EL PODER DE LA IGLESIA

¿QUÉ CLASE DE AUTORIDAD TIENE LA IGLESIA? ¿CÓMO DEBE FUNCIONAR LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA?

EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA
Cuando miramos a los poderosos gobiernos del mundo y otras organizaciones de negocios o educativas que tienen gran influencia, y luego consideramos nuestras iglesias locales, o incluso nuestras sedes denominacionales, la iglesia puede parecernos débil e ineficaz.
Todavía más, cuando reconocemos el rápido crecimiento del mal que se ve diariamente en nuestra sociedad, tal vez nos preguntemos si la iglesia tiene poder para hacer algún cambio.
Por otro lado, en algunos países la iglesia oficialmente reconocida tiene gran influencia en la conducción de asuntos nacionales. Esto fue ciertamente verdad de la influencia de la Iglesia Católica Romana en tiempos anteriores en algunos países del sur de Europa y de América Latina (y todavía lo es hasta cierto punto).
Fue cierto de la iglesia de Inglaterra en siglos previos, y de la iglesia de Juan Calvino en Ginebra, Suiza, mientras él vivía, y de la iglesia fundada por los peregrinos en la colonia de la bahía de Massachusetts en 1620. Situaciones como éstas en donde la iglesia parece tener gran influencia nos hacen preguntar si la Biblia pone alguna limitación al poder de la iglesia.
Podemos definir el poder de la iglesia como sigue: El poder de la iglesia es la autoridad que Dios le ha dado para desempeñar guerra espiritual, proclamar el evangelio y ejercer disciplina eclesiástica.
Aunque estos tres aspectos se superponen y se los podría considerar en cualquier orden, puesto que la categoría de «guerra espiritual» es la categoría más amplia se la tratará primero. Esta perspectiva del poder de la iglesia también nos recuerda que el poder de la iglesia, a diferencia de la influencia que ejercen ejércitos y gobiernos humanos, afecta directamente al ámbito espiritual.

A. GUERRA ESPIRITUAL

Pablo les recuerda a los corintios: «Pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo. Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas» (2ª Co 10: 3-4). Estas armas, usadas contra las fuerzas demoníacas que estorban el esparcimiento del evangelio y el progreso de la iglesia, incluyen cosas tales como la oración, la adoración, la autoridad de reprender a las fuerzas demoniacas, las palabras de la Biblia, la fe, y la conducta justa de parte de los miembros de la iglesia. (Pablo da en Ef 6: 10-18 más detalles en cuanto a nuestro conflicto espiritual y la armadura que llevamos para el mismo).
Cuando consideramos este poder espiritual en un sentido amplio, ciertamente incluye el poder del evangelio para abrirse paso por el pecado y oposición endurecida, y despertar fe en los corazones de los no creyentes (ver Ro 10: 17; Stg 1: 18; 1ª P 1:23). Pero este poder también incluye poder espiritual que dejará en efectivas la oposición demoniaca al evangelio.
Vemos ejemplos de esto en Hch 13:8-11, en donde Pablo pronunció juicio sobre el mago Elimas, que se oponía a la predicación del evangelio, y en Hch 16: 16-18, en donde Pablo reprendió a un espíritu demoniaco en la muchacha adivina que fastidiaba a Pablo mientras él predicaba el evangelio.
Tal poder espiritual para derrotar a la oposición del mal se vio frecuentemente en la iglesia primitiva, tal como al librar a Pedro de la cárcel (Hch 12: 1-17), y tal vez en el juicio subsiguiente del rey Herodes Agripa (Hch 12: 20-24).2
Sin embargo Pablo se da cuenta de que puede usar este poder espiritual no sólo contra los que están fuera de la iglesia que se oponen al evangelio, sino también contra los que están dentro de la iglesia y se oponen activamente a su ministerio apostólico. Dice en cuanto a algunos arrogantes buscapleitos de la iglesia: «Lo cierto es que, si Dios quiere, iré a visitarlos muy pronto, y ya veremos no sólo cómo hablan sino cuánto poder tienen esos presumidos.
Porque el reino de Dios no es cuestión de palabras sino de poder» (1ª Co 4: 19-20). Tal poder no es cuestión de juego, porque fue el mismo poder del Espíritu Santo que dio muerte a Ananías y Safira (Hch 5: 1-11) y dejó ciego a Elimas (Hch 13: 8-11). Pablo no quería usar este poder en una capacidad de juicio, sino que estaba preparado para hacerlo si fuera necesario.
Más tarde escribió de nuevo a los corintios que sus acciones cuando estuviera presente serían tan poderosas como sus cartas cuando estaba ausente (2ª Co 10: 8-11), y advirtió a los que se oponían a su autoridad y habían pecado públicamente y no se arrepentían: «Cuando vuelva a verlos, no seré indulgente con los que antes pecaron ni con ningún otro, ya que están exigiendo una prueba de que Cristo habla por medio de mí.
De igual manera, nosotros participamos de su debilidad, pero por el poder de Dios viviremos con Cristo para ustedes» (2ª Co 13: 2-4). Luego añade un recordatorio final de su renuencia a usar esta autoridad, diciéndoles que les escribe antes de ir «para que cuando vaya no tenga que ser severo en el uso de mi autoridad, la cual el Señor me ha dado para edificación y no para destrucción» (2ª Co 13: 10).
Ahora podemos preguntar si la iglesia hoy tiene el mismo grado de poder espiritual que tuvieron los apóstoles Pedro o Pablo. Ciertamente hay una distinción entre los apóstoles y otros creyentes iniciales incluso en el libro de Hechos (nótese que inmediatamente después de la muerte de Ananías y Safira «por medio de los apóstoles ocurrían muchas señales y prodigios entre el pueblo», pero «nadie entre el pueblo se atrevía a juntarse con ellos, aunque los elogiaban», Hch 5:12-13).
Es más, Pablo no instruyó a ningún dirigente de la iglesia de Corinto, y ni siquiera a Timoteo o a Tito, a ejercer ese poder espiritual en Corinto contra sus opositores.
Habló de tal poder que el Señor «me ha dado» (2ª Co 13: 10), no del poder que el Señor le había dado a la iglesia o a los creyentes en general.
Por otro lado, Pablo en efecto dirige a la iglesia de Corinto a ejercer disciplina eclesiástica en un caso de incesto en la iglesia de Corinto, y a hacerlo «Cuando se reúnan en el nombre de nuestro Señor Jesús, y con su poder yo los acompañe en espíritu» (1ª Co 5: 4). Es más, las descripciones de la guerra espiritual en Efesios 6:10-18 y 2ª Corintios 10: 3-4 parecen aplicables a los creyentes en general, y pocos hoy negarían que la iglesia tiene autoridad para orar en contra y hablar con autoridad contra la oposición demoniaca a la obra del evangelio.' Así que parecería haber por lo menos algún grado significativo de poder espiritual contra la oposición del mal que Dios está dispuesto a conceder a la iglesia en toda edad (incluyendo la presente).
Tal vez es imposible definir más específicamente el grado de poder espiritual que Dios le concederá a la iglesia en tiempos de conflictos contra el mal, pero no necesitamos saber los detalles de antemano; nuestro llamamiento es simplemente ser fieles a la Biblia en la oración y al ejercer la disciplina eclesiástica, y entonces dejar el resto en las manos de Dios, sabiendo que él concederá suficiente poder para realizar sus propósitos mediante la iglesia.
NOTA: Jesús a menudo reprendió a espíritus demoniacos que creaban disturbios cuando él ministraba a las personas; ver (Mr 1:23-26; 5:1-13).
El texto no específica que la muerte de Herodes estuvo de alguna manera conectada con la (oración constante y ferviente) (Hch 12: 5) que la iglesia elevó por Pedro, pero el hecho de que la narración en cuanto a la muerte de Herodes viene de inmediato después del relato de que él mató a espada a Santiago, el hermano de Juan, y que él puso a Pedro en la cárcel ciertamente es un indicio del hecho de que Dios quería esto como juicio sobre uno de los enemigos primordiales de la iglesia, mostrando que ninguna oposición puede levantarse en contra del progreso del evangelio.
Este entendimiento lo respalda el hecho de que la afirmación que sigue de inmediato a la narración de la muerte de Herodes es: «Pero la palabra de Dios seguía extendiéndose y difundiéndose» (Hch 12:24).

B. LAS LLAVES DEL REINO

La frase «las llaves del reino» aparece sólo una vez en la Biblia, en Mateo 16: 19, en donde Jesús le habla a Pedro: «Te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo». ¿Cuál es el significado de estas «llaves del reino de los cielos»?'
En otras partes del Nuevo Testamento una llave siempre implica autoridad para abrir una puerta y dar entrada a un lugar o ámbito. Jesús dice: «¡Ay de ustedes, expertos en la ley!, porque se han adueñado de la llave del conocimiento. Ustedes mismos no han entrado, y a los que querían entrar les han cerrado el paso» (Lc 11: 52).
Es más, Jesús dice en Apocalipsis 1:18: «Tengo las llaves de la muerte y del infierno», implicando que él tiene la autoridad para conceder entrada y salida de esos ámbitos. (Cf. también Ap 3: 7; 9: 1; 20:1; y también la predicción mesiánica en Is 22: 22).
Las «llaves del reino de los cielos» por consiguiente representa por lo menos autoridad para predicar el evangelio de Cristo (Mt 16:16) y así abrir la puerta del reino de los cielos y permitir que la gente entre.
Pedro usó primero esta autoridad al predicar el evangelio en Pentecostés (Hch 2: 14-42). Pero a los otros apóstoles también se les dio esta autoridad en un sentido primario (escribieron el evangelio en forma permanente en el Nuevo Testamento). Y todos los creyentes tienen esta «llave» en un sentido secundario, porque todos pueden proclamar el evangelio a otros, y por ello abrir el reino de los cielos a los que entrarán.
El resto de esta sección que considera las llaves del reino de los cielos es adaptado del artículo «Keys of the Kingdom», por Wayne Grudem, en EDT, pp. 604-5, Y se usa aquí con permiso.
Pero ¿hay otra autoridad, además de ésta, que Jesús implica con la frase «las llaves del reino de los cielos»? Hay dos factores que sugieren que la autoridad de las llaves aquí también incluye la autoridad de ejercer disciplina dentro de la iglesia:
(1) El plural «llaves» sugiere autoridad sobre más de una puerta. Así, se implica algo más que simplemente entrada al reino; también se sugiere alguna autoridad dentro del reino.
(2) Jesús completa la promesa en cuanto a las llaves con la afirmación de «atar» y «desatar», que es un paralelo cercano a otro dicho suyo en Mateo 18, en el cual «atar» y «desatar» significa poner bajo disciplina eclesiástica y libertar de la disciplina eclesiástica:
Si Se Niega A Hacerles Caso A Ellos, Díselo A La Iglesia; Y Si Incluso A La Iglesia No Le Hace Caso, Trátalo Como Si Fuera Un Incrédulo O Un Renegado. Les Aseguro Que Todo Lo Que Ustedes Aten En La Tierra Quedará Atado En El Cielo, Y Todo Lo Que Desaten En La Tierra Quedará Desatado En El Cielo Mt 18:1 7-18).
Pero si «atar» y «desatar» claramente se refiere a la disciplina eclesiástica en Mateo 18, entonces parece probable que también debe referirse a la disciplina eclesiástica en Mateo 16, en donde las palabras de Jesús son muy similares.
Este concepto de atar y desatar en términos de disciplina eclesiástica también encaja en el contexto de Mateo 16:19, porque, según esta comprensión, después de prometer edificar su iglesia (v. 18), Jesús promete dar no sólo la autoridad de abrir la puerta de la entrada al reino, sino también alguna autoridad administrativa para regular la conducta de las personas una vez que estén dentro: Por consiguiente, parece que «las llaves del reino de los cielos» que Jesús le prometió a Pedro en Mateo 16: 19 incluyen tanto:
(1) la capacidad de admitir personas al reino por la predicación del evangelio, y:
(2) autoridad para ejercer disciplina eclesiástica para los que en efecto entran.
En Mateo 16: 16-19Jesús no indica si la autoridad de las llaves será más adelante dada a otros además de Pedro. Pero ciertamente la autoridad de predicar el evangelio es dada a otros en un tiempo posterior, y en Mateo 18: 18Jesús no indica explícitamente que la autoridad de ejercer disciplina eclesiástica es dada a la iglesia en general cuando se reúne y corporativamente aplica tal disciplina (díselo a la iglesia), Mt 18: 17).
Así, ambos aspectos de la autoridad de las llaves, aunque primero se la da a Pedro, pronto se expandió para incluir la autoridad dada a la iglesia como un todo. Al predicar el evangelio y al ejercer la disciplina la iglesia ahora ejerce la autoridad de las llaves del reino.
NOTA: La afirmación de Mt 16:19 usa pronombres en singular para «todo lo que» y «tú» (refiriéndose a Pedro), en tanto que Mt 18: 18 usa plural (refiriéndose a los creyentes en general), pero las mismas palabras griegas se usan para (atan) (deo) y «desatar» ([UD), y la construcción gramatical (futuro perfecto perifrástico) es la misma.
Algunos han argumentado que atar y desatar no se refiere a acciones de disciplina eclesiástica, sino a una autoridad que hace varias reglas de conducta, porque en la literatura rabínica que viene de maestros judíos alrededor del tiempo de Jesús las palabras atar y desatar a veces se usan para prohibir y permitir varias clases de conducta.
Esta interpretación no parece persuasiva, sin embargo, porque estas afirmaciones rabínicas son un paralelo mucho más distante que la declaración de Jesús mismo en Mt 18: 18, en donde claramente se tiene en mente la disciplina eclesiástica. Todavía más, es dificil saber si alguno de los paraderos rabínicos es anterior al tiempo del Nuevo Testamento, o mostrar que tales palabras han funcionado como términos técnicos en el vocabulario ordinario de Jesús y sus oyentes; es más, Mt 18: 18 muestra que no funcionaban como términos técnicos de esa manera, porque más bien se los usa para referirse a la disciplina eclesiástica en ese versículo.
¿Qué personas o acciones están sujetas a la clase de disciplina eclesiástica implicada por la autoridad de las llaves? Tanto en Mateo 16:19 y 18:18 el término «todo lo que» es neutro en griego, y parece indicar que Jesús está hablando no específicamente a persona (todo el que, para lo que ordinariamente se esperaría un plural masculino), sino más bien más generalmente a situaciones y relaciones que surgen dentro de la iglesia. Esto no excluiría la autoridad de ejercer disciplina sobre individuos, pero la frase es más amplia que eso, e incluye acciones específicas que están sujetas también a la disciplina.
Sin embargo, la autoridad de las llaves con respecto a la disciplina eclesiástica no es completamente ilimitada. Será efectiva sólo contra el verdadero pecado (Mt 18: 15), pecado según lo define la palabra de Dios. La iglesia no tiene autoridad propia para legislar lo que es moralmente bueno o malo en un sentido absoluto, porque la autoridad para definir el bien y el malle pertenece sólo a Dios (ver Ro 1: 32; 2:1 6; 3: 4-8; 9:20; Sal 119: 89, 142, 160; Mt 5: 18).
La iglesia puede sólo declarar y enseñar lo que Dios ya ha ordenado en su palabra. Tampoco la autoridad de las llaves puede incluir autoridad para perdonar pecados en un sentido absoluto, porque la Biblia es clara que eso puede ser hecho sólo por Dios mismo (Is 43: 25; 55: 7; Mr 2:7, 10; Sal 103: 3; 1ª Jn 1:9). Por consiguiente, la autoridad para aplicar la disciplina en la iglesia es una autoridad que se debe desempeñar de acuerdo a las normas de las Escrituras.
¿Es posible ser más específico en cuanto a la clase de autoridad espiritual que va incluida en el uso de las llaves del reino de los cielos? Tanto Mateo 16: 19 como 18: 18 usan una construcción verbal griega inusual (un futuro perfecto perifrástico).
Lo traduce mejor la RVR: «Todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.' Varios otros ejemplos de esta construcción muestran que indica no simplemente una acción futura (será atado), para lo cual un tiempo griego común estaba disponible (futuro pasivo), sino más bien una acción que quedaría completa antes de algún punto en el futuro con efectos que continuarían sintiéndose.
De este modo, Jesús está enseñando que la disciplina eclesiástica tendrá sanción celestial. Pero no es como si la iglesia deba esperar a que Dios endose sus acciones después de que la acción ha tenido lugar. Más bien, siempre que la iglesia aplica la disciplina puede tener la confianza de que Dios ya ha empezado el proceso espiritualmente. Siempre cuando la iglesia libra de la disciplina y perdona pecado, y restaura las relaciones personales, la iglesia puede tener la confianza de que Dios ya ha empezado la restauración espiritualmente (Jn 20: 23).
De esta manera Jesús promete que la relación espiritual entre Dios y la persona sujeta a la disciplina será afectada de inmediato de maneras consistentes con la dirección de la acción disciplinaria de la iglesia. La disciplina eclesiástica legítima, por consiguiente, incluye la certeza asombrosa de que ya ha empezado una disciplina celestial correspondiente.
Todavía más, esta enseñanza del poder de las llaves tiene una aplicación significativa a los creyentes individuales que empiezan a estar sujetos a la disciplina de una verdadera iglesia: los creyentes deben someterse a esta disciplina y no huir de ella, porque Dios mismo también los ha puesto bajo disciplina por ese pecado.
NOTA: En Jn 20: 23, el perdón de pecados por parte de los discípulos se entiende mejor como libertad de la disciplina eclesiástica y la restauración de relaciones personales en un sentido similar a «desatar" de Mt 16: 19 y 18: 18.
Ver la explicación gramatical en el comentario de D. A. Carson sobre mateo en The Expositors' Bible Commentary, pp. 370--72.
Ver ejemplos en Lc 12:52; Gn 43:9; 44:32; Éx 12:6; Sirac 7:25; Hermas, Similitudes 5.4.2; Letter of Aristeas 40.

C. EL PODER DE LA IGLESIA Y EL PODER DEL ESTADO

Las secciones previas han considerado el poder espiritual y la guerra espiritual que debe ejercer la iglesia. Pero, ¿debe la iglesia usar alguna vez fuerza fisica (armas y ejércitos, por ejemplo) para realizar su misión? La frase que comúnmente se usa para referirse a la idea de guerra fisica o del mundo es «tomar la espada».
Hay varias indicaciones en la Biblia de que la iglesia nunca debe tomar la espada para realizar sus propósitos en edad del nuevo pacto. Este fue un error horroroso que se cometió en las Cruzadas, cuando ejércitos patrocinados por la iglesia marcharon por Europa y Asia intentando recuperar la tierra de Israel. En estos casos la iglesia estaba tratando de usar la fuerza fisica para lograr triunfos sobre territorios terrenales.
Pero Jesús dijo: «Mi reino no es de este mundo . .. Si lo fuera, mis propios guardias pelearían» Gn 18: 36). La iglesia tiene el poder de las llaves, que es poder espiritual. Debe participar en las batallas espirituales usando armas espirituales, pero no debe usar el poder de la espada para realizar sus propósitos. «Las armas con que luchamos no son del mundo» (2ª Co 10: 4).
Por cierto que Dios en efecto le da al gobierno civil el derecho de llevar la espada, es decir, usar la fuerza para castigar el mal en el mundo (Ro 13: 1-7). Pero no hay indicación de que el poder del gobierno se deba usar para obligar a alguna persona a adherirse al cristianismo. Es más, hay varias indicaciones de que Jesús rehusó usar el poder de la fuerza fisica para obligar a las personas a aceptar el evangelio. Por ejemplo, cuando la ciudad de los samaritanos no quiso recibir a Jesús, Jacobo y Juan le preguntaron: «Señor, ¿quieres que hagamos caer fuego del cielo para que los destruya?» (Lc 9: 54).
Pero Jesús «los reprendió» (v. 55) incluso por hacer tal sugerencia. Jesús vino la primera vez para ofrecer el evangelio a todos los que lo recibirían, no para aplicar castigo a los que lo rechazaban. Por eso pudo decir: «Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él» Gn 3:17). Un día vendrá de nuevo enjuicio, al fin de la edad de la iglesia, pero durante esta edad no es prerrogativa de la iglesia usar la fuerza fisica para aplicar castigo.
Jesús claramente hizo una distinción entre la autoridad concedida al gobierno y la autoridad que Dios ejerce en nuestra lealtad personal a él cuando dijo: «Entonces denle al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22: 21). Y aunque Jesús reconoció la autoridad del gobierno civil, rehusó usurpar para sí mismo esa autoridad, diciéndole a alguien: (Hombre, ¿quién me nombró a mí juez o árbitro entre ustedes?) con respecto a un asunto de una herencia familiar (Lc 12: 13-14).
NOTA: Edrnund Clowney correctamente observa: «No debemos suponer que Cristo les negó a los apóstoles el derecho de traer su reino con la espada, pero le concedió ese derecho a Pilato" (he Biblical Theology of the Church,), en The Church in the Bible and the World, ed. Por D. A. Carson [Patemoster, Exeter, y Baker, Grand Rapids, 1987J, p. 33).
Otra razón por la que el gobierno no debe usar la fuerza para exigir adherencia al cristianismo es que en el nuevo pacto, la membrecía en la iglesia y lealtad a Cristo deben ser voluntarias. No la puede obligar ni la familia ni el estado. Es más, la fe en Cristo, para que sea sostenida y practicada verdaderamente, no puede ser impuesta por la fuerza. Si es impuesta, cambiar su calidad esencial y ya no es un acto voluntario del individuo, y no puede ser fe verdadera.
De esto también se sigue que el gobierno civil no debe imponer leyes que exijan o prohíban algún tipo de doctrina de la iglesia, o limitando la libertad de las personas para adorar como prefieran. Por otro lado, la iglesia na gobierna ni debe gobernar sobre el estado, como si fuera algún tipo de autoridad más alta sobre el estado; porque no lo es. Más bien, la autoridad de la iglesia y la del estado pertenecen a esferas distintas (Mt 22: 21; Jn 18: 36; 2ª Co 10: 3-4), y cada uno debe respetar la autoridad que Dios le ha dado al otro en su propia esfera de operación.
Estas limitaciones de las actividades de la iglesia y del estado son diferentes de la práctica de la Iglesia Católica Romana durante mucho de la Edad Media, en donde a menudo la iglesia tenía más poder que el gobierno civil. Estos principios también difieren de la práctica de la iglesia de Inglaterra, que está sujeta a la autoridad de la reina y del parlamento en el nombramiento de obispos y cualquier cambio en normas doctrinales.
El no respetar los distintos papeles de la iglesia y del estado se ve en muchas naciones católico romanas hoy, en donde la iglesia todavía tiene una fuerte influencia el gobierno, y en la membrecía obligatoria en las iglesias protestantes auspiciadas por el estado en el norte de Europa después de la Reforma, situación que causó que muchos inmigrantes huyan a los Estados Unidos buscando libertad de religión.
Sin embargo, se debe decir que el grado de religión impuesta por el estado en países protestantes o católico romanos es leve comparado con la religión auspiciada por el estado e impuesta por el estado en las naciones musulmanas hoy, y en muchas naciones hindúes y budistas por igual. Es más, es dificil hallar genuina libertad de religión aparte de la fuerte influencia del cristianismo evangélico saludable en alguna nación alrededor del mundo (excepto en donde varias religiones son tan débiles o tan parejamente balanceadas que ninguna religión tiene poder político dominante).
Siempre que los creyentes se involucran en el ámbito político, deben claramente afirmar la libertad de religión como póliza política que no es negociable, y deben estar dispuestos a defender por igual esa libertad para otras religiones aparte de la propia. La fe cristiana puede pararse en sus propios pies y competir muy bien en el mercado laboral de ideas en cualquier sociedad y en cualquier cultura, siempre y cuando tenga la libertad para hacerlo.
Finalmente, lo que se ha dicho arriba no se debe mal entender como prohibición en contra de los creyentes que intentan dar influencia moral positiva en el gobierno o intentan persuadir a los gobiernos a dictar leyes consistentes con las normas bíblicas de moralidad.
Está bien que los creyentes intenten persuadir a los gobiernos a que dicten leyes que protejan a las familias y la propiedad privada, y la vida de los seres humanos; leyes que a la vez prohíban y castiguen el homicidio, el adulterio, el robo y la ruptura de contratos (cosas que violan los Diez Mandamientos), así como también que prohíban la conducta homosexual, la borrachera, el abuso de drogas, aborto, y otras cosas que son incongruentes con las normas bíblicas de moralidad.
Estas cosas son muy diferentes a exigir creencia en cierto tipo de doctrina de iglesia o convicción teológica, o de exigir que las personas asistan a cierto tipo de iglesias o cultos de adoración. Esto último es claramente actividades «religiosas» en el sentido estrecho en que pertenecen a nuestra relación con Dios y nuestras creencias en cuanto a él. 11 Los gobiernos también deben abstenerse de dictar leyes en cuanto a estas cosas.

D. DISCIPLINA ECLESIÁSTICA

Puesto que la disciplina eclesiástica es un aspecto del uso del poder de la iglesia, es apropiado aquí dar alguna consideración a los principios bíblicos pertinentes a la práctica de la disciplina eclesiástica.
1. PROPÓSITO DE LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA.
A. RESTAURACIÓN Y RECONCILIACIÓN DEL CREYENTE QUE SE HA DESCARRIADO:
El pecado estorba la comunión entre creyentes y con Dios. A fin de que haya reconciliación, hay que lidiar con el pecado. Por consiguiente, el propósito primario de la disciplina eclesiástica es procurar el objetivo doble de restauración (del ofensor a la conducta apropiada) y reconciliación (entre creyentes, y con Dios).
Así como los padres sabios disciplinan a sus hijos (Pr 13: 24: «amarlo [al hijo] es disciplinarlo), y así como Dios nuestro Padre disciplina a los que ama (Heb 12:6; Ap 3: 19), así la iglesia en su disciplina está actuando en amor para traer de regreso al hermano o hermana que se ha descarriado, restableciendo a la persona a la comunión correcta y rescatándola de los patrones destructivos de vida. En Mateo 18: 15 la esperanza es que la disciplina se detendrá en el primer paso, cuando alguien va sólo: «Si te hace caso, has ganado a tu hermano». La frase «has ganado a tu hermano» implica que los que aplican la disciplina deben tener siempre en mente la meta de reconciliación personal entre creyentes. Pablo nos recuerda que debemos «restaurar» al hermano o hermana que peca «con una actitud humilde» (Gá 6: 1), y Santiago nos anima a «hace[r] volver a un pecador de su extravío» (Stg 5:20).
Es más, sino miembros de la iglesia participaran activamente en dar palabras privadas de amonestación gentil y en oración unos a otros cuando se ve la primera evidencia clara de conducta de pecado, muy poca disciplina eclesiástica formal habría que aplicar, porque el proceso empezaría y terminaría con una conversación entre dos personas y nunca llegaría a saberlo nadie más.
Incluso cuando se toma el paso final de «excomunión» (es decir, sacar a alguien del compañerismo o «comunión» de la iglesia), todavía es con la esperanza de que resulte el arrepentimiento. Pablo entregó a Himeneo y a Alejandro a Satanás «para que aprendan a no blasfemar» (1ª Ti 1: 20), y el hombre que vivía en incesto en Corinto fue entregado a Satanás «a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor» (1ª Co 5: 5).
Si los creyentes que deben dar pasos de disciplina eclesiástica continúan recordando este primer propósito: la reconciliación unos con otros y con Dios de los creyentes que se han descarriado, y la restauración de los patrones correctos de vida, entonces será mucho más fácil para las partes involucradas continuar actuando con genuino amor, y los sentimientos de ira o deseos de venganza de parte de los que han sido ofendidos, que a menudo yacen cerca de la superficie, se evitarán mucho más fácilmente.
NOTA: El hecho de que los creyentes deben tratar de influir en el gobierno para dictar leyes consistentes con las normas bíblicas se indica en pasajes tales como Mt 6: 10; 14: 4; Hch 24: 25; y 1ª Ti 2:1-4. Podemos esperar que las normas morales de la Biblia también con el tiempo ganarán consentimiento general de la mayoría de personas en una sociedad dada, puesto que esas normas morales también han sido inscritas en sus corazones y por consiguiente tienen un testimonio en sus conciencias de que estas normas son correctas (ver Ro 2: 14-15).
Ese es también el caso de que Dios considera a todas las sociedades y culturas responsables en cuanto a obedecer sus normas morales, y a menudo en el antiguo testamento los profetas de Dios pronunciaron juicio no sólo sobre el pueblo de Israel sino también contra las sociedades paganas y morales, aunque ellas no tuvieran escrita las leyes de Dios (ver Dt 9: 5; Is 13-23; Ez 25-32; Dn 4: 27; Am 1-2; Abdías [que escribe a Edom];Jonás [que profetizó a Nínive]; Nahum [que profetizó a Nínive]; Hab 2; Sof 2). Es más, es Dios quien envía a los gobiernos civiles "para castigar a los que hacen el mal y reconocer a los que hacen el bien» (1ª P 2: 14).
En su excelente libro sobre disciplina eclesiástica, Church Discipline TItat Heals (Inter Varsity Press, Downers Grove, m., 1985; originalmente publicado como Healing the Wounded), John White y Ken Blue nota que el hecho de no mantener la reconciliación como el objetivo primario de la disciplina eclesiástica ha llevado a muchos abusos del proceso en la historia de la iglesia (ver esp. pp. 45-56).
Pero ellos mismos dicen que «la verdadera reconciliación nunca tiene lugar sin cambio en las partes involucradas» (p. 46). Por consiguiente, he combinado la reconciliación con la restauración en esta primera sección.
B. IMPEDIR QUE EL PECADO SE EXTIENDA A OTROS:
Aunque el objetivo primario de la disciplina eclesiástica es la restauración y reconciliación para el creyente que yerra, en esta edad presente la reconciliación y la restauración no siempre tendrán lugar.
Pero sea que la restauración surja o no, a la iglesia se le dice que aplique la disciplina porque sirve por igual a otros dos propósitos.
Otro propósito es impedir que el pecado se extienda a otros. El autor de Hebreos les dice a los creyentes que se cuiden «de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos» (Heb 12: 15). Esto quiere decir que si algún conflicto entre personas no se resuelve rápidamente, los efectos se pueden esparcir a otros; a veces eso tristemente parece ser cierto en muchos casos de división de la iglesia.
Pablo también dice: «un poco de levadura hace fermentar toda la masa» y les dice a los corintios que saquen de la iglesia al hombre que vive en incesto (1 Ca 5:2, 6-7), para que el pecado no afecte a toda la iglesia. Si no se disciplina a ese hombre, los efectos del pecado se esparcirían a muchos otros que tal vez sepan del asunto y que verían que la iglesia presta poca atención al mismo.
Esto haría que piensen que tal vez el pecado no era tan malo como pensaban, y otros tal vez se verían tentados a cometer un pecado similar o parecido. Es más, si no se aplica la disciplina contra una ofensa específica, entonces será mucho más dificil que la iglesia aplique disciplina en un tipo similar de pecado que cometa algún otro en el futuro.
Pablo también le dijo a Timoteo que debían reprender en presencia de todos a los ancianos que persistían en pecado, «para que sirva de escarmiento» (1ª Ti 5: 20); es decir, para que otros también se den cuenta de que no se tolerará el pecado sino que recibirá disciplina tanto de la iglesia como de Dios mismo. De hecho, Pablo reprendió a Pedro públicamente, para que otros no sigan el mal ejemplo de Pedro de separarse y comer sólo con los creyentes judíos (Gá 2: 11).
NOTA: La frase inusual «entregar a Satanás» en estos versículos parece querer decir «sacar fuera de la iglesia» puesto que es claramente lo que Pablo les dice a los corintios que hagan en 1ª Co 5: 2,7, 13. Sacar a alguien de la iglesia pone a esa persona de nuevo en el reino de esta edad de pecado, que está gobernada por Satanás.
C. PROTEGER LA PUREZA DE LA IGLESIA Y EL HONOR DE CRISTO:
Un tercer propósito de la disciplina eclesiástica es proteger la pureza de la iglesia de modo que no se deshonre a Cristo. Por supuesto, ningún creyente de esta edad tiene un corazón completamente puro, y todos tenemos pecado que queda en nuestras vidas. Pero cuando un miembro de la iglesia continúa pecando de manera que es externamente evidente a otros, especialmente a los no creyentes,'4 esto claramente es deshonor para Cristo.
Es similar a la situación de los judíos que desobedecieron la ley de Dios y llevaron a los no creyentes a mofarse y blasfemar el nombre de Dios (Ro 2: 24: «Por causa de ustedes se blasfema el nombre de Dios entre los gentiles»).
Por eso Pablo se asombra de que los Corintios no hayan disciplinado al hombre que continuaba en pecado voluntario que en la iglesia conocía públicamente (1ª Co 5: 1-2: «¡Y de esto se sienten orgullosos! ¿No debieran, más bien, haber lamentado lo sucedido?. También se preocupa grandemente saber que «un hermano demanda a otro, Y esto ante los incrédulos!» (1ª Co 6:6).
Antes que permitir tales faltas morales en el carácter de la iglesia, Pedro anima a los creyentes: «esfuércense para que Dios los halle sin mancha y sin defecto, y en paz con él» (2ª P 3: 14). Y nuestro Señor Jesús quiere presentarse a sí mismo una iglesia «radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable» (Ef 5: 27), porque él es la cabeza de la iglesia, y el carácter de ella refleja la reputación de él.
Incluso los ángeles y los demonios miran a la iglesia y contemplan la sabiduría de Dios expresada en ella (Ef 3: 10); por consiguiente (Ef 4: 1) Pablo anima a los creyentes a que se esfuercen «por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz» (Ef 4: 3).
Esto es asunto muy serio. Puesto que el Señor Jesús es celoso de su propio honor, si la iglesia no ejerce la disciplina apropiada, él lo hará por sí mismo, como lo hizo en Corinto, en donde la disciplina del Señor resultó en enfermedad y muerte (1ª Cao 11: 27-34), y como advirtió que haría tanto a Pérgamo (Ap 2: 14-15) y Tiratira (Ap 2: 20).
En estos dos últimos casos el Señor se desagradaba con toda la iglesia por tolerar desobediencia externa y no ejercer la disciplina: «Sin embargo, tengo en tu contra que toleras a Jezabel, esa mujer que dice ser profetisa. Con su enseñanza engaña a mis siervos, pues los induce a cometer inmoralidades sexuales y a comer alimentos sacrificados a los ídolos» (Ap 2:20; cf. vv 14-16).
NOTA: Los propósitos de la disciplina eclesiástica que se consideran arriba están resumidos bien en la Confesión Westminster de fe, capitulo 30, párrafo 3: «Las censuras de la iglesia son necesarias, para restaurar y recuperar a los hermanos que ofenden, para impedir que otros cometan ofensas similares, para purgar esa levadura que pudiera infectar a toda la masa, para vindicar el honor de Cristo, y la santa profesión del evangelio, y para prevenir la ira de Dios, que pudiera con justicia caer sobre la iglesia, si tolera que su pacto, y el sello del mismo, sea profanado por ofensores notorios y obstinados». .
Pero también a los ángeles (ver Ef. 3:1O; 1ª Ti 5: 21).
2. POR CUÁLES PECADOS SE DEBE EJERCER DISCIPLINA ECLESIÁSTICA?
Por un lado, la enseñanza de Jesús en Mateo 18: 15-20 nos dice que si una situación que incluye pecado personal contra alguien más no puede ser resuelta en una reunión privada o grupo pequeño, entonces hay que llevar el asunto a la iglesia:
Si Tu Hermano Peca Contra Ti, Ve A Solas Con Él Y Hazle Ver Su Falta. Si Te Hace Caso, Has Ganado A Tu Hermano. Pero Si No, Lleva Contigo A Uno O Dos Más, Para Que «Todo Asunto Se Resuelva Mediante El Testimonio De Dos O Tres Testigos». Si Se Niega A Hacerles Caso A Ellos, Díselo A La Iglesia; Y Si Incluso A La Iglesia No Le Hace Caso, Trátalo Como Si Fuera Un Incrédulo O Un Renegado (Mt 18: 15-17).
En este caso el asunto ha progresado de una situación privada e informal a un proceso público y mucho más formal de disciplina por parte de toda la iglesia.
Por otro lado, no parece haber ninguna limitación explícita especificada para la clase de pecados que deben quedar sujetos a la disciplina eclesiástica. Los ejemplos de pecados sujetos a disciplina eclesiástica en el Nuevo Testamento son extremadamente diversos: disensiones (Ro 16: 17; Tit 3: 10), incesto (1ª Co 5: 1), holgazanería y rehusar trabajar (2 Ts 3:6-10), desobedecer lo que Pablo escribe (2 Ts 3:14-15), blasfemia (1ª Ti 1: 20), y enseñar doctrina herética (2ª Jn 10-1l).
No obstante, un principio definitivo parece estar en función: todos los pecados que fueron disciplinados explícitamente en el Nuevo Testamento eran conocidos públicamente o pecados externamente evidentes,'6 y muchos de ellos habían continuado por un período de tiempo.
El hecho de que los pecados eran conocidos públicamente quiere decir que se había traído reproche a la iglesia, se había deshonrado a Cristo, y había una posibilidad real de que otros se verían animados a seguir los patrones errados de vida que se estaban tolerando públicamente.
Sin embargo, siempre habrá la necesidad de juicio maduro para ejercer la disciplina eclesiástica, porque hay una falta de santificación completa en todas nuestras vidas. Es más, cuando nos percatamos de que alguien ya se ha dado cuenta del pecado y está luchando por vencerlo, una palabra de amonestación puede en efecto hacer más daño que bien. Debemos también recordar que en donde hay asuntos de conducta en los cuales los creyentes legítimamente discrepan, Pablo anima a que haya un grado más amplio de tolerancia (Ro 14: 1-23).
NOTA: Una excepción fue el pecado secreto de Ananías y Safira en Hch 5:1-11. En esta situación el Espíritu Santo (vv. 3, 8) estuvo tan poderosamente presente que trajo una intrusión de juicio final. Cuando los secretos de todos los corazones serán revelados, a la edad de la iglesia, y «un gran temor se apoderó de toda la iglesia» (v. 11).
Sin embargo, ver sección c abajo sobre los requisitos para la revelación pública de los pecados serios de un dirigente de la iglesia.
3. ¿CÓMO SE DEBE APLICAR LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA?
A. SE DEBE MANTENER EL CONOCIMIENTO DEL PECADO DENTRO DE GRUPO MÁS PEQUEÑO POSIBLE:
Esto parece ser el propósito de Mateo 18:15-17 detrás del progreso gradual de una reunión privada, a una reunión con dos o tres, y luego decirlo a toda la iglesia. Mientras menos personas sepan de algún pecado, mejor, porque el arrepentimiento es más fácil, menos personas pueden descarriarse, y menos daño se hace a la reputación de la persona, a la reputación de la iglesia, y la reputación de Cristo.
B. LAS MEDIDAS DISCIPLINARIAS DEBEN AUMENTAR EN FUERZA HASTA QUE HAYA UNA SOLUCIÓN:
De nuevo en Mateo 18 Jesús nos enseña que no podemos detenemos simplemente con una conversación privada si eso no produce resultados satisfactorios.
Él requiere que la persona ofendida vaya primero sola, y luego lleve a uno o dos más (Mt 18: 15-16). Es más, si un creyente piensa que ha ofendido a algún otro individuo (o incluso si la otra persona piensa que ha sido ofendida), Jesús requiere que la persona que ha hecho la ofensa (o se piensa que ha hecho la ofensa) vaya a la persona que se considera la víctima de la ofensa (Mt 5: 23). Esto quiere decir que sea que hayamos ofendido u otros piensen que han sido ofendidos, siempre es nuestra responsabilidad tomar la iniciativa e ir a la otra persona. Jesús no nos permite esperar que la otra persona venga a nosotros.
Después de una reunión privada y una reunión de un grupo pequeño, Jesús no especifica que hay que consultar luego con los ancianos o oficiales de la iglesia como grupo, pero ciertamente este paso intermedio parece apropiado, porque Jesús puede simplemente estar resumiendo el proceso sin necesariamente mencionar todo paso posible en él. De hecho, hay varios ejemplos de amonestación de grupos pequeños en el Nuevo Testamento que dieron los ancianos u otros oficiales de la iglesia (ver 1ª Ts 5: 12; 2ª Ti 4:2; Tit 1: 13; 2:15; 3:10; Stg 5: 19-20).
Todavía más, el principio de mantener el conocimiento de pecado al grupo más pequeño posible ciertamente estimularía este paso intermedio por igual.
Finalmente, si la situación no se puede resolver Jesús dice: «díselo a la iglesia» (Mt 18: 17). En este caso la iglesia se reuniría para oír los hechos del caso y llegar a una decisión. Puesto que Jesús permite la posibilidad de que la persona «incluso a la iglesia no le hace caso» (v. 17), la iglesia bien puede tener que reunirse una vez para decidir qué decirle al ofensor, y luego reunirse de nuevo para excluir a esa persona del compañerismo de la iglesia.
Cuando Jesús da estas instrucciones en cuanto a la disciplina eclesiástica, le recuerda a la iglesia que su propia presencia y su propio poder están detrás de las decisiones que toma la iglesia: «Además les digo que si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18: 19-20).
Jesús promete estar presente en las reuniones de la iglesia en general, pero específicamente aquí con respecto a la iglesia reunida para disciplinar a un miembro ofensor. Pablo de modo similar les dice a los corintios que disciplinen al miembro que ha errado (cuando se reúnan en el nombre de nuestro Señor Jesús, y con su poden) (1ª Co 5: 4). Esta no es una actividad que se deba tomara la ligera, sino que se desempeña en presencia del Señor, el componente espiritual de la misma en realidad siento realizado por el mismo Señor.
Si esto se debe hacer alguna vez, toda la iglesia entonces sabrá que a la persona que ha errado ya no se le considera miembro de la iglesia, y a esa persona no se le permitirá tomar la comunión, puesto que participar en la Cena del Señor es una señal de participar en la unidad de la iglesia (1ª Co 10:17: «Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo»).
Hay otros pasajes en el Nuevo Testamento que hablan de evitar tener compañerismo con el excomulgado. Pablo les dice a los corintios: «Pero en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer» (1ª CO 5: 11). Les dice a los tesalonicenses:
«Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas de nosotros» (2ª Ts 3: 6). Todavía más, dice: «Si alguno no obedece las instrucciones que les damos en esta carta, denúncienlo públicamente y no se relacionen con él, para que se avergüence.
Sin embargo, no lo tengan por enemigo, sino amonéstenlo como a hermano» (2ª Ts 3: 14-15). Segunda de Juan 10-11 también prohíbe darle la bienvenida en la casa al que promueve falsa enseñanza. Estas instrucciones evidentemente son para prevenir que la iglesia dé a otros la impresión de que aprueba la desobediencia de la persona que está errando.
NOTA: 1ª Co 5:4 también exige que la iglesia se reúna para este paso-final en la disciplina eclesiástica.
C. DISCIPLINA DE LOS DIRIGENTES DE LA IGLESIA:
En un pasaje Pablo da directivas especiales respecto a la disciplina de los ancianos de la iglesia:
No Admitas Ninguna Acusación Contra Un Anciano, A No Ser Que Esté Respaldada Por Dos O Tres Testigos. A Los Que Pecan, Repréndelos En Público Para Que Sirva De Escarmiento. Te Insto Delante De Dios, De Cristo Jesús Y De Los Santos Ángeles, A Que Sigas Estas Instrucciones Sin Dejarte Llevar De Prejuicios Ni Favoritismos (1ª Ti 5: 19-21).
Pablo aquí da una advertencia especial para proteger a los ancianos de ataques individuales; la acción respecto a alguna ofensa en este caso debe exigir evidencia de dos o tres testigos. «A los que persisten en pecar»19los debe reprender (en público).
Esto se debe a que el mal ejemplo de la conducta equivocada de parte de los ancianos muy probablemente tendrá un efecto negativo ampliamente extendido en otros que ven sus vidas. Entonces Pablo le recuerda a Timoteo que «no haga nada con parcialidad» en esta situación; advertencia muy útil, puesto que Timoteo probablemente era amigo íntimo de muchos de los ancianos de la iglesia de Éfeso.
El mandamiento de Pablo de reprender públicamente a un anciano que peca quiere decir que se debe dar a la iglesia alguna declaración de la naturaleza de la ofensa «(repréndelos en público), v. 20).20 Por otro lado, no se debe revelar a la iglesia todo detalle del pecado. Una pauta útil es que a la iglesia se le debe decir lo suficiente de modo que:
(1) Entiendan lo serio que fue la ofensa:
(2) Puedan comprender y respaldar el proceso de disciplina, y:
(3) Que después no vayan a creer que se le restó importancia o se tapó el pecado si más detalles se filtran más adelante.
Tal revelación pública de pecado de un dirigente será señal a la congregación de que los líderes de la iglesia no les esconderán tales asuntos en el futuro. Esto aumentará la confianza de la iglesia en la integridad de la junta directiva. También permitirá que el dirigente que peca empiece el proceso gradual de restablecer las relaciones y confianza con la congregación, porque no tendrá que lidiar con personas que tienen cien especulaciones diferentes en cuanto a lo que fue su pecado, sino con personas que saben cuál fue el pecado específico, y que pueden ver el genuino arrepentimiento y cambio respecto a ese aspecto de pecado en su vida.
¿Qué tal de los pecados serios de los que no son dirigentes de la iglesia? La Biblia no da ningún mandamiento de revelar públicamente los pecados de personas que son miembros regulares pero no dirigentes reconocidos de la iglesia. Al dirigente, sin embargo, se le trata en forma diferente porque su vida debe «ser intachable» (1ª Ti 3: 2), y su vida debe ser ejemplo para que otros creyentes imiten (ver 1ª Ti 4: 12).
NOTA: Este es evidentemente el sentido de tow; Jarmartanontas en 1ª Ti 5: 20, puesto que el participio presente da el sentido de continuar en la acción por un período de tiempo.
Cuando las iglesias tienen que disciplinar a un dirigente de la iglesia, un error fácil de cometer es no tomar en serio el mandamiento de Pablo, y por consiguiente no dar adecuada información a la iglesia sobre la naturaleza de! pecado en cuestión. Si eso sucede, la congregación sólo oirá que se sacó de un cargo a algún dirigente debido a un pecado (o tal vez se menciona una categoría general de pecado).
Pero esto no es realmente una reprensión pública efectiva. Debido a que es tan vaga, solamente resultará en confusión, especulación y chismes. Es más, pueden surgir divisiones serias en la iglesia debido a que en ausencia de información algunos pensarán que el proceso de disciplina fue demasiado riguroso y otros pensarán que fue demasiado lenitivo, y la iglesia no estará unida en respaldar el proceso.
D. OTROS ASPECTOS DE LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA:
Una vez que haya tenido lugar la disciplina, tan pronto como haya arrepentimiento en cualquier etapa del proceso los creyentes que han sabido de la disciplina deben recibir de nuevo al arrepentido en la comunión de la iglesia. Pablo dice: «Más bien debieran perdonarlo y consolarlo para que no sea consumido por la excesiva tristeza. Por eso les ruego que reafirmen su amor hacia él» (2ª Co 2: 7-8; 7: 8-11).
De nuevo, nuestro propósito en la disciplina eclesiástica nunca debe ser castigar por un deseo de venganza, sino siempre para restaurar y sanar.
La actitud con que se aplica la disciplina en toda etapa también es muy importante.
Debe hacerse con gentileza y humildad, y con genuino aprecio por nuestra propia debilidad y con temor de que nosotros pudiéramos caer en pecados similares.
«Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado» (Gá 6: 1).
No es sabio fijar algún calendario de antemano, diciéndole a la gente cuánto se espera que dure el proceso de disciplina. Esto se debe a que es imposible para nosotros predecir cuánto tiempo pasará hasta que el Espíritu Santo produzca arrepentimiento profundo y genuino y un cambio en la condición del corazón de la persona que le llevó al pecado para empezar.
Finalmente, debemos notar que inmediatamente después del pasaje sobre la disciplina eclesiástica en Mateo 18: 15-20, Jesús enseña fuertemente la necesidad de perdón personal de todos los que pecan contra nosotros (Mt 18:21-35). Debemos perdonar «setenta veces siete» a los que nos hacen daño (v. 22), y Jesús nos dice que nuestro Padre celestial nos castigará severamente si no perdonamos de corazón a nuestro hermano (v. 35).
Debemos ver el pasaje sobre la disciplina en la iglesia y este pasaje como complementarios, y no contradictorios. Como individuo siempre debemos perdonar de corazón y no guardar rencores. Sin embargo podemos ciertamente perdonar a alguien de corazón y con todo procurar la disciplina eclesiástica para el bien de la persona que comete el pecado, por el bien de la iglesia, por el honor de Cristo, y porque la palabra de Dios lo ordena.
NOTA: Entiendo «intachables" como queriendo decir que sus vidas son tales que no se puede presentar legítimamente contra ellos ninguna acusación de ofensa seria.
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. ¿Ha pensado usted previamente de la iglesia más bien como débil o más bien como fuerte en su influencia en los asuntos del mundo? ¿Cómo ha cambiado su pensamiento como resultado de este capítulo? ¿Piensa usted que hay esperanza para transformar la sociedad aparte de la influencia redentora fuerte de la iglesia?
2. ¿Ha pensado usted previamente de sí mismo como teniendo alguna de las «llaves del reino de los cielos»? ¿Tiene en efecto usted alguna de esas llaves ahora? ¿Qué está haciendo con ellas?
3. ¿De qué maneras pudiera su iglesia ejercer más eficazmente su poder espiritual contra las fuerzas del enemigo? ¿De qué maneras pudiera usted mismo usar este poder más efectivamente?
4. ¿Cuál es el enemigo más fuerte a la proclamación efectiva del evangelio en su comunidad ahora? ¿Cómo se pudiera usar el poder de la iglesia contra ese enemigo?
5. Si usted acepta los principios de que la iglesia no debe gobernar al estado y el estado no debe gobernar sobre la iglesia o restringir su libertad, ¿se están poniendo en práctica estos principios efectivamente en su propia situación nacional o local? ¿Qué se pudiera hacer para aumentar la conformidad a estos principios? (¿Concuerda usted con estos principios?)
6. ¿Sabe usted de situaciones en donde una palabra gentil de amonestación ha resultado en un cambio positivo en su propia conducta o la conducta de otro creyente? ¿Sabe usted de situaciones en donde la disciplina eclesiástica ha ido un paso o dos más allá de esto y ha resultado en restauración de la persona que erró? Si usted sabe de situaciones en donde la práctica de la disciplina eclesiástica no ha dado buen resultado, ¿qué se pudiera haber hecho en forma diferente para que haya un mejor resultado?
7. Si una iglesia se niega totalmente por un número de años a aplicar la disciplina eclesiástica, aunque hay una necesidad evidente de ella, ¿cuáles pudieran ser los resultados dañinos en la iglesia? ¿Sabe usted de situaciones en donde han ocurrido esos resultados dañinos?
8. ¿Han habido ocasiones es las que usted hubiera deseado que alguien se hubiera acercado a usted más antes con una palabra de amonestación o consejo respecto a un aspecto de pecado que usted no se daba cuenta o que usted no sabía a ciencia cierta? Si es así, ¿por qué no sucedió eso?
9. ¿Hay ahora alguna relación en su vida en donde Mateo 5: 23 y 18:15 combinados le dicen que tiene una obligación de ir a la otra persona y procurar arreglar la situación? «atar y desatar» excomunión «llaves del reino»
TÉRMINOS ESPECIALES
Poder de la iglesia, tomar la espada
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR

2ª Corintios 10: 3-4: Pues Aunque Vivimos En El Mundo, No Libramos Batallas Como Lo Hace El Mundo. Las Armas Con Que Luchamos No Son Del Mundo, Sino Que Tienen El Poder Divino Para Derribar Fortalezas.