-7; 4:19) como Santiago (Stg
1:2-4) tienen palabras de aliento y consejo para aquellos que sufren pruebas de
varias clases:
36Tras
algún estudio de 2 Corintios 12:7, mi propia conclusión en este punto es que no
existe suficiente información en el texto para decidir 10 que era la espina en
la carne de Pablo. Se pueden dar razones en apoyo de las tres principales
posibilidades:
(1) Algún tipo de enfermedad fisica;
(2) Un demonio que lo atormentaba; o
(3) Las persecuciones judías.
Sin
embargo, el hecho de que somos incapaces de llegar a alguna conclusión
definitiva tiene algunos beneficios: Significa que podemos aplicar este texto a
los tres tipos de situaciones en nuestras propias vidas, cuando el Señor en su
sabiduría soberana decide no libramos de ellas.
Hermanos Míos, Considérense Muy Dichosos Cuando Tengan Que Enfrentarse
Con Diversas Pruebas, Pues Ya Saben Que La Prueba De Su Fe Produce Constancia.
Y La Constancia Debe Llevar A Feliz Término La Obra, Para Que Sean Perfectos E
Íntegros, Sin Que Les Falte Nada. (Stg 1: 2-4)
Cuando
Dios decide no sanar, aun cuando se lo pidamos, entonces está bien que demos
«gracias en toda situación» (1ª Ts 5: 18) y que tomemos conciencia que Dios
puede usar la enfermedad para acercamos a él y aumentar en nosotros la
obediencia a su voluntad. De manera que el salmista puede decir: (Me hizo bien
haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos) (Sal 119: 71),
y: «Antes de sufrir estuve descarriado, pero ahora obedezco tu palabra» (Sal
119: 67).
Dios
puede traemos una creciente santificación a través de la enfermedad y el
sufrimiento exactamente como puede traer santificación y crecimiento en la fe a
través de las curaciones milagrosas.
Pero
el énfasis del Nuevo Testamento, tanto en el ministerio de Jesús como en el
ministerio de los discípulos en Hechos, parece ser uno que nos aliente en la
mayoría de los casos a pedirle sanidad a Dios ávida y seriamente, y entonces
continuar confiando en él para sacar beneficio de la situación, ya sea que
conceda sanidad fisica o no. El punto es que en todo caso Dios debe recibir
gloria y nuestro gozo y confianza en él deben crecer.
NOTA: Algunos han intentado establecer una
diferencia entre la enfermedad y otros tipos de sufrimiento, y decir que los
pasajes de la Escritura que indican a los cristianos que deben esperar
sufrimiento tienen que ver con otros tipos de sufrimiento, tales como la
persecución, pero que no incluyen la enfermedad física.
Este argumento no me parece convincente por dos
razones: primero, la Escritura habla sobre «diversas pruebas» (1ª P 1: 6; Stg
1: 2), y la intención de los autores en ambos casos parece ser hablar de todos
los tipos de pruebas que experimentamos en esta vida, incluyendo las
enfermedades físicas y la aflicción.
¿No querían Santiago y Pedro que los cristianos que
estaban enfermos aplicaran estos pasajes a sus propias situaciones? Esto es
altamente improbable. (Estas dos son epístolas generales escritas para miles de
cristianos.)
E. LENGUAS E INTERPRETACIÓN
Para
comenzar debe decirse que la palabra griega glossa, traducida «lengua», se usa
no solo para indicar la lengua fisica en la boca de una persona, sino también
para indicar «lenguaje». En los pasajes del Nuevo Testamento donde se discute
el hablar en lenguas, se alude ciertamente al «lenguaje».
Por lo
tanto, es algo infortunado que los traductores de la Biblia hayan continuado
utilizando la frase «hablar en lenguas», que es una expresión que se usa en el
idioma ordinario y que da la impresión de que se trata de una experiencia
extraña, algo completamente ajeno a la vida humana común.
Pero
si los traductores utilizaran la expresión «hablar en lenguajes», ello no
parecería tan extraño, y le daría al lector un sentido mucho más cercano a lo
que los lectores griegos del primer siglo hubieran oído al leer la frase en
Hechos o 1ª Corintios." Sin embargo, como el actual uso de la frase
«hablar en lenguas' está tan ampliamente establecido, continuaremos
utilizándola en esta discusión.
1. LAS LENGUAS EN LA HISTORIA DE LA REDENCIÓN.
El
fenómeno de hablar en lenguas es único en la era del nuevo pacto. Antes que
Adán y Eva cayeran en pecado, no Segundo, a menos que el Señor regrese, todos
experimentaremos el progresivo envejecimiento y deterioro de nuestros cuerpos
físicos, y eventualmente moriremos. Pablo dice: «por fuera nos vamos
desgastando» (2ª Co 4:16). Casi inevitablemente este proceso de envejecimiento
incluye varias enfermedades físicas.
Parece
mejor concluir que los sufrimientos que Dios espera que experimentemos de
tiempo en tiempo en esta vida pueden a veces incluir enfermedades físicas, que
Dios en su soberana sabiduría decide no sanar. De hecho puede haber muchos
casos en los que, por varios motivos, no nos sentimos libres de pedirle sanidad
a Dios en fe.
Pero
aun en estos casos el corazón de fe tomará la Palabra de Dios como verdadera y
creerá que esto también ha llegado a nuestras vidas (para bien) (Ro 8:28), y
que Dios nos hará un bien con esto.
NOTA: la NVl traduce «diferentes lenguas» o «en
lenguas» (Hch 2:4; 10:46) y a través de 1ª Co I2-14. Esta es una traducción
preferible, por razones mencionadas arriba.
Había
necesidad de hablar en otros lenguajes, porque ellos hablaban la misma lengua y
estaban unidos en el servicio de Dios y el compañerismo con él. Tras la caída
las personas hablaban el mismo idioma pero eventualmente se unieron en la
oposición a Dios, y «la maldad del ser humano en la tierra era muy grande» y
«todos sus pensamientos tendían siempre hacia el mal» (Gn 6: 5).
Este
lenguaje unificado utilizado en la rebelión contra Dios culminó en la
construcción de la torre de Babel en un tiempo cuando «se hablaba un solo
idioma en toda la tierra» (Gn 11: 1). A fin de detener esta rebelión unificada
contra él, en Babel Dios «confundió el idioma de toda la gente de la tierra» y
«los dispersó por todo el mundo» (Gn 11: 9).
Cuando
Dios llamó a Abraham (Gn 12:1), le prometió hacer de él una «gran nación» (Gn
12: 2), y la nación de Israel que surgió de ese llamado tenía un idioma que
Dios quería que utilizaran en su servicio. Pero el resto de las naciones del
mundo no hablaban este idioma, y se mantuvieron fuera del alcance del plan
redentor de Dios. Así que la situación mejoró algo, pues un idioma entre todos
los idiomas del mundo se usaba para el servicio de Dios, en tanto que en
Génesis 11 no se alababa a Dios en ningún idioma.
Ahora,
si pasamos a la era de la iglesia del Nuevo Testamento y miramos al futuro
eterno, vemos que una vez más será restaurada la unidad del idioma, pero esta
vez todo el mundo hablará de nuevo el mismo idioma en el servicio de Dios, y en
la alabanza a él (Ap 7: 9-12; Sof 3:9; 1ª Co 13:8; quizá Is 19:18).
En la
iglesia del Nuevo Testamento hay un cierto anticipo de la unidad del idioma que
existirá en el cielo, pero solo se concede en algunas ocasiones, y solo de
manera parcial. En el Pentecostés, que sería el momento cuando el evangelio
comenzó a incursionar en otras naciones, fue apropiado que los discípulos
reunidos en Jerusalén «comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el
Espíritu les concedía expresarse» (Hch 2: 4).
El
resultado fue que los visitantes judíos de varias naciones que estaban en
Jerusalén oyeron todos en sus propias lenguas una proclamación de «las
maravillas de Dios»(Hch 2: 11). Este fue un símbolo notable del hecho que el
mensaje del evangelio iba a ir adelante hacia todas las naciones del mundo.
Una
acción simbólica como esa hubiera sido inapropiada en el Antiguo Testamento,
porque allí el mensaje evangelístico invitaba a las personas de otras naciones a
venir y unirse al pueblo hebreo y volverse judíos, y de ese modo adorar a Dios.
Pero aquí el mensaje consiste en ir a cada nación en su propio idioma,
invitando a las personas de cada lugar a volverse a Cristo y ser salvos:
Por
otra parte, dentro del contexto del culto de adoración de la iglesia, hablar en
lenguas más interpretación ofrece una indicación adicional de la promesa que un
día las diferencias de lenguajes que se originaron en Babel serán superadas. Si
este don está obrando en la iglesia, no importa qué idioma o palabra de oración
o alabanza ofrezca, una vez que haya una interpretación, todos pueden
entenderlo.
Esto
es, por supuesto, un proceso en dos pasos que es «imperfecto», como son todos
los dones en esta era (1ª Co 13: 9), pero aun constituye una situación mejor
desde Babel al Pentecostés cuando no había una provisión que facultara a las
personas a comprender el mensaje en un idioma que no conocían.
Por
último, orar en lenguas en un escenario reservado es otra forma de orar a Dios.
Pablo dice; Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento
no se beneficia en nada» (1ª Co 14:14). En el amplio contexto de la historia de
la redención, esto también debe verse como otra solución parcial a los
resultados de la caída, por la cual fuimos apartados del compañerismo de Dios.
Por
supuesto, esto no significa que los espíritus de las personas solo pueden tener
compañerismo con Dios cuando hablan en lenguas -Pablo afirma que él ora y canta
tanto en lenguas como en su propio idioma (1ª Co 14: 15). Sin embargo, Pabló sí
ve el hablar en lenguas como otra vía de compañerismo directo con Dios en la
oración y la adoración. Una vez más, este aspecto del don de lenguas no
funcionaba, hasta donde sepamos, antes de la era del nuevo pacto.
NOTA: Este versículo muestra que el milagro se
refería a hablar, no a escuchar. Los discípulos «comenzaron a hablar en
diferentes lenguas (o idiomas) .
El hablar en lenguas en el Pentecostés fue poco
común porque estuvo acompañado de en lenguas como de fuego que se repartieron y
se posaron sobre cada uno de ellos» (Hch 2:3). Como el fuego en la Escritura a
menudo es símbolo de juicio purificador, la presencia de fuego aquí puede ser
un símbolo del hecho que Dios purificaba el idioma que se usaba en su servicio.
Es verdad que los primeros que escucharon este
mensaje aun eran los judíos de Jerusalén (Hch 2:5), no los gentiles, pero el
simbolismo del evangelio proclamado en muchos idiomas sí da un indicio del
esfuerzo evangelistico mundial que pronto se produciría.