LA CENA DEL SEÑOR

¿CUÁL ES EL SIGNIFICADO DE LA CENA DEL SEÑOR? ¿CÓMO DEBE SER OBSERVADA?

EXPLICACIÓN Y BASES BÍBLICAS
El Señor Jesús instituyó dos ordenanzas (o sacramentos) que debían ser observadas por la iglesia. El capítulo anterior discutió el bautismo, una ordenanza que solo se observa una vez por cada persona, como una señal del comienzo de su vida cristiana.
Este capítulo discute la Cena del Señor, una ordenanza que se debe observar repetidamente a lo largo de nuestra vida cristiana, como una señal de permanente compañerismo con Cristo.

A. TRASFONDO DE LA HISTORIA DE LA REDENCIÓN

Jesús instituyó la Cena del Señor de la siguiente manera: Mientras comían, Jesús tomó el pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles:
Beban De Ella Todos Ustedes. Esto Es Mi Sangre Del Pacto, Que Es Derramada Por Muchos Para El Perdón De Pecados. Les Digo Que No Beberé De Este Fruto De La Vid Desde Ahora En Adelante, Hasta El Día En Que Beba Con Ustedes El Vino Nuevo En El Reino De Mi Padre. (Mateo 26: 26-29)
Pablo Añade Las Siguientes Frases De La Tradición Que Él Recibió (1ª Corintios 11: 23):
Esta Copa Es El Nuevo Pacto En Mi Sangre; Hagan Esto, Cada Vez Que Beban De Ella, En Memoria De Mí. (1ª Corintios 11: 25)
¿Hay antecedentes de esta ceremonia en el Antiguo Testamento? Parece que sí los hay, porque también hubo ejemplos de comer y beber en la presencia de Dios en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, cuando el pueblo de Dios estaba acampado ante el Monte Sinaí, justo después que Dios había dado los Diez Mandamientos, Dios llamó a los líderes de Israel a subir a la montaña a reunirse con él:
Moisés Y Aarón, Nadab Y Abiú, Y Los Setenta Ancianos De Israel Subieron Y Vieron Al Dios De Israel Vieron A Dios, Y Siguieron Con Vida Lit. Comieron Y Bebieron. (Éxodo 24:9-11)
Por Otra Parte, Cada Año El Pueblo De Israel Debía Diezmar (Dar Una Décima Parte De) Todas Sus Cosechas. Entonces La Ley De Moisés Especificaba:
En La Presencia Del Señor Tu Dios Comerás La Décima Parte De Tu Trigo, Tu Vino Y Tu Aceite, Y De Los Primogénitos De Tus Manadas Y Rebaños; Lo Harás En El Lugar Donde Él Decida Habitar.
Así Aprenderás A Temer Siempre Al Señor Tu Dios... Y Allí, En Presencia Del Señor Tu Dios, Tú Y Tu Familia Comerán Y Se Regocijarán. (Deuteronomio 14: 23,26)
Pero aún antes que eso, Dios había puesto a Adán y Eva en el Huerto del Edén y les había dado toda su abundancia para comer (excepto del fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal). Puesto que no había pecado en esa situación, y puesto que Dios los había creado para tener compañerismo con él y glorificarlo, cada comida que Adán y Eva ingirieran habría sido una comida de celebración en la presencia del Señor.
Cuando este compañerismo en la presencia de Dios fue más tarde tronchado por el pecado, Dios permitió aún algunas comidas (tales como el diezmo de los frutos arriba mencionado) que las personas debían ingerir en su presencia. Estas comidas constituían una restauración parcial del compañerismo con Dios del que Adán y Eva disfrutaban antes de la Caída, aunque ello estaba dañado por el pecado.
Pero el compañerismo de comer en la presencia del Señor que encontramos en la Cena del Señor es mucho mejor. Las comidas sacrificiales del Antiguo Testamento constantemente apuntaban al hecho de que aún no se había pagado por los pecados, porque en ellas los sacrificios se repetían año tras año, y porque apuntaban al Mesías que habría de venir y quitaría el pecado (véase Hebreos 10: 1-4). La Cena del Señor, sin embargo, nos recuerda que ya se ha consumado el pago de Jesús por nuestros pecados, de manera que ahora comemos en presencia del Señor con gran regocijo.
Pero incluso la Cena del Señor apunta a una comida de más maravillosa comunión en la presencia de Dios en el futuro, cuando se restaure el compañerismo del Edén y allí habrá un gozo aún mayor, porque aquellos que comen en la presencia de Dios serán pecadores perdonados, confirmados ahora en su justicia, incapaces de pecar otra vez. Jesús alude a ese tiempo futuro de gran regocijo y de comer en la presencia de Dios cuando dice: «Les digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre» (Mateo 26: 29).
Se nos habla más explícitamente sobre la cena de las bodas del Cordero en Apocalipsis: «El ángel me dijo: «Escribe: "¡Dichosos los que han sido convidados a la cena de las bodas del Cordero!"» (Apocalipsis 19: 19). Este será un tiempo de gran regocijo en la presencia del Señor, así como un tiempo de temor reverente ante él.
Entonces, de Génesis a Apocalipsis, el propósito de Dios ha sido traer a su pueblo a un compañerismo consigo mismo, y uno de los grandes gozos de experimentar tal compañerismo es el hecho de que podemos comer y beber en la presencia del Señor. Sería saludable para la iglesia hoy en día recuperar un sentido más vívido de la presencia de Dios en la Cena del Señor.

B. SIGNIFICADO DE LA CENA DEL SEÑOR

El significado de la Cena del Señor es complejo, rico e íntegro. En la Cena del Señor hay varios símbolos y cosas que se declaran.
1. LA MUERTE DE CRISTO.
Cuando participamos en la Cena del Señor simbolizamos la muerte de Cristo porque nuestras acciones dan una imagen de su muerte por nosotros. Cuando se parte el pan, esto simboliza el quebrantamiento del cuerpo de Cristo, y cuando la copa se vierte, esto simboliza la sangre de Cristo que se derramó por nosotros.
Por esta razón participar en la Cena del Señor es una suerte de proclamación: «Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga (1ª Corintios 11: 26).
2. NUESTRA PARTICIPACIÓN EN LOS BENEFICIOS DE LA MUERTE DE CRISTO.
Jesús mandó a sus discípulos: «Tomen y coman; esto es mi cuerpo» (Mateo 26. 26). Cuando individualmente nos adelantamos y tomamos la copa, cada uno de nosotros proclama con esta acción: «Me apropio de los beneficios de la muerte de Cristo». Cuando hacemos esto simbolizamos el hecho de que participamos o nos apropiamos de los beneficios ganados para nosotros por la muerte de Jesús.
3. ALIMENTO ESPIRITUAL.
Justo como la comida ordinaria alimenta nuestros cuerpos físicos, así el pan y el vino de la Cena del Señor nos dan alimento. Pero también describen el hecho de que Cristo da a nuestras almas alimento y refrigerio espiritual. De hecho, la ceremonia que Cristo instituyó está destinada por su propia naturaleza a enseñarnos esto Jesús dijo:
Ciertamente les aseguro -afirmó Jesús- que si no comen de la carne del Hijo del hombre ni beben su sangre, no tienen realmente vida. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de mí, vivirá por mí Juan 6: 53-57).
Ciertamente Jesús no habla de ingerir literalmente su cuerpo y su sangre. Pero si no habla de un comer y beber literales, entonces debe tener en mente una participación espiritual en los beneficios de la redención que él conquista. Este alimento espiritual, tan necesario para nuestras almas, se experimenta y a la vez simboliza en nuestra participación en la Cena del Señor.
4. LA UNIDAD DE LOS CREYENTES.
Cuando los creyentes participan juntos en la Cena del Señor también dan una clara señal de unidad de unos con otros. De hecho, Pablo dice: «Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo» (1ª Corintios 10: 17).
Cuando unimos estas cuatro cosas, comenzamos a darnos cuenta del rico significado de la Cena del Señor: cuando participo vengo a la presencia de Cristo; recuerdo que él murió por mí; participo en los beneficios de su muerte; recibo alimento espiritual; y estoy unido a todos los demás creyentes que participan en la Cena. ¡Qué gran motivo de acción de gracias y gozo se debe encontrar en esta Cena del Señor!
Pero además de estas verdades visiblemente expuestas por la Cena del Señor, el hecho de que Cristo haya instituido esta ceremonia para nosotros así mismo quiere decir que por medio de ella él nos promete o nos asegura ciertas cosas también.
Cuando participamos en la Cena del Señor, se nos debe recordar una y otra vez las siguientes aseveraciones que Cristo nos hace:
5. CRISTO CONFIRMA SU AMOR POR MÍ.
El hecho de que puedo participar en la Cena del Señor-de hecho Jesús me invita a venir-es un vívido recordatorio y confirmación visual de que Jesús me ama, individual y personalmente. Por consiguiente, cuando me acerco a tomar la Cena del Señor se restablece una y otra vez la confianza del amor personal de Cristo por mí.
6. CRISTO AFIRMA QUE TODAS LAS BENDICIONES DE LA SALVACIÓN ESTÁN RESERVADAS PARA MÍ.
Cuando me acerco a la invitación de Cristo a la Cena del Señor, el hecho de que él me haya invitado a su presencia me asegura que tiene abundantes bendiciones para mí. En esta Cena de hecho saboreo de antemano la comida y la bebida del gran banquete en la mesa del Rey. Vengo a esta mesa como miembro de su familia eterna.
Cuando el Señor me da la bienvenida a su mesa, me asegura así mismo que me dará la bienvenida a todas las otras bendiciones de la tierra y el cielo, y especialmente a la gran cena de las bodas del Cordero, en la que se ha reservado un puesto para mí.
7. YO AFIRMO MI FE EN CRISTO.
Por último, cuando tomo el pan y la copa, por mis acciones proclamo: «Te necesito y confío en ti, Señor Jesús, para que perdones mis pecados y concedas vida y salud a mi alma, porque solo por tu quebrantado cuerpo y tu sangre derramada puedo ser salvado». De hecho, al participar en la partición del pan cuando lo como y en el verter la copa cuando bebo de ella, proclamo una y otra vez que mis pecados fueron en parte la causa del sufrimiento y la muerte de Cristo. De esta manera, la pena, el gozo, la acción de gracias y un profundo amor por Cristo se entremezclan ricamente en la belleza de la Cena del Señor.

C. ¿CÓMO ESTÁ CRISTO PRESENTE EN LA CENA DEL SEÑOR?

1. EL PUNTO DE VISTA CATÓLICO ROMANO: TRANSUBSTANCIACIÓN.
De acuerdo con la enseñanza de la Iglesia Católica Romana, el pan y el vino se convierten realmente en el cuerpo y la sangre de Cristo. Esto ocurre cuando el sacerdote dice: «Esto es mi cuerpo» durante la celebración de la misa. Al mismo tiempo que el sacerdote dice esto, el pan se eleva y se adora. Esta acción de elevar el pan y pronunciar que es el cuerpo de Cristo solo puede ser realizada por un sacerdote.
Cuando esto sucede, de acuerdo con la enseñanza católico romana, se imparte la gracia a los que están presentes ex opera operato, esto es, «por la obra realizada», pero el monto de la gracia dispensada está en proporción con la disposición subjetiva del receptor de la gracia.2 Por otra parte, cada vez que se celebra la misa, se repite el sacrificio de Cristo (en cierto sentido), y la iglesia católica es cuidadosa al afirmar que este es un sacrificio real, aunque no es lo mismo que el sacrificio que Cristo pagó sobre la cruz.
Así que Los Fundamentos del Dogma Católico de Ludwig Ott enseñan lo siguiente: Cristo se hace presente en el Sacramento del Altar por la transformación de toda la sustancia del pan en su Santo Cuerpo y de toda la sustancia del vino en su Sangre.
Esta transformación se llama Transubstanciación. El poder de la consagración reside solo en su sacerdote válidamente consagrado.
El Culto de la Adoración (Latría) debe ser dado al Cristo presente en la Eucaristía.
Este obedece a la integridad y la permanencia de la Real Presencia que el absoluto tributo de adoración (Cultus Latriae) le debe al Cristo presente en la Eucaristía. (p. 387)
En la enseñanza católica, debido a que los elementos del pan y el vino se convierten literalmente en el cuerpo y la sangre de Cristo, la iglesia no permite por muchos siglos que los laicos beban de la copa de la Cena del Señor (por temor que se derrame la sangre de Cristo) sino solo coman del pan. El manual de Ott nos dice:
La comunión bajo las dos formas no es necesaria para ningún miembro individual de los Fieles, ya sea por motivo de un precepto Divino o como medio de salvación La razón es que Cristo está completo e íntegro bajo cada una de las especies.
La abolición de la recepción del cáliz en la Edad Media (siglos 12 y 13) ordenada por razones prácticas, principalmente por el peligro de profanación del Sacramento. (p. 397)
Con respecto al real sacrificio de Cristo en la misa, el manual de Ott dice: La Santa Misa es un Sacrificio apropiado y verdadero. (p. 402)
En el Sacrificio de la Misa y en el Sacrificio de la Cruz el Don Sacrificial y el Sacerdote Primordial que Sacrifica son idénticos; solo la naturaleza y el modo de la ofrenda son diferentes. El Don Sacrificial es el Cuerpo y la Sangre de Cristo El Sacerdote Primordial que Sacrifica es Jesucristo, quien utiliza al sacerdote humano como su siervo y representante y realiza la consagración a través de él.
NOTA: Ludwig Ott, Fundamentals of Catholic Dogma, dice: «Como la medida de la gracia concedida ex opere operato está en proporción con la disposición subjetiva del recipiente, la recepción de la Santa Comunión debe estar precedida de una buena preparación, y una apropiada acción de gracias debe seguirla... Una Comunión indigna es un sacrilegio» (p.399).
La palabra eucaristía significa simplemente la Cena del Señor. (Se deriva del vocablo griego eucharistia, «acción de gracias». El verbo de la misma familia euchariste?, «dar gracias», se encuentra en los registros bíblicos de la Última Cena en Mateo 26: 27; Marcos 14: 23; Lucas 22:1 9; y 1ª Corintios 11:  24: «después de dar gracias. «El término eucaristía se usa a menudo por los católicos romanos y también frecuentemente por los episcopales. Entre muchas iglesias protestantes el término Comunión se refiere comúnmente a la Cena del Señor.
Sin embargo, desde el concilio Vaticano II (1962-65), se ha autorizado la administración tanto del pan como del vino a laicos, pero esto no siempre se practica. euchariste,
De acuerdo con el punto de vista Tomista, en cada misa Cristo también lleva a cabo una actividad sacrificial inmediata real la que, sin embargo, no debe ser concebida como la totalidad de muchas acciones sucesivas sino como un único acto sacrificial ininterrumpido del Cristo Transfigurado.
El propósito del sacrificio es el mismo en el Sacrificio de la Misa que en el Sacrificio de la Cruz; en primer lugar la glorificación de Dios, en segundo lugar expiación, acción de gracias y súplica. (p. 408)
Como sacrificio propiciatorio ... el Sacrificio de la Misa lleva a cabo la remisión de pecados y el castigo por los pecados; como sacrificio de súplica... propicia la dispensación de dones sobrenaturales y naturales. El Sacrificio de propiciación de la Eucaristía puede ser ofrecido, como lo afirmó expresamente el Concilio de Trento, no sólo por los vivos, sino también por las pobres almas del Purgatorio. (pp. 412-13).
En respuesta a la enseñanza católico romana sobre la Cena del Señor, debe decirse que ella primero falla en reconocer el carácter simbólico de las afirmaciones de Jesús cuando declaró: «Este es mi cuerpo», o «Esta es mi sangre». Jesús habló muchas veces de manera simbólica cuando se refería a sí mismo. Dijo, por ejemplo, «Yo soy la vid verdadera» Juan 15:1). o «Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo» Juan 10: 9); o, «Yo soy el pan que bajó del cielo» Juan: 6: 41).
De manera similar, cuando Jesús dice: «Este es mi cuerpo», habla en forma simbólica, no de una manera real, fisica y literal. De hecho, cuando él estaba sentado con sus discípulos sosteniendo el pan, el pan estaba en su mano pero era distinto de su cuerpo, y eso era evidente, por supuesto, para los discípulos.
Ninguno de los discípulos presentes habría pensado que el pedazo de pan que Jesús sostenía en su mano era realmente su cuerpo fisico, porque podían ver el cuerpo ante sus ojos. Como es natural, ellos habrían entendido la declaración de Jesús de una manera simbólica. De igual forma, cuando Jesús dijo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes» (Lucas 22: 20), ciertamente no quería decir que la copa era realmente el nuevo pacto, sino que la copa representaba el nuevo pacto.
Por otra parte, el punto de vista católico romano falla en reconocer la clara enseñanza del Nuevo Testamento sobre lo final y completo del sacrificio de Cristo por nuestros pecados de una vez y para siempre. El libro de Hebreos enfatiza esto muchas veces, como cuando dice: Ni entró en el cielo para ofrecerse vez tras vez, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.
Si así fuera, Cristo habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación del mundo. Al contrario ahora, al final de los tiempos se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo... Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos» (Hebreos 9: 25-28).
Decir que el sacrificio de Cristo continúa o que se repite en la misa ha sido, desde la Reforma, una de las doctrinas católico romanas más objetables desde el punto de vista de los protestantes. Cuando nos damos cuenta que el sacrificio de Cristo por nuestros pecados está completo y consumado (Consumado es, Juan 19: 30; Hebreos 1: 3), ello nos da una gran certidumbre de que se ha pagado por todos nuestros pecados, y que ya no queda sacrificio alguno por pagar.
Pero la idea de una continuación del sacrificio de Cristo destruye nuestra certidumbre de que Cristo realizó el pago y que Dios el Padre lo aceptó, y de que «no hay ninguna condenación}) (Romanos 8:1) pendiente ahora contra nosotros.
Para los protestantes, la idea de que la misa es en algún sentido una repetición de la muerte de Cristo parece señalar un regreso a los repetidos sacrificios del Antiguo Testamento, los cuales eran (un recordatorio anual de los pecados) (Hebreos 10: 3). En lugar de la certidumbre de un completo perdón de pecados a través de (un solo sacrificio para siempre) (Hebreos 10: 12), la idea de que la misa es un sacrificio repetido constituye un constante recordatorio de los pecados y de la culpa pendiente que debe ser expiada semana tras semana.
En relación con la enseñanza de que solo sacerdotes pueden oficiar la Cena del Señor, el Nuevo Testamento no ofrece ningunas instrucciones que planteen restricciones sobre las personas que pueden presidir en la Comunión. Y como la Escritura no nos plantea tales restricciones, no parece justificado decir que solo los sacerdotes pueden dispensar los elementos de la Cena del Señor.
Por otro lado, como el Nuevo Testamento enseña que todos los creyentes son sacerdotes y miembros de un (real sacerdocio) (1ª Pedro 2: 9; Hebreos 4: 16; 10: 19-22), no debemos especificar una cierta clase de personas que tienen los derechos de los sacerdotes, como en el antiguo pacto, pero debemos enfatizar que todos los creyentes comparten el gran privilegio espiritual de acercarse a Dios.
Por último, cualquier mantenimiento de la restricción que no haría posible a los laicos beber de la copa de la Cena del Señor utilizaría el argumento de la tradición y la precaución para justificar la desobediencia de los mandamientos directos de Jesús, no solo del mandamiento a sus discípulos cuando dijo: (Beban de ella todos ustedes) (Mateo 26. 27), sino la instrucción que Pablo registró, en la que Jesús dijo: (hagan esto, cada vez que beban de ella, en memoria de mí) (1ª Corintios 11.25).
NOTA: Es por esta razón que muchos protestantes han sentido que pueden participar voluntariamente en la Cena del Señor en cualquier otra iglesia protestante, aun en los servicios de la iglesia anglicana alta que en su forma parecen muy similares a los servicios de la iglesia católica, pero no pueden participar en buena conciencia en una misa católico romana, debido a la doctrina católico romana sobre la propia naturaleza de la misa.
2. EL PUNTO DE VISTA LUTERANO:
«En, Con, y Bajo». Martín Lutero rechazó el punto de vista católico romano, pero insistió en que la frase «Este es mi cuerpo» había que tomarla en cierto sentido como una afirmación literal. Su conclusión no fue que el pan se convierte realmente en el cuerpo fisico de Cristo, pero que el cuerpo físico de Cristo está presente (en, con y bajo) el pan de la Cena del Señor.
El ejemplo que a veces se ofrece es decir que el cuerpo de Cristo está presente en el pan como el agua está presente en una esponja-el agua no es la esponja, pero está presente, «en, con, y bajo») una esponja, y está presente dondequiera que esté presente la esponja.
Otros ejemplos que se ofrecen con los del magnetismo en un imán o un alma en el cuerpo.
La interpretación luterana de la Cena del Señor se encuentra en el manual de Francis Pieper, Christian Dogmatics" Este cita el Pequeño Catecismo de Lutero: «¿Cuál es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, bajo el pan y el vino, para que nosotros los cristianos comamos y bebamos, instituido por el propio Cristo».
De modo semejante, la Confesión de Ausburgo, Artículo X, dice: «De la Cena del Señor ellos enseñan que el Cuerpo y la Sangre de Cristo están realmente presentes, y son distribuidos a aquellos que comen en la Cena del Señor»"
Un pasaje que se puede pensar que apoya esta posición es 1ª Corintios 10: 16: «Este pan que partimos, ¿no significa que entramos en comunión con el cuerpo de Cristo?
No obstante, a fin de declarar esta doctrina, Lutero tuvo que responder una importante pregunta: «¿Cómo puede el cuerpo de Cristo, o más generalmente la naturaleza humana de Cristo, estar presente en todas partes? ¿No es cierto que Jesús ascendió en su naturaleza humana al cielo y permanece allí hasta su regreso? No dijo que abandonaba la tierra y que ya no estaría en el mundo sino que iba al Padre (Juan 16: 28; 17: 11)? En respuesta a este problema Lutero enseñó la ubicuidad de la naturaleza humana de Cristo tras su ascensión-esto es, que la naturaleza humana de Cristo estaba presente en todas partes (ubicuo).
Pero los teólogos desde el tiempo de Lutero sospecharon que él enseñó la ubicuidad de la naturaleza humana de Cristo, no porque esta se halla en algún lugar de la Escritura, sino porque necesitaba explicar cómo su punto de vista de la consubstanciación podía ser verdadero.
En respuesta al punto de vista luterano, se puede decir que este tampoco entiende Que Jesús está tratando de enseñamos una realidad espiritual pero utilizando Objetos físicos, cuando dice: «Este es mi cuerpo». No debemos entender esto más literalmente de lo que entendemos la afirmación correspondiente: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes» (Lucas 22: 20).
De hecho, Lutero no hace justicia del todo a las palabras de Jesús de una manera literal. Berkhof objeta correctamente que Lutero hace que las palabras de Jesús signifiquen: «Esto acompaña a mi cuerpo». En esta cuestión ayudaría leer de nuevo Juan 6: 27-59, donde el contexto muestra que Jesús habla en términos literales, físicos, sobre el pan, pero continuamente lo explica en términos de una realidad espiritual.
3. EL RESTO DEL PROTESTANTISMO: UNA PRESENCIA DE CRISTO SIMBÓLICA Y ESPIRITUAL.
A diferencia de Martín Lutero, Juan Calvino y otros Reformadores argumentaron que el pan y el vino en la Cena del Señor no se transformaban en el cuerpo y la sangre de Cristo, ni contenían de alguna manera el cuerpo y la sangre de Cristo.
Antes bien, el pan y el vino simbolizaban el cuerpo y la sangre de Cristo, y ofrecían una señal visible del hecho que el propio Cristo estaba verdaderamente presente. Calvino dijo:
Al Mostrar El Símbolo Se Muestra La Cosa Misma. Porque A Menos Que Un Hombre Quiera Llamar A Dios Mentiroso, Nunca Se Atrevería A Afirmar Que Él Divulga Un Símbolo Vacío Y La Divinidad Debe Por Todos Los Medios Mantener Su Precepto: Cuando Quiera Que Vean Símbolos Decretados Por El Señor, Para Pensar Y Estar Persuadidos Que La Verdad De La Cosa Denotada Está Ciertamente Presente Allí. ¿Pues Porqué El Señor Pondría En Sus Manos El Símbolo De Su Cuerpo, Excepto Para Asegurarle A Usted Una Verdadera Participación En Este? (Institutes, 4. 17. 10; P. 1371)
Pero Calvino fue cuidadoso al diferir tanto de la enseñanza católico romana (que dice que el pan se convierte en el cuerpo de Cristo) como de la enseñanza luterana (que dice que el pan contiene el cuerpo de Cristo).
Pero debemos establecer que esa presencia de Cristo en la Cena no puede ceñirlo al elemento del pan, ni encerrarlo en el pan, ni lo circunscribe de ninguna manera (está claro que todas estas cosas lo apartan de su gloria celestial). (Institutes, 4. 17. 19; p.138l)
Hoy en día la mayoría de los protestantes diría, en adición al hecho de que el pan y el vino simbolizan el cuerpo y la sangre de Cristo, que Cristo está también espiritualmente presente en una manera especial cuando participamos del pan y el vino. Ciertamente, Jesús prometió estar presente cuando quiera que los creyentes adoraran: «Porque dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mateo 18: 20).
Y si él está especialmente presente cuando los cristianos se reúnen para adorar, entonces esperaríamos que él estaría presente de una manera especial en la Cena del Señor: Nos encontramos con él en su mesa, a la cual viene para entregarse a nosotros. Como recibimos los elementos del pan y el vino en la presencia de Cristo, de esta manera participamos de él y de todos sus beneficios.
«Nos alimentamos de él en nuestros corazones» con acción de gracias. Por cierto, hasta un niño que conoce a Cristo entenderá esto sin que se le enseñe y esperará recibir una bendición especial del Señor durante esta ceremonia, porque su significado es del todo inherente a las varias acciones del comer y beber. Pero no debemos decir que Cristo está presente aparte de nuestra fe personal, sino que solo nos encuentra y bendice allí de acuerdo con nuestra fe en él.
¿De qué forma está Cristo presente entonces? Ciertamente hay una presencia simbólica de Cristo, pero ella es también una presencia espiritual y hay una genuina bendición espiritual en esta ceremonia.
NOTA: Había alguna diferencia entre Calvino y otro reformador suizo, Ulrico Zuinglio (1484-1531) sobre la naturaleza de la presencia de Cristo en la Cena del Señor; ambos concordaban en que Cristo estaba presente de una manera simbólica, pero Zuinglio vacilaba mucho más a la hora de afirmar una real presencia espiritual de Cristo. No obstante, la real enseñanza de Zuinglio es una cuestión que suscita ciertas diferencias entre los historiadores.
Es verdad que esta sentencia se pronuncia en un contexto que se aplica específicamente a la disciplina eclesiástica (vv. 15-19), pero es la proclamación de una verdad general utilizada aquí para apoyar una aplicación específica, y no hay motivo para restringir su aplicación a coyunturas de la disciplina eclesiástica. Nos dice que Jesús siempre está presente cuando los creyentes se reúnen en su nombre.
A veces los protestantes se han preocupado tanto en negar el punto de vista católico romano sobre la «real presencia» de Cristo en los elementos que han negado equivocadamente cualquier presencia espiritual. Millard Erickson nota las chistosas situaciones que tienen lugar: «Por el celo de evitar la concepción de que Jesús está presente de alguna suerte de forma mágica, ciertos bautistas entre otros han ido a veces a tales extremos que dan la impresión de que el único lugar donde Jesús no puede ciertamente encontrarse es en la Cena del Señor. Esto es lo que un líder bautista llamó 'la doctrina de la real ausencia' de Jesucristo» (Christian Theolog)', p. 1123).

D. ¿QUIÉN DEBE PARTICIPAR EN LA CENA DEL SEÑOR?

Pese a diferencias sobre algunos aspectos de la Cena del Señor, la mayoría de los protestantes estarían de acuerdo, primero, que solo aquellos que creen en Cristo deben participar en ella, pues es una señal de ser un cristiano y permanecer en la vida cristiana.
Pablo advierte que quienes comen y beben de manera indigna enfrentan serias consecuencias: «Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condena. Por eso hay entre ustedes muchos débiles y enfermos, e incluso varios han muerto» (1ª Corintios 11: 29-30).
Segundo, muchos protestantes argumentarían a partir del significado del bautismo y el significado de la Cena del Señor que, normalmente, solo aquellos que han sido bautizados deben participar la Cena del Señor. Esto se debe a que el bautismo es claramente un símbolo de iniciar la vida cristiana, mientras la Cena del Señor es claramente un símbolo de mantenerse en la vida cristiana.
Por esto si alguien toma la Cena del Señor y con ello proclama públicamente que ella o él se mantienen en la vida cristiana, entonces se le debe preguntar a esa persona: «Sería bueno ser bautizado ahora y en consecuencia ofrecer un símbolo de que usted comienza la vida cristiana?»
Pero otros, incluyendo este autor, objetarían a tales restricciones como sigue: Surge un problema diferente si alguien que es un creyente genuino, pero no bautizado todavía, no se le permite participar de la Cena del Señor cuando se reúnen los cristianos. En ese caso la no participación de la persona simboliza que ella o él no es un miembro del cuerpo de Cristo que se congrega para observar la Cena del Señor en una fraternidad unida (véase 1ª Corintios 10: 17: «Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo»). Por tanto las iglesias pueden pensar que es mejor no permitir a los creyentes no bautizados participar en la Cena del Señor sino instados a bautizarse lo más pronto posible.
Pues si están dispuestos a participar en un símbolo externo de ser cristiano, no parece haber razón de que no estén dispuestos a participar en el otro, un símbolo que propiamente viene primero.
Por supuesto, los problemas que surgen en ambas situaciones (cuando creyentes no bautizados toman la Comunión y cuando no lo hacen) pueden ser todos obviados si los nuevos cristianos son regularmente bautizados poco después de haber venido a la fe. Y, cualquier posición que asuma la iglesia sobre esta cuestión sobre si los creyentes no bautizados deben tomar la Comunión, parecería aconsejable enseñar, en el ministerio docente de la iglesia, que la situación ideal es que los nuevos creyentes se bauticen primero y entonces participen de la Cena del Señor.
NOTA: Sin embargo. algunos en la Iglesia de Inglaterra y en algún otro sitio han comenzado recientemente a permitir que los niños pequeños participen en la Cena del Señor, razonando que si se les ha dado la señal del bautismo no es correcto negarles la señal se la Cena.
El tercer requisito para la participación es el del auto-examen:
Por Lo Tanto, Cualquiera Que Coma El Pan O Beba De La Copa Del Señor De Manera Indigna, Será Culpable De Pecar Contra El Cuerpo Y La Sangre Del Señor. Así Que Cada Uno Debe Examinarse A Sí Mismo Antes De Comer El Pan Y Beber De La Copa. Porque El Que Come Y Bebe Sin Discernir El Cuerpo, Como Y Bebe Su Propia Condena. (1ª Corintios 11: 27-29)
En el contexto de 1 Corintios 11 Pablo reprende a los corintios por su conducta egoísta e inconsistente cuando se reúnen como iglesia: «De hecho, cuando se reúnen, ya no es para comer la Cena del Señor, porque cada uno se adelanta a comer su propia cena, de manera que unos se quedan con hambre mientras otros se emborrachan» (1ª Corintios 11: 29). Esto nos ayuda a comprender lo que Pablo quiere decir cuando habla de aquellos que comen y beben «sin discernir el cuerpo» (1ª Corintios 11: 29).
El problema en Corinto no fue una falla en comprender que el pan y la copa representaban el cuerpo y la sangre del Señor-ellos ciertamente sabían esto. En su lugar, el problema era su conducta egoísta y desconsiderada de unos hacia otros mientras estaban ante la Cena del Señor.
Ellos no comprendían o «discernían » la verdadera naturaleza de la iglesia como un cuerpo. Esta interpretación de «sin discernir el cuerpo» se apoya en la mención de Pablo de la iglesia como el cuerpo de Cristo solo un poco antes, en 1ª Corintios 10: 17: «Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo»
Así que la frase «sin discernir el cuerpo« significa «no comprender la unidad e interdependencia de la gente en la iglesia, la cual es el cuerpo de Cristo». Esto significa no preocupamos de nuestros hermanos y hermanas cuando venimos a la Cena del Señor, en la cual debemos reflejar su carácter.
¿Qué significa entonces comer o beber «de manera indigna» (1ª Corintios 11: 27)? Primero debemos pensar que las palabras se aplican más bien de forma estricta y tienen que ver solo con la forma en que nos conducimos cuando de hecho comemos y bebemos el pan y el vino. Pero cuando Pablo explica que una participación indigna supone «no discernir el cuerpo», indica que debemos preocupamos de todas nuestras relaciones dentro del cuerpo de Cristo: ¿Actuamos de maneras que retratan vívidamente no la unidad de un pan y un cuerpo, sino desunión?
Actuamos de maneras que proclaman no el sacrificio desinteresado de nuestro Señor, sino la enemistad y el egoísmo? En sentido amplio, entonces: «Que cada uno se examine a sí mismo» significa que debemos preguntar si nuestras relaciones en el cuerpo de Cristo reflejan de hecho el carácter del Señor que encontramos allí y a quién representamos.
NOTA: por otra parte. de esta muy breve mención de la idea de un cuerpo podemos correctamente suponer que no era una idea nueva, sino que Pablo les había inculcado esta idea mientras estuvo en Corinto durante dos años cuando fundó la iglesia allí. Tras dos razones para esta interpretación son:
(1) Pablo solo dice «sin discernir el cuerpo», y no dice «sin discernir el cuerpo y la sangre del Señor' lo que con mayor probabilidad habría hecho si hubiera dado a entender «sin comprender que e! pan y la copa representan e! cuerpo y la sangre de! Señal».
(2) Además, Pablo dice: «Que cada uno se examine a sí mismo (y esto incluiría sin duda alguna examinar sus relaciones con otros en la iglesia), pero Pablo no dice: «Que cada uno vea si comprende lo que simbolizan e! pan y e! vino».
En relación con esto, la enseñanza de Jesús sobre venir a adorar en general también debe mencionarse:
Por Lo Tanto, Si Estás Presentando Tu Ofrenda En Al Altar Y Allí Recuerdas Que Tu Hermano Tiene Algo Contra Ti, Deja Tu Ofrenda Allí Delante Del Altar. Ve Primero Y Reconcíliate Con Tu Hermano; Luego Vuelve Y Presenta Tu Ofrenda. (Mateo 5: 23-24)
Aquí Jesús nos dice que cuando vayamos a adorar debemos estar seguros que nuestras relaciones con otros son correctas, y si no 10 son, debemos actuar rápidamente para corregirlas y entonces venir a adorar a Dios. Esta admonición debe ser especialmente verdadera cuando acudimos a la Cena del Señor.
Por supuesto, ningún pastor o líder de la iglesia sabrá si las personas se examinan o no a sí mismas (excepto en casos cuando una conducta ofensiva o pecaminosa se hace evidente a los demás). En gran parte, la iglesia tiene que depender de los pastores y maestros para explicar claramente el significado de la Cena del Señor y advertir de los peligros de participar indignamente. Entonces las personas tendrán la responsabilidad de examinar sus propias vidas, de acuerdo con 10 que Pablo dice.
De hecho, Pablo no dice que los pastores deben examinar la vida de todo el mundo, sino en su lugar insta al auto-examen individual: «Así que cada uno debe examinarse a sí mismo» (1ª Corintios 11: 28).

E. OTRAS CUESTIONES

¿Quién debe administrar la Cena del Señor? La Escritura no ofrece ninguna enseñanza específica sobre esta cuestión, de manera que solo nos queda decidir qué es lo sabio y apropiado para el beneficio de los creyentes en la iglesia.
A fin de preservar la Cena del Señor de abusos, un líder responsable debe estar a cargo de administrarla, pero no parece que la Escritura requiere que solo el clero ordenado u oficiales escogidos de la iglesia puedan hacerlo. En situaciones ordinarias, por supuesto, el pastor u otro líder que oficia ordinariamente en los servicios de adoración de la iglesia también oficiarían apropiadamente en la Comunión.
Pero más allá de esto, no parece haber motivo porqué solo oficiales o solo líderes, o solo hombres, deban distribuir los elementos. ¿No hablaría mucho más claramente de nuestra unidad e igualdad espiritual en Cristo si tanto hombres como mujeres, por ejemplo, asistieran en la distribución de los elementos de la Cena del Señor.
NOTA: En casos de la disciplina eclesiástica o en casos en que la conducta exterior ofrece una clara evidencia que una persona se aparta de Cristo, los líderes de la iglesia pueden desear hacer una clara y fuerte advertencia verbal contra la participación en la Cena del Señor, de manera que el hermano o la hermana que comete una falta no coma y beba juicio sobre él mismo o ella misma.
Pero estos casos deben ser raros, y también debemos evitar el error de algunas iglesias que han sido tan estrictas en la administración de la Cena del Señor que muchos verdaderos creyentes han sido apartados y de esa manera la unidad del verdadero cuerpo de Cristo no ha estado representada, ni los creyentes tenido acceso a las bendiciones espirituales que debidamente recibirian en Cristo al participar en esta ordenanza y obedecer por consiguiente a su Señor.
Por supuesto, donde se piensa que la distribución de la Cena del Señor es una función sacerdotal (como en las iglesias anglicanas), las iglesias pueden decidir que otra aproximación a esta cuestión concuerda más con sus propias enseñanzas.
Por otra parte, en una iglesia en la que solo los principales oficiales de la iglesia han ayudado en el servicio de la Comunión durante muchos años, la iglesia puede decidir que permitir la participación de alguien más en la distribución de los elementos simbolizaría la participación de esas personas en el liderazgo y el gobierno de la iglesia, y puede que deseen postergar los cambios por lo menos hasta que sea posible impartir alguna enseñanza clara.
Otras iglesias pueden considerar que la función de liderazgo está tan claramente ligada con la distribución de los elementos que desearían continuar con esa práctica restrictiva.
¿Con qué frecuencia debe celebrarse la Cena del Señor? La Escritura no nos lo dice. Jesús dijo simplemente: «Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa» (1ª Corintios 11: 26). Sería apropiado considerar aquí también la directriz de Pablo sobre los servicios de adoración: «Hágase todo para edificación» (2ª Corintios 14: 26).
Realmente, ha sido la práctica de la mayoría de las iglesias a través de su historia celebrar la Cena del Señor cada semana cuando los creyentes se reúnen. Sin embargo, en muchos grupos protestantes desde la Reforma, ha habido una celebración menos frecuente de la Cena del Señor-a veces una vez o dos veces al mes, o, en muchas iglesias reformadas, solo cuatro veces al año.
Si se planifica y explica y se lleva a cabo la Cena del Señor de tal manera que es un tiempo de auto-examen, confesión, y acción de gracias y alabanza, entonces celebrarla una vez a la semana sería demasiado frecuente, no obstante, y ciertamente puede ser observada con esa frecuencia «para edificación».
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. ¿Qué cosas simbolizadas por la Cena del Señor han recibido un nuevo énfasis en su pensamiento como resultado de la lectura de este capítulo? Se siente más deseoso de participar en la Cena del Señor ahora que antes de la lectura del capítulo? ¿Por qué?
2. ¿De qué manera diferente (si alguna) se acercará usted a la Cena del Señor de forma ahora? ¿Cuál de las cosas simbolizadas en la Cena del Señor lo alienta más en su vida cristiana en este momento?
3. ¿Qué criterio de la naturaleza de la presencia de Cristo en la Cena del Señor le han enseñado con anterioridad en la iglesia? ¿Cuál es su propio criterio ahora?
4. ¿Hay algunas relaciones personales arruinadas que usted deba enmendar antes de venir otra vez a la Cena del Señor?
5. ¿Hay aspectos en los cuales su iglesia necesite enseñar más sobre la naturaleza de la Cena del Señor? ¿Cuáles son?
TÉRMINOS ESPECIALES
Comunión, consubstanciación, eucaristía, no discernir el cuerpo, presencia espiritual, presencia simbólica, transubstanciación, ubicuidad de la naturaleza humana, de Cristo.
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR

1ª Corintios 11: 23-26: Yo Recibí Del Señor Lo Mismo Que Les Trasmití A Ustedes: Que El Señor Jesús, La Noche En Que Fue Traicionado, Tomó Pan, Y Después De Dar Gracias, Lo Partió Y Dijo: «Este Es Mi Cuerpo, Que Por Ustedes Entrego; Hagan Esto En Memoria De Mí». De La Misma Manera, Después De Cenar, Tomó La Copa Y Dijo: «Esta Copa Es El Nuevo Pacto En Mi Sangre; Hagan Esto, Cada Vez Que Beban De Ella, En Memoria De Mí». Porque Cada Vez Que Comen Este Pan Y Beben De Esta Copa, Proclaman La Muerte Del Señor Hasta Que Él Venga.