¿QUÉ CLASE DE AUTORIDAD TIENE LA IGLESIA? ¿CÓMO DEBE FUNCIONAR LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA?
EXPLICACIÓN Y BASE
BÍBLICA
Cuando
miramos a los poderosos gobiernos del mundo y otras organizaciones de negocios
o educativas que tienen gran influencia, y luego consideramos nuestras iglesias
locales, o incluso nuestras sedes denominacionales, la iglesia puede parecernos
débil e ineficaz.
Todavía
más, cuando reconocemos el rápido crecimiento del mal que se ve diariamente en
nuestra sociedad, tal vez nos preguntemos si la iglesia tiene poder para hacer
algún cambio.
Por
otro lado, en algunos países la iglesia oficialmente reconocida tiene gran
influencia en la conducción de asuntos nacionales. Esto fue ciertamente verdad
de la influencia de la Iglesia Católica Romana en tiempos anteriores en algunos
países del sur de Europa y de América Latina (y todavía lo es hasta cierto
punto).
Fue
cierto de la iglesia de Inglaterra en siglos previos, y de la iglesia de Juan
Calvino en Ginebra, Suiza, mientras él vivía, y de la iglesia fundada por los
peregrinos en la colonia de la bahía de Massachusetts en 1620. Situaciones como
éstas en donde la iglesia parece tener gran influencia nos hacen preguntar si
la Biblia pone alguna limitación al poder de la iglesia.
Podemos
definir el poder de la iglesia como sigue: El poder de la iglesia es la
autoridad que Dios le ha dado para desempeñar guerra espiritual, proclamar el
evangelio y ejercer disciplina eclesiástica.
Aunque
estos tres aspectos se superponen y se los podría considerar en cualquier
orden, puesto que la categoría de «guerra espiritual» es la categoría más
amplia se la tratará primero. Esta perspectiva del poder de la iglesia también
nos recuerda que el poder de la iglesia, a diferencia de la influencia que
ejercen ejércitos y gobiernos humanos, afecta directamente al ámbito
espiritual.
A. GUERRA ESPIRITUAL
Pablo
les recuerda a los corintios: «Pues aunque vivimos en el mundo, no libramos
batallas como lo hace el mundo. Las armas con que luchamos no son del mundo,
sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas» (2ª Co 10: 3-4).
Estas armas, usadas contra las fuerzas demoníacas que estorban el esparcimiento
del evangelio y el progreso de la iglesia, incluyen cosas tales como la
oración, la adoración, la autoridad de reprender a las fuerzas demoniacas, las
palabras de la Biblia, la fe, y la conducta justa de parte de los miembros de
la iglesia. (Pablo da en Ef 6: 10-18 más detalles en cuanto a nuestro conflicto
espiritual y la armadura que llevamos para el mismo).
Cuando
consideramos este poder espiritual en un sentido amplio, ciertamente incluye el
poder del evangelio para abrirse paso por el pecado y oposición endurecida, y
despertar fe en los corazones de los no creyentes (ver Ro 10: 17; Stg 1: 18; 1ª
P 1:23). Pero este poder también incluye poder espiritual que dejará en
efectivas la oposición demoniaca al evangelio.
Vemos
ejemplos de esto en Hch 13:8-11, en donde Pablo pronunció juicio sobre el mago
Elimas, que se oponía a la predicación del evangelio, y en Hch 16: 16-18, en
donde Pablo reprendió a un espíritu demoniaco en la muchacha adivina que
fastidiaba a Pablo mientras él predicaba el evangelio.
Tal
poder espiritual para derrotar a la oposición del mal se vio frecuentemente en
la iglesia primitiva, tal como al librar a Pedro de la cárcel (Hch 12: 1-17), y
tal vez en el juicio subsiguiente del rey Herodes Agripa (Hch 12: 20-24).2
Sin
embargo Pablo se da cuenta de que puede usar este poder espiritual no sólo
contra los que están fuera de la iglesia que se oponen al evangelio, sino también
contra los que están dentro de la iglesia y se oponen activamente a su
ministerio apostólico. Dice en cuanto a algunos arrogantes buscapleitos de la
iglesia: «Lo cierto es que, si Dios quiere, iré a visitarlos muy pronto, y ya
veremos no sólo cómo hablan sino cuánto poder tienen esos presumidos.
Porque
el reino de Dios no es cuestión de palabras sino de poder» (1ª Co 4: 19-20).
Tal poder no es cuestión de juego, porque fue el mismo poder del Espíritu Santo
que dio muerte a Ananías y Safira (Hch 5: 1-11) y dejó ciego a Elimas (Hch 13:
8-11). Pablo no quería usar este poder en una capacidad de juicio, sino que
estaba preparado para hacerlo si fuera necesario.
Más
tarde escribió de nuevo a los corintios que sus acciones cuando estuviera
presente serían tan poderosas como sus cartas cuando estaba ausente (2ª Co 10:
8-11), y advirtió a los que se oponían a su autoridad y habían pecado
públicamente y no se arrepentían: «Cuando vuelva a verlos, no seré indulgente
con los que antes pecaron ni con ningún otro, ya que están exigiendo una prueba
de que Cristo habla por medio de mí.
De
igual manera, nosotros participamos de su debilidad, pero por el poder de Dios
viviremos con Cristo para ustedes» (2ª Co 13: 2-4). Luego añade un recordatorio
final de su renuencia a usar esta autoridad, diciéndoles que les escribe antes
de ir «para que cuando vaya no tenga que ser severo en el uso de mi autoridad,
la cual el Señor me ha dado para edificación y no para destrucción» (2ª Co 13:
10).
Ahora
podemos preguntar si la iglesia hoy tiene el mismo grado de poder espiritual
que tuvieron los apóstoles Pedro o Pablo. Ciertamente hay una distinción entre
los apóstoles y otros creyentes iniciales incluso en el libro de Hechos (nótese
que inmediatamente después de la muerte de Ananías y Safira «por medio de los
apóstoles ocurrían muchas señales y prodigios entre el pueblo», pero «nadie
entre el pueblo se atrevía a juntarse con ellos, aunque los elogiaban», Hch
5:12-13).
Es
más, Pablo no instruyó a ningún dirigente de la iglesia de Corinto, y ni
siquiera a Timoteo o a Tito, a ejercer ese poder espiritual en Corinto contra
sus opositores.
Habló
de tal poder que el Señor «me ha dado» (2ª Co 13: 10), no del poder que el
Señor le había dado a la iglesia o a los creyentes en general.
Por otro
lado, Pablo en efecto dirige a la iglesia de Corinto a ejercer disciplina
eclesiástica en un caso de incesto en la iglesia de Corinto, y a hacerlo
«Cuando se reúnan en el nombre de nuestro Señor Jesús, y con su poder yo los
acompañe en espíritu» (1ª Co 5: 4). Es más, las descripciones de la guerra
espiritual en Efesios 6:10-18 y 2ª Corintios 10: 3-4 parecen aplicables a los
creyentes en general, y pocos hoy negarían que la iglesia tiene autoridad para
orar en contra y hablar con autoridad contra la oposición demoniaca a la obra
del evangelio.' Así que parecería haber por lo menos algún grado significativo
de poder espiritual contra la oposición del mal que Dios está dispuesto a
conceder a la iglesia en toda edad (incluyendo la presente).
Tal
vez es imposible definir más específicamente el grado de poder espiritual que
Dios le concederá a la iglesia en tiempos de conflictos contra el mal, pero no
necesitamos saber los detalles de antemano; nuestro llamamiento es simplemente
ser fieles a la Biblia en la oración y al ejercer la disciplina eclesiástica, y
entonces dejar el resto en las manos de Dios, sabiendo que él concederá
suficiente poder para realizar sus propósitos mediante la iglesia.
NOTA: Jesús a menudo reprendió a espíritus
demoniacos que creaban disturbios cuando él ministraba a las personas; ver (Mr
1:23-26; 5:1-13).
El texto no específica que la muerte de Herodes
estuvo de alguna manera conectada con la (oración constante y ferviente) (Hch
12: 5) que la iglesia elevó por Pedro, pero el hecho de que la narración en
cuanto a la muerte de Herodes viene de inmediato después del relato de que él
mató a espada a Santiago, el hermano de Juan, y que él puso a Pedro en la
cárcel ciertamente es un indicio del hecho de que Dios quería esto como juicio
sobre uno de los enemigos primordiales de la iglesia, mostrando que ninguna
oposición puede levantarse en contra del progreso del evangelio.
Este entendimiento lo respalda el hecho de que la
afirmación que sigue de inmediato a la narración de la muerte de Herodes es:
«Pero la palabra de Dios seguía extendiéndose y difundiéndose» (Hch 12:24).
B. LAS LLAVES DEL REINO
La
frase «las llaves del reino» aparece sólo una vez en la Biblia, en Mateo 16:
19, en donde Jesús le habla a Pedro: «Te daré las llaves del reino de los
cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que
desates en la tierra quedará desatado en el cielo». ¿Cuál es el significado de
estas «llaves del reino de los cielos»?'
En
otras partes del Nuevo Testamento una llave siempre implica autoridad para
abrir una puerta y dar entrada a un lugar o ámbito. Jesús dice: «¡Ay de
ustedes, expertos en la ley!, porque se han adueñado de la llave del
conocimiento. Ustedes mismos no han entrado, y a los que querían entrar les han
cerrado el paso» (Lc 11: 52).
Es
más, Jesús dice en Apocalipsis 1:18: «Tengo las llaves de la muerte y del
infierno», implicando que él tiene la autoridad para conceder entrada y salida
de esos ámbitos. (Cf. también Ap 3: 7; 9: 1; 20:1; y también la predicción
mesiánica en Is 22: 22).
Las
«llaves del reino de los cielos» por consiguiente representa por lo menos
autoridad para predicar el evangelio de Cristo (Mt 16:16) y así abrir la puerta
del reino de los cielos y permitir que la gente entre.
Pedro
usó primero esta autoridad al predicar el evangelio en Pentecostés (Hch 2:
14-42). Pero a los otros apóstoles también se les dio esta autoridad en un
sentido primario (escribieron el evangelio en forma permanente en el Nuevo
Testamento). Y todos los creyentes tienen esta «llave» en un sentido
secundario, porque todos pueden proclamar el evangelio a otros, y por ello
abrir el reino de los cielos a los que entrarán.
El resto de esta sección que considera las llaves
del reino de los cielos es adaptado del artículo «Keys of the Kingdom», por
Wayne Grudem, en EDT, pp. 604-5, Y se usa aquí con permiso.
Pero
¿hay otra autoridad, además de ésta, que Jesús implica con la frase «las llaves
del reino de los cielos»? Hay dos factores que sugieren que la autoridad de las
llaves aquí también incluye la autoridad de ejercer disciplina dentro de la
iglesia:
(1) El plural «llaves» sugiere autoridad sobre más de una puerta. Así, se
implica algo más que simplemente entrada al reino; también se sugiere alguna
autoridad dentro del reino.
(2) Jesús completa la promesa en cuanto a las llaves con la afirmación de
«atar» y «desatar», que es un paralelo cercano a otro dicho suyo en Mateo 18,
en el cual «atar» y «desatar» significa poner bajo disciplina eclesiástica y
libertar de la disciplina eclesiástica:
Si Se Niega A Hacerles Caso A Ellos, Díselo A La Iglesia; Y Si Incluso A
La Iglesia No Le Hace Caso, Trátalo Como Si Fuera Un Incrédulo O Un Renegado.
Les Aseguro Que Todo Lo Que Ustedes Aten En La Tierra Quedará Atado En El
Cielo, Y Todo Lo Que Desaten En La Tierra Quedará Desatado En El Cielo Mt 18:1
7-18).
Pero
si «atar» y «desatar» claramente se refiere a la disciplina eclesiástica en
Mateo 18, entonces parece probable que también debe referirse a la disciplina
eclesiástica en Mateo 16, en donde las palabras de Jesús son muy similares.
Este
concepto de atar y desatar en términos de disciplina eclesiástica también
encaja en el contexto de Mateo 16:19, porque, según esta comprensión, después
de prometer edificar su iglesia (v. 18), Jesús promete dar no sólo la autoridad
de abrir la puerta de la entrada al reino, sino también alguna autoridad
administrativa para regular la conducta de las personas una vez que estén
dentro: Por consiguiente, parece que «las llaves del reino de los cielos» que
Jesús le prometió a Pedro en Mateo 16: 19 incluyen tanto:
(1) la capacidad de admitir personas al reino por la predicación del
evangelio, y:
(2) autoridad para ejercer disciplina eclesiástica para los que en efecto
entran.
En
Mateo 16: 16-19Jesús no indica si la autoridad de las llaves será más adelante
dada a otros además de Pedro. Pero ciertamente la autoridad de predicar el
evangelio es dada a otros en un tiempo posterior, y en Mateo 18: 18Jesús no
indica explícitamente que la autoridad de ejercer disciplina eclesiástica es
dada a la iglesia en general cuando se reúne y corporativamente aplica tal
disciplina (díselo a la iglesia), Mt 18: 17).
Así,
ambos aspectos de la autoridad de las llaves, aunque primero se la da a Pedro,
pronto se expandió para incluir la autoridad dada a la iglesia como un todo. Al
predicar el evangelio y al ejercer la disciplina la iglesia ahora ejerce la
autoridad de las llaves del reino.
NOTA: La afirmación de Mt 16:19 usa pronombres en
singular para «todo lo que» y «tú» (refiriéndose a Pedro), en tanto que Mt 18:
18 usa plural (refiriéndose a los creyentes en general), pero las mismas
palabras griegas se usan para (atan) (deo) y «desatar» ([UD), y la construcción
gramatical (futuro perfecto perifrástico) es la misma.
Algunos han argumentado que atar y desatar no se
refiere a acciones de disciplina eclesiástica, sino a una autoridad que hace
varias reglas de conducta, porque en la literatura rabínica que viene de
maestros judíos alrededor del tiempo de Jesús las palabras atar y desatar a
veces se usan para prohibir y permitir varias clases de conducta.
Esta interpretación no parece persuasiva, sin
embargo, porque estas afirmaciones rabínicas son un paralelo mucho más distante
que la declaración de Jesús mismo en Mt 18: 18, en donde claramente se tiene en
mente la disciplina eclesiástica. Todavía más, es dificil saber si alguno de
los paraderos rabínicos es anterior al tiempo del Nuevo Testamento, o mostrar
que tales palabras han funcionado como términos técnicos en el vocabulario ordinario
de Jesús y sus oyentes; es más, Mt 18: 18 muestra que no funcionaban como
términos técnicos de esa manera, porque más bien se los usa para referirse a la
disciplina eclesiástica en ese versículo.
¿Qué
personas o acciones están sujetas a la clase de disciplina eclesiástica
implicada por la autoridad de las llaves? Tanto en Mateo 16:19 y 18:18 el
término «todo lo que» es neutro en griego, y parece indicar que Jesús está
hablando no específicamente a persona (todo el que, para lo que ordinariamente
se esperaría un plural masculino), sino más bien más generalmente a situaciones
y relaciones que surgen dentro de la iglesia. Esto no excluiría la autoridad de
ejercer disciplina sobre individuos, pero la frase es más amplia que eso, e
incluye acciones específicas que están sujetas también a la disciplina.
Sin
embargo, la autoridad de las llaves con respecto a la disciplina eclesiástica
no es completamente ilimitada. Será efectiva sólo contra el verdadero pecado
(Mt 18: 15), pecado según lo define la palabra de Dios. La iglesia no tiene
autoridad propia para legislar lo que es moralmente bueno o malo en un sentido
absoluto, porque la autoridad para definir el bien y el malle pertenece sólo a
Dios (ver Ro 1: 32; 2:1 6; 3: 4-8; 9:20; Sal 119: 89, 142, 160; Mt 5: 18).
La
iglesia puede sólo declarar y enseñar lo que Dios ya ha ordenado en su palabra.
Tampoco la autoridad de las llaves puede incluir autoridad para perdonar
pecados en un sentido absoluto, porque la Biblia es clara que eso puede ser
hecho sólo por Dios mismo (Is 43: 25; 55: 7; Mr 2:7, 10; Sal 103: 3; 1ª Jn
1:9). Por consiguiente, la autoridad para aplicar la disciplina en la iglesia
es una autoridad que se debe desempeñar de acuerdo a las normas de las
Escrituras.
¿Es
posible ser más específico en cuanto a la clase de autoridad espiritual que va
incluida en el uso de las llaves del reino de los cielos? Tanto Mateo 16: 19
como 18: 18 usan una construcción verbal griega inusual (un futuro perfecto
perifrástico).
Lo
traduce mejor la RVR: «Todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo;
y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.' Varios otros
ejemplos de esta construcción muestran que indica no simplemente una acción
futura (será atado), para lo cual un tiempo griego común estaba disponible
(futuro pasivo), sino más bien una acción que quedaría completa antes de algún
punto en el futuro con efectos que continuarían sintiéndose.
De
este modo, Jesús está enseñando que la disciplina eclesiástica tendrá sanción
celestial. Pero no es como si la iglesia deba esperar a que Dios endose sus
acciones después de que la acción ha tenido lugar. Más bien, siempre que la
iglesia aplica la disciplina puede tener la confianza de que Dios ya ha
empezado el proceso espiritualmente. Siempre cuando la iglesia libra de la
disciplina y perdona pecado, y restaura las relaciones personales, la iglesia
puede tener la confianza de que Dios ya ha empezado la restauración
espiritualmente (Jn 20: 23).
De
esta manera Jesús promete que la relación espiritual entre Dios y la persona
sujeta a la disciplina será afectada de inmediato de maneras consistentes con
la dirección de la acción disciplinaria de la iglesia. La disciplina
eclesiástica legítima, por consiguiente, incluye la certeza asombrosa de que ya
ha empezado una disciplina celestial correspondiente.
Todavía
más, esta enseñanza del poder de las llaves tiene una aplicación significativa
a los creyentes individuales que empiezan a estar sujetos a la disciplina de
una verdadera iglesia: los creyentes deben someterse a esta disciplina y no
huir de ella, porque Dios mismo también los ha puesto bajo disciplina por ese
pecado.
NOTA: En Jn 20: 23, el perdón de pecados por parte
de los discípulos se entiende mejor como libertad de la disciplina eclesiástica
y la restauración de relaciones personales en un sentido similar a
«desatar" de Mt 16: 19 y 18: 18.
Ver la explicación gramatical en el comentario de
D. A. Carson sobre mateo en The Expositors' Bible Commentary, pp. 370--72.
Ver ejemplos en Lc 12:52; Gn 43:9; 44:32; Éx 12:6;
Sirac 7:25; Hermas, Similitudes 5.4.2; Letter of Aristeas 40.
C. EL PODER DE LA IGLESIA Y EL PODER DEL ESTADO
Las
secciones previas han considerado el poder espiritual y la guerra espiritual
que debe ejercer la iglesia. Pero, ¿debe la iglesia usar alguna vez fuerza
fisica (armas y ejércitos, por ejemplo) para realizar su misión? La frase que
comúnmente se usa para referirse a la idea de guerra fisica o del mundo es
«tomar la espada».
Hay
varias indicaciones en la Biblia de que la iglesia nunca debe tomar la espada
para realizar sus propósitos en edad del nuevo pacto. Este fue un error
horroroso que se cometió en las Cruzadas, cuando ejércitos patrocinados por la
iglesia marcharon por Europa y Asia intentando recuperar la tierra de Israel.
En estos casos la iglesia estaba tratando de usar la fuerza fisica para lograr
triunfos sobre territorios terrenales.
Pero
Jesús dijo: «Mi reino no es de este mundo . .. Si lo fuera, mis propios
guardias pelearían» Gn 18: 36). La iglesia tiene el poder de las llaves, que es
poder espiritual. Debe participar en las batallas espirituales usando armas
espirituales, pero no debe usar el poder de la espada para realizar sus
propósitos. «Las armas con que luchamos no son del mundo» (2ª Co 10: 4).
Por
cierto que Dios en efecto le da al gobierno civil el derecho de llevar la
espada, es decir, usar la fuerza para castigar el mal en el mundo (Ro 13: 1-7).
Pero no hay indicación de que el poder del gobierno se deba usar para obligar a
alguna persona a adherirse al cristianismo. Es más, hay varias indicaciones de
que Jesús rehusó usar el poder de la fuerza fisica para obligar a las personas
a aceptar el evangelio. Por ejemplo, cuando la ciudad de los samaritanos no
quiso recibir a Jesús, Jacobo y Juan le preguntaron: «Señor, ¿quieres que
hagamos caer fuego del cielo para que los destruya?» (Lc 9: 54).
Pero
Jesús «los reprendió» (v. 55) incluso por hacer tal sugerencia. Jesús vino la
primera vez para ofrecer el evangelio a todos los que lo recibirían, no para
aplicar castigo a los que lo rechazaban. Por eso pudo decir: «Dios no envió a
su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él» Gn
3:17). Un día vendrá de nuevo enjuicio, al fin de la edad de la iglesia, pero
durante esta edad no es prerrogativa de la iglesia usar la fuerza fisica para
aplicar castigo.
Jesús
claramente hizo una distinción entre la autoridad concedida al gobierno y la
autoridad que Dios ejerce en nuestra lealtad personal a él cuando dijo:
«Entonces denle al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios» (Mt
22: 21). Y aunque Jesús reconoció la autoridad del gobierno civil, rehusó
usurpar para sí mismo esa autoridad, diciéndole a alguien: (Hombre, ¿quién me
nombró a mí juez o árbitro entre ustedes?) con respecto a un asunto de una
herencia familiar (Lc 12: 13-14).
NOTA: Edrnund Clowney correctamente observa: «No
debemos suponer que Cristo les negó a los apóstoles el derecho de traer su
reino con la espada, pero le concedió ese derecho a Pilato" (he Biblical
Theology of the Church,), en The Church in the Bible and the World, ed. Por D. A. Carson [Patemoster, Exeter, y Baker, Grand Rapids, 1987J, p.
33).
Otra
razón por la que el gobierno no debe usar la fuerza para exigir adherencia al
cristianismo es que en el nuevo pacto, la membrecía en la iglesia y lealtad a
Cristo deben ser voluntarias. No la puede obligar ni la familia ni el estado.
Es más, la fe en Cristo, para que sea sostenida y practicada verdaderamente, no
puede ser impuesta por la fuerza. Si es impuesta, cambiar su calidad esencial y
ya no es un acto voluntario del individuo, y no puede ser fe verdadera.
De
esto también se sigue que el gobierno civil no debe imponer leyes que exijan o
prohíban algún tipo de doctrina de la iglesia, o limitando la libertad de las
personas para adorar como prefieran. Por otro lado, la iglesia na gobierna ni
debe gobernar sobre el estado, como si fuera algún tipo de autoridad más alta
sobre el estado; porque no lo es. Más bien, la autoridad de la iglesia y la del
estado pertenecen a esferas distintas (Mt 22: 21; Jn 18: 36; 2ª Co 10: 3-4), y
cada uno debe respetar la autoridad que Dios le ha dado al otro en su propia
esfera de operación.
Estas
limitaciones de las actividades de la iglesia y del estado son diferentes de la
práctica de la Iglesia Católica Romana durante mucho de la Edad Media, en donde
a menudo la iglesia tenía más poder que el gobierno civil. Estos principios
también difieren de la práctica de la iglesia de Inglaterra, que está sujeta a
la autoridad de la reina y del parlamento en el nombramiento de obispos y
cualquier cambio en normas doctrinales.
El no
respetar los distintos papeles de la iglesia y del estado se ve en muchas
naciones católico romanas hoy, en donde la iglesia todavía tiene una fuerte
influencia el gobierno, y en la membrecía obligatoria en las iglesias
protestantes auspiciadas por el estado en el norte de Europa después de la
Reforma, situación que causó que muchos inmigrantes huyan a los Estados Unidos
buscando libertad de religión.
Sin
embargo, se debe decir que el grado de religión impuesta por el estado en
países protestantes o católico romanos es leve comparado con la religión
auspiciada por el estado e impuesta por el estado en las naciones musulmanas
hoy, y en muchas naciones hindúes y budistas por igual. Es más, es dificil
hallar genuina libertad de religión aparte de la fuerte influencia del
cristianismo evangélico saludable en alguna nación alrededor del mundo (excepto
en donde varias religiones son tan débiles o tan parejamente balanceadas que
ninguna religión tiene poder político dominante).
Siempre
que los creyentes se involucran en el ámbito político, deben claramente afirmar
la libertad de religión como póliza política que no es negociable, y deben
estar dispuestos a defender por igual esa libertad para otras religiones aparte
de la propia. La fe cristiana puede pararse en sus propios pies y competir muy
bien en el mercado laboral de ideas en cualquier sociedad y en cualquier
cultura, siempre y cuando tenga la libertad para hacerlo.
Finalmente,
lo que se ha dicho arriba no se debe mal entender como prohibición en contra de
los creyentes que intentan dar influencia moral positiva en el gobierno o
intentan persuadir a los gobiernos a dictar leyes consistentes con las normas
bíblicas de moralidad.
Está bien
que los creyentes intenten persuadir a los gobiernos a que dicten leyes que
protejan a las familias y la propiedad privada, y la vida de los seres humanos;
leyes que a la vez prohíban y castiguen el homicidio, el adulterio, el robo y
la ruptura de contratos (cosas que violan los Diez Mandamientos), así como
también que prohíban la conducta homosexual, la borrachera, el abuso de drogas,
aborto, y otras cosas que son incongruentes con las normas bíblicas de
moralidad.
Estas
cosas son muy diferentes a exigir creencia en cierto tipo de doctrina de
iglesia o convicción teológica, o de exigir que las personas asistan a cierto
tipo de iglesias o cultos de adoración. Esto último es claramente actividades
«religiosas» en el sentido estrecho en que pertenecen a nuestra relación con
Dios y nuestras creencias en cuanto a él. 11 Los gobiernos también deben
abstenerse de dictar leyes en cuanto a estas cosas.
D. DISCIPLINA ECLESIÁSTICA
Puesto
que la disciplina eclesiástica es un aspecto del uso del poder de la iglesia,
es apropiado aquí dar alguna consideración a los principios bíblicos
pertinentes a la práctica de la disciplina eclesiástica.
1. PROPÓSITO DE LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA.
A. RESTAURACIÓN Y
RECONCILIACIÓN DEL CREYENTE QUE SE HA DESCARRIADO:
El
pecado estorba la comunión entre creyentes y con Dios. A fin de que haya
reconciliación, hay que lidiar con el pecado. Por consiguiente, el propósito
primario de la disciplina eclesiástica es procurar el objetivo doble de
restauración (del ofensor a la conducta apropiada) y reconciliación (entre
creyentes, y con Dios).
Así
como los padres sabios disciplinan a sus hijos (Pr 13: 24: «amarlo [al hijo] es
disciplinarlo), y así como Dios nuestro Padre disciplina a los que ama (Heb
12:6; Ap 3: 19), así la iglesia en su disciplina está actuando en amor para
traer de regreso al hermano o hermana que se ha descarriado, restableciendo a
la persona a la comunión correcta y rescatándola de los patrones destructivos
de vida. En Mateo 18: 15 la esperanza es que la disciplina se detendrá en el
primer paso, cuando alguien va sólo: «Si te hace caso, has ganado a tu
hermano». La frase «has ganado a tu hermano» implica que los que aplican la
disciplina deben tener siempre en mente la meta de reconciliación personal
entre creyentes. Pablo nos recuerda que debemos «restaurar» al hermano o
hermana que peca «con una actitud humilde» (Gá 6: 1), y Santiago nos anima a
«hace[r] volver a un pecador de su extravío» (Stg 5:20).
Es
más, sino miembros de la iglesia participaran activamente en dar palabras
privadas de amonestación gentil y en oración unos a otros cuando se ve la
primera evidencia clara de conducta de pecado, muy poca disciplina eclesiástica
formal habría que aplicar, porque el proceso empezaría y terminaría con una
conversación entre dos personas y nunca llegaría a saberlo nadie más.
Incluso
cuando se toma el paso final de «excomunión» (es decir, sacar a alguien del
compañerismo o «comunión» de la iglesia), todavía es con la esperanza de que
resulte el arrepentimiento. Pablo entregó a Himeneo y a Alejandro a Satanás
«para que aprendan a no blasfemar» (1ª Ti 1: 20), y el hombre que vivía en
incesto en Corinto fue entregado a Satanás «a fin de que su espíritu sea salvo
en el día del Señor» (1ª Co 5: 5).
Si los
creyentes que deben dar pasos de disciplina eclesiástica continúan recordando
este primer propósito: la reconciliación unos con otros y con Dios de los
creyentes que se han descarriado, y la restauración de los patrones correctos
de vida, entonces será mucho más fácil para las partes involucradas continuar
actuando con genuino amor, y los sentimientos de ira o deseos de venganza de
parte de los que han sido ofendidos, que a menudo yacen cerca de la superficie,
se evitarán mucho más fácilmente.
NOTA: El hecho de que los creyentes deben tratar de
influir en el gobierno para dictar leyes consistentes con las normas bíblicas
se indica en pasajes tales como Mt 6: 10; 14: 4; Hch 24: 25; y 1ª Ti 2:1-4.
Podemos esperar que las normas morales de la Biblia también con el tiempo ganarán
consentimiento general de la mayoría de personas en una sociedad dada, puesto
que esas normas morales también han sido inscritas en sus corazones y por
consiguiente tienen un testimonio en sus conciencias de que estas normas son
correctas (ver Ro 2: 14-15).
Ese es también el caso de que Dios considera a
todas las sociedades y culturas responsables en cuanto a obedecer sus normas
morales, y a menudo en el antiguo testamento los profetas de Dios pronunciaron
juicio no sólo sobre el pueblo de Israel sino también contra las sociedades
paganas y morales, aunque ellas no tuvieran escrita las leyes de Dios (ver Dt
9: 5; Is 13-23; Ez 25-32; Dn 4: 27; Am 1-2; Abdías [que escribe a Edom];Jonás
[que profetizó a Nínive]; Nahum [que profetizó a Nínive]; Hab 2; Sof 2). Es
más, es Dios quien envía a los gobiernos civiles "para castigar a los que
hacen el mal y reconocer a los que hacen el bien» (1ª P 2: 14).
En su excelente libro sobre disciplina
eclesiástica, Church Discipline TItat Heals (Inter Varsity Press, Downers
Grove, m., 1985; originalmente publicado como Healing the Wounded), John White
y Ken Blue nota que el hecho de no mantener la reconciliación como el objetivo
primario de la disciplina eclesiástica ha llevado a muchos abusos del proceso
en la historia de la iglesia (ver esp. pp. 45-56).
Pero ellos mismos dicen que «la verdadera
reconciliación nunca tiene lugar sin cambio en las partes involucradas» (p.
46). Por consiguiente, he combinado la reconciliación con la restauración en
esta primera sección.
B. IMPEDIR QUE EL PECADO SE
EXTIENDA A OTROS:
Aunque
el objetivo primario de la disciplina eclesiástica es la restauración y
reconciliación para el creyente que yerra, en esta edad presente la
reconciliación y la restauración no siempre tendrán lugar.
Pero
sea que la restauración surja o no, a la iglesia se le dice que aplique la
disciplina porque sirve por igual a otros dos propósitos.
Otro
propósito es impedir que el pecado se extienda a otros. El autor de Hebreos les
dice a los creyentes que se cuiden «de que ninguna raíz amarga brote y cause
dificultades y corrompa a muchos» (Heb 12: 15). Esto quiere decir que si algún
conflicto entre personas no se resuelve rápidamente, los efectos se pueden
esparcir a otros; a veces eso tristemente parece ser cierto en muchos casos de
división de la iglesia.
Pablo
también dice: «un poco de levadura hace fermentar toda la masa» y les dice a
los corintios que saquen de la iglesia al hombre que vive en incesto (1 Ca 5:2,
6-7), para que el pecado no afecte a toda la iglesia. Si no se disciplina a ese
hombre, los efectos del pecado se esparcirían a muchos otros que tal vez sepan
del asunto y que verían que la iglesia presta poca atención al mismo.
Esto
haría que piensen que tal vez el pecado no era tan malo como pensaban, y otros
tal vez se verían tentados a cometer un pecado similar o parecido. Es más, si
no se aplica la disciplina contra una ofensa específica, entonces será mucho
más dificil que la iglesia aplique disciplina en un tipo similar de pecado que
cometa algún otro en el futuro.
Pablo
también le dijo a Timoteo que debían reprender en presencia de todos a los
ancianos que persistían en pecado, «para que sirva de escarmiento» (1ª Ti 5:
20); es decir, para que otros también se den cuenta de que no se tolerará el
pecado sino que recibirá disciplina tanto de la iglesia como de Dios mismo. De
hecho, Pablo reprendió a Pedro públicamente, para que otros no sigan el mal ejemplo
de Pedro de separarse y comer sólo con los creyentes judíos (Gá 2: 11).
NOTA: La frase inusual «entregar a Satanás» en
estos versículos parece querer decir «sacar fuera de la iglesia» puesto que es
claramente lo que Pablo les dice a los corintios que hagan en 1ª Co 5: 2,7, 13.
Sacar a alguien de la iglesia pone a esa persona de nuevo en el reino de esta
edad de pecado, que está gobernada por Satanás.
C. PROTEGER LA PUREZA DE LA
IGLESIA Y EL HONOR DE CRISTO:
Un
tercer propósito de la disciplina eclesiástica es proteger la pureza de la
iglesia de modo que no se deshonre a Cristo. Por supuesto, ningún creyente de
esta edad tiene un corazón completamente puro, y todos tenemos pecado que queda
en nuestras vidas. Pero cuando un miembro de la iglesia continúa pecando de
manera que es externamente evidente a otros, especialmente a los no
creyentes,'4 esto claramente es deshonor para Cristo.
Es
similar a la situación de los judíos que desobedecieron la ley de Dios y
llevaron a los no creyentes a mofarse y blasfemar el nombre de Dios (Ro 2: 24:
«Por causa de ustedes se blasfema el nombre de Dios entre los gentiles»).
Por
eso Pablo se asombra de que los Corintios no hayan disciplinado al hombre que
continuaba en pecado voluntario que en la iglesia conocía públicamente (1ª Co
5: 1-2: «¡Y de esto se sienten orgullosos! ¿No debieran, más bien, haber
lamentado lo sucedido?. También se preocupa grandemente saber que «un hermano
demanda a otro, Y esto ante los incrédulos!» (1ª Co 6:6).
Antes
que permitir tales faltas morales en el carácter de la iglesia, Pedro anima a
los creyentes: «esfuércense para que Dios los halle sin mancha y sin defecto, y
en paz con él» (2ª P 3: 14). Y nuestro Señor Jesús quiere presentarse a sí
mismo una iglesia «radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección,
sino santa e intachable» (Ef 5: 27), porque él es la cabeza de la iglesia, y el
carácter de ella refleja la reputación de él.
Incluso
los ángeles y los demonios miran a la iglesia y contemplan la sabiduría de Dios
expresada en ella (Ef 3: 10); por consiguiente (Ef 4: 1) Pablo anima a los
creyentes a que se esfuercen «por mantener la unidad del Espíritu mediante el
vínculo de la paz» (Ef 4: 3).
Esto
es asunto muy serio. Puesto que el Señor Jesús es celoso de su propio honor, si
la iglesia no ejerce la disciplina apropiada, él lo hará por sí mismo, como lo
hizo en Corinto, en donde la disciplina del Señor resultó en enfermedad y
muerte (1ª Cao 11: 27-34), y como advirtió que haría tanto a Pérgamo (Ap 2:
14-15) y Tiratira (Ap 2: 20).
En
estos dos últimos casos el Señor se desagradaba con toda la iglesia por tolerar
desobediencia externa y no ejercer la disciplina: «Sin embargo, tengo en tu
contra que toleras a Jezabel, esa mujer que dice ser profetisa. Con su
enseñanza engaña a mis siervos, pues los induce a cometer inmoralidades
sexuales y a comer alimentos sacrificados a los ídolos» (Ap 2:20; cf. vv
14-16).
NOTA: Los propósitos de la disciplina eclesiástica
que se consideran arriba están resumidos bien en la Confesión Westminster de
fe, capitulo 30, párrafo 3: «Las censuras de la iglesia son necesarias, para
restaurar y recuperar a los hermanos que ofenden, para impedir que otros
cometan ofensas similares, para purgar esa levadura que pudiera infectar a toda
la masa, para vindicar el honor de Cristo, y la santa profesión del evangelio,
y para prevenir la ira de Dios, que pudiera con justicia caer sobre la iglesia,
si tolera que su pacto, y el sello del mismo, sea profanado por ofensores
notorios y obstinados». .
Pero también a los ángeles (ver Ef. 3:1O; 1ª Ti 5:
21).
2. POR CUÁLES PECADOS SE DEBE EJERCER DISCIPLINA ECLESIÁSTICA?
Por un
lado, la enseñanza de Jesús en Mateo 18: 15-20 nos dice que si una situación
que incluye pecado personal contra alguien más no puede ser resuelta en una
reunión privada o grupo pequeño, entonces hay que llevar el asunto a la
iglesia:
Si Tu Hermano Peca Contra Ti, Ve A Solas Con Él Y Hazle Ver Su Falta. Si
Te Hace Caso, Has Ganado A Tu Hermano. Pero Si No, Lleva Contigo A Uno O Dos
Más, Para Que «Todo Asunto Se Resuelva Mediante El Testimonio De Dos O Tres
Testigos». Si Se Niega A Hacerles Caso A Ellos, Díselo A La Iglesia; Y Si
Incluso A La Iglesia No Le Hace Caso, Trátalo Como Si Fuera Un Incrédulo O Un
Renegado (Mt 18: 15-17).
En
este caso el asunto ha progresado de una situación privada e informal a un
proceso público y mucho más formal de disciplina por parte de toda la iglesia.
Por
otro lado, no parece haber ninguna limitación explícita especificada para la
clase de pecados que deben quedar sujetos a la disciplina eclesiástica. Los
ejemplos de pecados sujetos a disciplina eclesiástica en el Nuevo Testamento
son extremadamente diversos: disensiones (Ro 16: 17; Tit 3: 10), incesto (1ª Co
5: 1), holgazanería y rehusar trabajar (2 Ts 3:6-10), desobedecer lo que Pablo
escribe (2 Ts 3:14-15), blasfemia (1ª Ti 1: 20), y enseñar doctrina herética
(2ª Jn 10-1l).
No
obstante, un principio definitivo parece estar en función: todos los pecados
que fueron disciplinados explícitamente en el Nuevo Testamento eran conocidos
públicamente o pecados externamente evidentes,'6 y muchos de ellos habían
continuado por un período de tiempo.
El
hecho de que los pecados eran conocidos públicamente quiere decir que se había
traído reproche a la iglesia, se había deshonrado a Cristo, y había una
posibilidad real de que otros se verían animados a seguir los patrones errados
de vida que se estaban tolerando públicamente.
Sin
embargo, siempre habrá la necesidad de juicio maduro para ejercer la disciplina
eclesiástica, porque hay una falta de santificación completa en todas nuestras
vidas. Es más, cuando nos percatamos de que alguien ya se ha dado cuenta del
pecado y está luchando por vencerlo, una palabra de amonestación puede en
efecto hacer más daño que bien. Debemos también recordar que en donde hay
asuntos de conducta en los cuales los creyentes legítimamente discrepan, Pablo
anima a que haya un grado más amplio de tolerancia (Ro 14: 1-23).
NOTA: Una excepción fue el pecado secreto de
Ananías y Safira en Hch 5:1-11. En esta situación el Espíritu Santo (vv. 3, 8)
estuvo tan poderosamente presente que trajo una intrusión de juicio final.
Cuando los secretos de todos los corazones serán revelados, a la edad de la
iglesia, y «un gran temor se apoderó de toda la iglesia» (v. 11).
Sin embargo, ver sección c abajo sobre los
requisitos para la revelación pública de los pecados serios de un dirigente de
la iglesia.
3. ¿CÓMO SE DEBE APLICAR LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA?
A. SE DEBE MANTENER EL
CONOCIMIENTO DEL PECADO DENTRO DE GRUPO MÁS PEQUEÑO POSIBLE:
Esto
parece ser el propósito de Mateo 18:15-17 detrás del progreso gradual de una
reunión privada, a una reunión con dos o tres, y luego decirlo a toda la
iglesia. Mientras menos personas sepan de algún pecado, mejor, porque el
arrepentimiento es más fácil, menos personas pueden descarriarse, y menos daño
se hace a la reputación de la persona, a la reputación de la iglesia, y la
reputación de Cristo.
B. LAS MEDIDAS DISCIPLINARIAS
DEBEN AUMENTAR EN FUERZA HASTA QUE HAYA UNA SOLUCIÓN:
De
nuevo en Mateo 18 Jesús nos enseña que no podemos detenemos simplemente con una
conversación privada si eso no produce resultados satisfactorios.
Él
requiere que la persona ofendida vaya primero sola, y luego lleve a uno o dos
más (Mt 18: 15-16). Es más, si un creyente piensa que ha ofendido a algún otro
individuo (o incluso si la otra persona piensa que ha sido ofendida), Jesús
requiere que la persona que ha hecho la ofensa (o se piensa que ha hecho la
ofensa) vaya a la persona que se considera la víctima de la ofensa (Mt 5: 23).
Esto quiere decir que sea que hayamos ofendido u otros piensen que han sido
ofendidos, siempre es nuestra responsabilidad tomar la iniciativa e ir a la
otra persona. Jesús no nos permite esperar que la otra persona venga a
nosotros.
Después
de una reunión privada y una reunión de un grupo pequeño, Jesús no especifica
que hay que consultar luego con los ancianos o oficiales de la iglesia como
grupo, pero ciertamente este paso intermedio parece apropiado, porque Jesús
puede simplemente estar resumiendo el proceso sin necesariamente mencionar todo
paso posible en él. De hecho, hay varios ejemplos de amonestación de grupos
pequeños en el Nuevo Testamento que dieron los ancianos u otros oficiales de la
iglesia (ver 1ª Ts 5: 12; 2ª Ti 4:2; Tit 1: 13; 2:15; 3:10; Stg 5: 19-20).
Todavía
más, el principio de mantener el conocimiento de pecado al grupo más pequeño
posible ciertamente estimularía este paso intermedio por igual.
Finalmente,
si la situación no se puede resolver Jesús dice: «díselo a la iglesia» (Mt 18:
17). En este caso la iglesia se reuniría para oír los hechos del caso y llegar
a una decisión. Puesto que Jesús permite la posibilidad de que la persona
«incluso a la iglesia no le hace caso» (v. 17), la iglesia bien puede tener que
reunirse una vez para decidir qué decirle al ofensor, y luego reunirse de nuevo
para excluir a esa persona del compañerismo de la iglesia.
Cuando
Jesús da estas instrucciones en cuanto a la disciplina eclesiástica, le
recuerda a la iglesia que su propia presencia y su propio poder están detrás de
las decisiones que toma la iglesia: «Además les digo que si dos de ustedes en
la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será
concedida por mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres se reúnen
en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18: 19-20).
Jesús
promete estar presente en las reuniones de la iglesia en general, pero
específicamente aquí con respecto a la iglesia reunida para disciplinar a un
miembro ofensor. Pablo de modo similar les dice a los corintios que disciplinen
al miembro que ha errado (cuando se reúnan en el nombre de nuestro Señor Jesús,
y con su poden) (1ª Co 5: 4). Esta no es una actividad que se deba tomara la
ligera, sino que se desempeña en presencia del Señor, el componente espiritual
de la misma en realidad siento realizado por el mismo Señor.
Si
esto se debe hacer alguna vez, toda la iglesia entonces sabrá que a la persona
que ha errado ya no se le considera miembro de la iglesia, y a esa persona no
se le permitirá tomar la comunión, puesto que participar en la Cena del Señor
es una señal de participar en la unidad de la iglesia (1ª Co 10:17: «Hay un
solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un
solo cuerpo»).
Hay
otros pasajes en el Nuevo Testamento que hablan de evitar tener compañerismo
con el excomulgado. Pablo les dice a los corintios: «Pero en esta carta quiero
aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea
inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona
ni siquiera deben juntarse para comer» (1ª CO 5: 11). Les dice a los
tesalonicenses:
«Hermanos,
en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano
que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros»
(2ª Ts 3: 6). Todavía más, dice: «Si alguno no obedece las instrucciones que
les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él,
para que se avergüence.
Sin
embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano» (2ª Ts 3:
14-15). Segunda de Juan 10-11 también prohíbe darle la bienvenida en la casa al
que promueve falsa enseñanza. Estas instrucciones evidentemente son para
prevenir que la iglesia dé a otros la impresión de que aprueba la desobediencia
de la persona que está errando.
NOTA: 1ª Co 5:4 también exige que la iglesia se
reúna para este paso-final en la disciplina eclesiástica.
C. DISCIPLINA DE LOS
DIRIGENTES DE LA IGLESIA:
En un
pasaje Pablo da directivas especiales respecto a la disciplina de los ancianos
de la iglesia:
No Admitas Ninguna Acusación Contra Un Anciano, A No Ser Que Esté
Respaldada Por Dos O Tres Testigos. A Los Que Pecan, Repréndelos En Público
Para Que Sirva De Escarmiento. Te Insto Delante De Dios, De Cristo Jesús Y De
Los Santos Ángeles, A Que Sigas Estas Instrucciones Sin Dejarte Llevar De
Prejuicios Ni Favoritismos (1ª Ti 5: 19-21).
Pablo
aquí da una advertencia especial para proteger a los ancianos de ataques
individuales; la acción respecto a alguna ofensa en este caso debe exigir
evidencia de dos o tres testigos. «A los que persisten en pecar»19los debe
reprender (en público).
Esto
se debe a que el mal ejemplo de la conducta equivocada de parte de los ancianos
muy probablemente tendrá un efecto negativo ampliamente extendido en otros que
ven sus vidas. Entonces Pablo le recuerda a Timoteo que «no haga nada con
parcialidad» en esta situación; advertencia muy útil, puesto que Timoteo
probablemente era amigo íntimo de muchos de los ancianos de la iglesia de
Éfeso.
El
mandamiento de Pablo de reprender públicamente a un anciano que peca quiere
decir que se debe dar a la iglesia alguna declaración de la naturaleza de la
ofensa «(repréndelos en público), v. 20).20 Por otro lado, no se debe revelar a
la iglesia todo detalle del pecado. Una pauta útil es que a la iglesia se le
debe decir lo suficiente de modo que:
(1) Entiendan lo serio que fue la ofensa:
(2) Puedan comprender y respaldar el proceso de disciplina, y:
(3) Que después no vayan a creer que se le restó importancia o se tapó el
pecado si más detalles se filtran más adelante.
Tal
revelación pública de pecado de un dirigente será señal a la congregación de
que los líderes de la iglesia no les esconderán tales asuntos en el futuro.
Esto aumentará la confianza de la iglesia en la integridad de la junta
directiva. También permitirá que el dirigente que peca empiece el proceso
gradual de restablecer las relaciones y confianza con la congregación, porque
no tendrá que lidiar con personas que tienen cien especulaciones diferentes en
cuanto a lo que fue su pecado, sino con personas que saben cuál fue el pecado
específico, y que pueden ver el genuino arrepentimiento y cambio respecto a ese
aspecto de pecado en su vida.
¿Qué
tal de los pecados serios de los que no son dirigentes de la iglesia? La Biblia
no da ningún mandamiento de revelar públicamente los pecados de personas que
son miembros regulares pero no dirigentes reconocidos de la iglesia. Al
dirigente, sin embargo, se le trata en forma diferente porque su vida debe «ser
intachable» (1ª Ti 3: 2), y su vida debe ser ejemplo para que otros creyentes
imiten (ver 1ª Ti 4: 12).
NOTA: Este es evidentemente el sentido de tow;
Jarmartanontas en 1ª Ti 5: 20, puesto que el participio presente da el sentido
de continuar en la acción por un período de tiempo.
Cuando las iglesias tienen que disciplinar a un
dirigente de la iglesia, un error fácil de cometer es no tomar en serio el
mandamiento de Pablo, y por consiguiente no dar adecuada información a la iglesia
sobre la naturaleza de! pecado en cuestión. Si eso sucede, la congregación sólo
oirá que se sacó de un cargo a algún dirigente debido a un pecado (o tal vez se
menciona una categoría general de pecado).
Pero esto no es realmente una reprensión pública
efectiva. Debido a que es tan vaga, solamente resultará en confusión,
especulación y chismes. Es más, pueden surgir divisiones serias en la iglesia
debido a que en ausencia de información algunos pensarán que el proceso de
disciplina fue demasiado riguroso y otros pensarán que fue demasiado lenitivo,
y la iglesia no estará unida en respaldar el proceso.
D. OTROS ASPECTOS DE LA
DISCIPLINA ECLESIÁSTICA:
Una
vez que haya tenido lugar la disciplina, tan pronto como haya arrepentimiento
en cualquier etapa del proceso los creyentes que han sabido de la disciplina
deben recibir de nuevo al arrepentido en la comunión de la iglesia. Pablo dice:
«Más bien debieran perdonarlo y consolarlo para que no sea consumido por la
excesiva tristeza. Por eso les ruego que reafirmen su amor hacia él» (2ª Co 2:
7-8; 7: 8-11).
De
nuevo, nuestro propósito en la disciplina eclesiástica nunca debe ser castigar
por un deseo de venganza, sino siempre para restaurar y sanar.
La
actitud con que se aplica la disciplina en toda etapa también es muy
importante.
Debe
hacerse con gentileza y humildad, y con genuino aprecio por nuestra propia
debilidad y con temor de que nosotros pudiéramos caer en pecados similares.
«Hermanos,
si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben
restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también
puede ser tentado» (Gá 6: 1).
No es
sabio fijar algún calendario de antemano, diciéndole a la gente cuánto se
espera que dure el proceso de disciplina. Esto se debe a que es imposible para
nosotros predecir cuánto tiempo pasará hasta que el Espíritu Santo produzca
arrepentimiento profundo y genuino y un cambio en la condición del corazón de
la persona que le llevó al pecado para empezar.
Finalmente,
debemos notar que inmediatamente después del pasaje sobre la disciplina
eclesiástica en Mateo 18: 15-20, Jesús enseña fuertemente la necesidad de
perdón personal de todos los que pecan contra nosotros (Mt 18:21-35). Debemos
perdonar «setenta veces siete» a los que nos hacen daño (v. 22), y Jesús nos
dice que nuestro Padre celestial nos castigará severamente si no perdonamos de
corazón a nuestro hermano (v. 35).
Debemos
ver el pasaje sobre la disciplina en la iglesia y este pasaje como
complementarios, y no contradictorios. Como individuo siempre debemos perdonar
de corazón y no guardar rencores. Sin embargo podemos ciertamente perdonar a
alguien de corazón y con todo procurar la disciplina eclesiástica para el bien
de la persona que comete el pecado, por el bien de la iglesia, por el honor de
Cristo, y porque la palabra de Dios lo ordena.
NOTA: Entiendo «intachables" como queriendo
decir que sus vidas son tales que no se puede presentar legítimamente contra
ellos ninguna acusación de ofensa seria.
PREGUNTAS
PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. ¿Ha pensado usted previamente de la iglesia más bien como débil o más
bien como fuerte en su influencia en los asuntos del mundo? ¿Cómo ha cambiado
su pensamiento como resultado de este capítulo? ¿Piensa usted que hay esperanza
para transformar la sociedad aparte de la influencia redentora fuerte de la
iglesia?
2. ¿Ha pensado usted previamente de sí mismo como teniendo alguna de las
«llaves del reino de los cielos»? ¿Tiene en efecto usted alguna de esas llaves
ahora? ¿Qué está haciendo con ellas?
3. ¿De qué maneras pudiera su iglesia ejercer más eficazmente su poder
espiritual contra las fuerzas del enemigo? ¿De qué maneras pudiera usted mismo
usar este poder más efectivamente?
4. ¿Cuál es el enemigo más fuerte a la proclamación efectiva del evangelio
en su comunidad ahora? ¿Cómo se pudiera usar el poder de la iglesia contra ese
enemigo?
5. Si usted acepta los principios de que la iglesia no debe gobernar al
estado y el estado no debe gobernar sobre la iglesia o restringir su libertad,
¿se están poniendo en práctica estos principios efectivamente en su propia
situación nacional o local? ¿Qué se pudiera hacer para aumentar la conformidad
a estos principios? (¿Concuerda usted con estos principios?)
6. ¿Sabe usted de situaciones en donde una palabra gentil de amonestación
ha resultado en un cambio positivo en su propia conducta o la conducta de otro
creyente? ¿Sabe usted de situaciones en donde la disciplina eclesiástica ha ido
un paso o dos más allá de esto y ha resultado en restauración de la persona que
erró? Si usted sabe de situaciones en donde la práctica de la disciplina
eclesiástica no ha dado buen resultado, ¿qué se pudiera haber hecho en forma
diferente para que haya un mejor resultado?
7. Si una iglesia se niega totalmente por un número de años a aplicar la
disciplina eclesiástica, aunque hay una necesidad evidente de ella, ¿cuáles
pudieran ser los resultados dañinos en la iglesia? ¿Sabe usted de situaciones
en donde han ocurrido esos resultados dañinos?
8. ¿Han habido ocasiones es las que usted hubiera deseado que alguien se
hubiera acercado a usted más antes con una palabra de amonestación o consejo
respecto a un aspecto de pecado que usted no se daba cuenta o que usted no
sabía a ciencia cierta? Si es así, ¿por qué no sucedió eso?
9. ¿Hay ahora alguna relación en su vida en donde Mateo 5: 23 y 18:15
combinados le dicen que tiene una obligación de ir a la otra persona y procurar
arreglar la situación? «atar y desatar» excomunión «llaves del reino»
TÉRMINOS
ESPECIALES
Poder
de la iglesia, tomar la espada
PASAJE
BÍBLICO PARA MEMORIZAR
2ª Corintios 10: 3-4: Pues Aunque Vivimos En El Mundo, No Libramos
Batallas Como Lo Hace El Mundo. Las Armas Con Que Luchamos No Son Del Mundo,
Sino Que Tienen El Poder Divino Para Derribar Fortalezas.