MEDIOS DE GRACIA EN LA IGLESIA

¿CUÁLES SON LAS DIFERENTES ACTIVIDADES DENTRO DE LA VIDA DE LA IGLESIA QUE DIOS USA PARA DARNOS BENDICIÓN? ¿QUÉ NOS PERDEMOS SI DESCUIDAMOS NUESTRA PARTICIPACIÓN EN UNA IGLESIA LOCAL?

EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA

A. ¿CUÁNTOS MEDIOS DE GRACIA HAY DISPONIBLES PARA NOSOTROS?

Todas las bendiciones que experimentamos en esta vida son en última instancia inmerecidas; todas son de gracia. De hecho, para Pedro, toda la vida cristiana se vive por gracia (1ª P 5: 12).
Pero, ¿hay algunos medios especiales que Dios usa para damos gracia adicional?
Específicamente, dentro de la comunión de la iglesia ¿hay ciertos medios es decir, ciertas actividades, ceremonias o funciones- que Dios usa para damos más gracia?
Otra manera de formular esa pregunta es preguntar si hay ciertos medios por los cuales el Espíritu Santo obra para dar bendición a la vida del creyente. Por supuesto, la oración personal, la adoración, el estudio bíblico y la fe personal, son todos medios por los que Dios obra para damos gracia como creyentes individuales.
Pero en este capítulo estamos tratando de la doctrina de la iglesia, y estamos preguntando específicamente dentro del compañerismo de la iglesia cuáles medios de gracia son los que Dios usa para damos bendición.
Podemos definir los medios de gracia como sigue: Los medios de gracia son las actividades dentro de la comunión de la iglesia que Dios usa para dar más gracia a los creyentes.
En la historia del debate de «medios de gracia dentro de la iglesia», algunos teólogos los han restringido a tres: la predicación de la Palabra de Dios, y los dos sacramentos (bautismo y la Cena del Señor).
Pero, ¿es sabio hacer una lista tan corta de «medios de gracia»? Si deseamos compilar una lista y hablar de todo los medios de recepción la bendición del Espíritu Santo que viene a los creyentes específicamente mediante la comunión de la iglesia, entonces no parece ser sabio limitar los «medios de gracia» a las actividades cuya administración está restringida al clero ordenado u oficiales de la iglesia.
Hay sabiduría, por ejemplo, en la noción de Charles Hodge de que la oración es un cuarto medio de gracia. Pero, ¿debemos limitar nuestra consideración de los medios de gracia sólo a estas cuatro actividades? Parecería más útil hacer una lista de las muchas actividades variadas dentro de la iglesia que Dios ha dado como maneras especiales de recibir su «gracia» día tras día y semana tras semana.
La lista llegaría a ser bastante larga, y, dependiendo de cómo se la organizara, pudiera incluir un variado número de elementos.
La siguiente lista tal vez no sea exhaustiva, pero sí incluye la mayoría de los medios de gracia a los que los creyentes tienen acceso dentro de la comunión de la iglesia:
1. Enseñanza de la palabra de Dios
2. Bautismo
3. Cena del Señor
4. Oración de unos por otros
5. Adoración
6. Disciplina eclesiástica
7. Ofrendar
8. Dones espirituales
9. Comunión o compañerismo
10. Evangelización
11. Ministerio personal a individuos
Todas estas cosas que están disponibles a los creyentes dentro de la iglesia. El Espíritu Santo obra mediante todas ellas para dar varias clases de bendiciones a los individuos. Por consiguiente, apartándome de las listas mucho más cortas que por lo general se dan en las teologías sistemáticas, he decidido llamar a todos estos «medios de gracia» dentro de la iglesia.
La Iglesia Católica Romana tradicionalmente ha creído que la «gracia» de Dios viene a las personas sólo mediante el ministerio oficial de la iglesia, particularmente por medio de los sacerdotes de la iglesia. Por consiguiente, cuando especifica los medios de gracia (que llama «sacramentos») que están disponibles a las personas dentro de la iglesia, tiene en vista actividades que son supervisadas o son realizadas sólo por los sacerdotes de la iglesia. En la enseñanza católico romana hay siete «sacramentos» y son los siguientes: (Ver capítulo 49, para una explicación del uso de los dos términos sacramentos y ordenanzas para referir· se al bautismo y a la Cena del Señor).
1. Bautismo
2. Confirmación
3. Eucaristía (la Cena del Señor según se la experimenta en la misa)
4. Penitencia
5. Extremaunción (popularmente conocida como los «últimos óleos», la unción con aceite que se administra a un moribundo)
6. Órdenes santas (ordenación al sacerdocio o diaconado)
7. Matrimonio
Hay no sólo una diferencia en las listas dadas por católicos romanos y protestantes; también hay una diferencia en significado fundamental.
Los católicos romanos ven estos como «medios de salvación» que hacen a las personas más aptas para recibir justificación de Dios.3 Pero en la noción protestante, los medios de gracia simplemente son medios de bendiciones adicionales dentro de la vida cristiana, y no añaden a nuestra aptitud de recibir justificación de Dios.
Los católicos romanos enseñan que los medios de gracia imparten gracia sea que haya o no fe subjetiva de parte del ministro o del que los recibe: en tanto que los protestantes sostienen que Dios imparte gracia sólo en donde hoy fe de parte de las personas que administran o reciben estos medios.
En tanto que la Iglesia Católica Romana restringe firmemente al clero la administración de los sacramentos, nuestra lista de medios de gracia incluye muchas actividades que las realizan otros creyentes.
NOTA: Esta es la posición de Louis Berkhof, Systematie Theology, pp. 604-6. Él llama a estos tres medios «canales objetivos que Dios ha instituido en la iglesia» (pp. 604-5), pero el criterio significativo en el pensamiento de Berkhof parece ser el hecho de que estos tres son funciones especiales administradas por el clero ordenado: Berkhof llama a estos (los medios oficiales de la iglesia de Jesucristo) 
Y más adelante dice: «Como medios oficiales de gracia colocados a disposición de la iglesia, tanto la palabra como los sacramentos pueden ser administrados sólo por oficiales de la iglesia calificados legítima y apropiadamente». De esta manera, claramente restringe los «medios de gracia» a los administrados por el clero ordenado.
Aunque los que siguen a Berkhof en este punto pudieran aducir que este procedimiento es sabio y sirve al interés de mantener buen orden en la iglesia, podemos preguntar si en verdad esta restricción lleva matices de «sacerdotalismo», la noción de la Iglesia Católica Romana (y, en menor grado, la iglesia anglicana) de que hay un «sacerdocio» especial de gente ordenada dentro de la iglesia que tiene una autoridad o capacidad especial para extender la gracia de Dios a las personas en la iglesia.

B. CONSIDERACIÓN DE MEDIOS ESPECÍFICOS

1. ENSEÑANZA DE LA PALABRA DE DIOS.
Incluso antes de que las personas lleguen a ser creyentes, la Palabra de Dios al ser predicada y enseñada les provee la gracia de Dios en el sentido de que es el instrumento que Dios usa para impartirles vida espiritual y traerlos a la salvación. Pablo dice que el evangelio es «poder de Dios para la salvación» (Ro 1: 16) y que la predicación de Cristo es «el poder de Dios y la sabiduría de Dios» (1ª Co 1: 24). Dios nos hace nacer de nuevo «mediante la palabra de verdad» (Stg 1: 18), y Pedro dice: «Pues ustedes han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece» (1ª P 1: 23).
Es la palabra de Dios escrita, la Biblia, que «pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2ª Ti 3: 15):
Todavía más, una vez que llegamos a ser creyentes, Pablo nos recuerda que es la palabra de Dios que «tiene poder para edificarlos» (Hch 20: 32). Es necesaria para la nutrición espiritual y para mantener la vida espiritual, porque no vivimos sólo de pan sino también de «toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4: 4). Moisés habla de la necesidad absoluta de la palabra escrita de Dios cuando le dice al pueblo:
«Porque no son palabras vanas para ustedes, sino que de ellas depende su vida; Es la palabra de Dios la que nos convence de pecado y nos convierte a la justicia, porque es útil «para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia» (2ª Ti 3: 16). Da dirección y guía como «lámpara» a nuestros pies y «luz» en nuestro camino (Sal 119: 105). En medio de una cultura impía las Escrituras nos dan sabiduría y dirección como «una lámpara que brilla en un lugar oscuro» (2ª P 1: 19).
Todavía más, es activa para dar sabiduría a todos, e incluso «da sabiduría al sencillo» (Sal 19: 7). Da esperanza a los que les falta, porque Pablo dice que fue escrita «para enseñamos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza» (Ro 15: 4).
La palabra de Dios no es débil ni impotente para lograr estos objetivos, porque nos habla con el poder de Dios y realiza los propósitos de Dios. El Señor dice:
Así Como La Lluvia Y La Nieve Descienden Del Cielo, Y No Vuelven Allá Sin Regar Antes La Tierra Y Hacerla Fecundar Y Germinar Para Que Dé Semilla Al Que Siembra Y Pan Al Que Come, Así Es También La Palabra Que Sale De Mi Boca: No Volverá A Mí Vacía, Sino Que Hará Lo Que Yo Deseo Y Cumplirá Con Mis Propósitos (Is 55: 10-11).
La palabra de Dios no es débil sino que su poder divino la acompaña: «» Ger 23:29).
Es tan afilada y poderosa que es ((¿No es acaso mi palabra como fuego, y como martillo que pulveriza la roca? afirma el Señor» (Ef 6: 17), y es tan eficaz al hablar a las necesidades de la gente que el autor de Hebreos dice: «Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón» (Heb 4: 12).
Tan estrechamente está ligado el crecimiento y fortaleza de la iglesia al reinado de la palabra de Dios en las vidas de las personas que más de una vez el libro de los Hechos puede describir el crecimiento de la iglesia como el crecimiento de la palabra de Dios: (y la palabra de Dios se difundía: el número de los discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén) (Hch 6:7); «Pero la palabra de Dios seguía extendiéndose y difundiéndose» (Hch 12: 24); (La palabra del Señor se difundía por toda la región» (Hch 13: 49).
Tan importante es la Biblia como el medio primario de gracia que Dios da a su pueblo que Charles Hodge nos recuerda que a través de la historia el cristianismo verdadero ha florecido (0usto en proporción al grado en que se conoce la Biblia, y sus verdades se difunden entre el pueblo». Todavía más, él anota que no hay evidencia de salvación o santificación que se halle en donde no se conoce la Palabra de Dios. «Las naciones en donde la Biblia es desconocida están en tinieblas»?
Es apropiado que pongamos en la lista la enseñanza de la Palabra de Dios como el primero y más importante medio de gracia dentro de la iglesia. Pero debemos añadir que tal enseñanza incluye no sólo la enseñanza reconocida oficialmente por parte del clero ordenado en la iglesia, sino también toda la enseñanza que tiene lugar en estudios bíblicos, clases de Escuela Dominical, la lectura de libros cristianos bíblicos, e incluso el estudio bíblico personal.
2. BAUTISMO.
Puesto que Jesús le ordenó a su iglesia que bautizara (Mt 28: 19), esperaríamos que haya una medida de bendición conectada con el bautismo, porque toda obediencia a Dios de parte del creyente trae consigo el favor de Dios.
Esta obediencia es específicamente un acto público de confesar a Jesús como Salvador, acto que en sí mismo trae gozo y bendición al creyente. Todavía más, es una señal de la muerte y resurrección del creyente con Cristo (ver Ro 6: 2-5; Col 2: 12), y parece apropiado que el Espíritu Santo obraría mediante tal señal para aumentar nuestra fe, para aumentar nuestra consciencia en la experiencia de la muerte al poder y amor al pecado en nuestras vidas, y aumentar nuestra experiencia del poder de la nueva vida de resurrección en Cristo que tenemos como creyentes.
Puesto que el bautismo es un símbolo fisico de la muerte y resurrección de Cristo y de nuestra participación en ellos, también debe dar seguridad adicional de unión con Cristo a todos los creyentes que están presentes. Finalmente, puesto que el bautismo en agua es un símbolo externo de un bautismo espiritual interno por el Espíritu Santo, podemos esperar que el Espíritu Santo ordinariamente obre junto con el bautismo, dándoles a los creyentes una consciencia aumentada de los beneficios del bautismo espiritual al que señala.
Cuando el bautismo acompaña muy de cerca de la profesión inicial de fe de alguien y es en verdad una forma externa que toma esa profesión de fe, hay ciertamente una conexión entre el bautismo y el recibimiento del don del Espíritu Santo, porque Pedro les dice a sus oyentes en Pentecostés: «Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados y recibirán el don del Espíritu Santo» (Hch 2: 38).
Es más, Pablo dice: «Ustedes la recibieron al ser sepultados con él en el bautismo. En él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos» (Col 2: 12). La afirmación de que es «mediante la fe en el poder de Dios» que esto sucede nos recuerda que no hay propiedad mágica en el acto mismo del bautismo, que hace que tenga lugar un resultado espiritual, sin embargo el versículo también indica que cuando la fe acompaña al bautismo hay una obra espiritual genuina en la vida de la persona que es bautizada. Como podríamos esperar, a veces gran gozo espiritual sigue al bautismo; un gran gozo en el Señor y en la salvación que el bautismo tan vívidamente ilustra (ver Hch 8: 39; 16: 34).
Aunque debemos evitar la enseñanza católico romana de que se imparte gracia incluso aparte de la fe del bautizado, no debemos reaccionar tan fuertemente a este error como para decir que no hay beneficio espiritual para nada que resulta del bautismo, que el Espíritu Santo no obra mediante él y que es meramente simbólico.
Es mejor decir que donde hay fe genuina de parte del bautizado, y donde la fe de la iglesia que contempla el bautismo es estimulada y alentada por esta ceremonia, entonces el Espíritu Santo ciertamente obra mediante el bautismo, y éste llega a ser un «medio de gracia» por el que el Espíritu Santo da bendición al bautizado y también a toda la iglesia. (El bautismo se considerará más completamente en el próximo capítulo).
3. LA CENA DEL SEÑOR.
Además del bautismo, la otra ordenanza o ceremonia que Jesús le ordenó a la iglesia que realizara es la participación en la Cena del Señor.
Aunque este tema se considerará más completamente en el capítulo 50, es apropiado notar aquí que la participación en la Cena del Señor también es muy claramente un medio de gracia que el Espíritu Santo usa para dar bendición a la iglesia. La Cena del Señor no es simplemente una comida ordinaria entre seres humanos; es comunión con Cristo, en su presencia y en su mesa.
De nuevo, debemos evitar la idea de que algún beneficio automático o mágico resulta de la participación en la Cena del Señor, sea que la persona participe en fe o no." Pero cuando la persona participa en fe, renovando y fortaleciendo su propia confianza en Cristo para la salvación, y creyendo que el Espíritu Santo da bendición espiritual mediante tal participación, entonces ciertamente se puede esperar bendición adicional.
Debemos tener mucho cuidado aquí, como con el bautismo, para evitar el error de reaccionar en demasía a la enseñanza católico romana y mantener que la Cena del Señor es meramente simbólica y no un medio de gracia.
Pablo dice: «Esa copa de bendición por la cual damos gracias, ¿no significa que entramos en comunión (gr. kiononía, «participación», (comunión) con la sangre de Cristo? Ese pan que partimos, ¿no significa que entramos en comunión (koinonía) con el cuerpo de Cristo?» (1ª Co 10: 16). Debido a que hay tal participación en el cuerpo y la sangre de Cristo (al parecer queriendo decir una participación en los beneficios del cuerpo y la sangre de Cristo entregados por nosotros), la unidad de los creyentes se exhibe hermosamente en el momento de la Cena del Señor: «Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo» (1ª Co 10: 17).
Y puesto que somos participantes en «la mesa del Señor» (1ª Co 10: 21), Pablo les advierte a los corintios que no pueden participar de la mesa del señor y también participar en la adoración a ídolos: «no pueden participar de la mesa del Señor y también de la mesa de los demonios» (1ª Co 10: 21). Hay una unión espiritual entre los creyentes y con el Señor que se fortalece y solidifica en la Cena del Señor, y esto no se debe tomar a la ligera.
Por eso los Corintios estaban experimentando juicio por su abuso de la Cena del Señor (1ª Co 11: 29-30: «Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condena. Por eso hay entre ustedes muchos débiles y enfermos, e incluso varios han muerto»). Pero si Pablo dice que habrá juicio por la participación incorrecta en la Cena del Señor, entonces ciertamente deberíamos esperar bendición por la participación correcta en la Cena del Señor.
Cuando obedecemos el mandamiento de Jesús: «Tomen, coman» (Mt 26: 26), y realizamos la actividad física de comer y beber en la mesa del Señor, nuestra acción fisica ilustra una nutrición espiritual correspondiente, nutrición de nuestras almas que tendrá lugar cuando participamos en obediencia y fe. Jesús dice: «Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él» Gn 6: 55-56; vv. 52-54, 57-58; también vv. 27, 33-35, 48-51).
Como con el bautismo, por consiguiente, debemos esperar que el Señor dé bendición espiritual conforme participamos en la Cena del Señor en fe y en obediencia a las direcciones establecidas en las Escrituras, y de esta manera es un «medio de gracia» que el Espíritu Santo usa para damos bendición.
4. ORACIÓN.
Ya hemos estudiado la oración en el capítulo 18, así que aquí solamente necesitamos anotar que la oración corporativa dentro de la iglesia cuando se reúne, y la oración por los miembros de la iglesia de unos por otros, son medios poderosos que el Espíritu Santo usa diariamente para dar bendición a los creyentes dentro de la iglesia.
Ciertamente debemos orar juntos tanto como individualmente, siguiendo el ejemplo de la iglesia primitiva. Cuando ellos oyeron las amenazas de los dirigentes judíos, ellos «alzaron unánimes la voz en oración a Dios» (Hch. 4: 24-30), «Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno» (Hch 4. 31 2: 42). Cuando Pedro fue encarcelado, «la iglesia oraba constante y fervientemente a Dios por él» (Hch 12: 5).
Si la oración de la iglesia no es simplemente decir de labios para afuera palabras sin intención de corazón, sino que es expresión genuina de nuestros corazones y reflejo de fe sincera, entonces deberíamos esperar que el Espíritu Santo dé una mayor bendición mediante ella. Ciertamente cuando se hace la oración «en el Espíritu» (Ef 6:18; Jud 20: «orando en el Espíritu Santo»), incluye comunión con el Espíritu Santo y por consiguiente un ministerio del Espíritu Santo a los que oran.
El autor de Hebreos nos recuerda que al «acercamos» a Dios en oración ante el trono de la gracia lo hacemos para «hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos» (Heb 4: 16).
Mientras más aumenta la comunión genuina de una iglesia, más debería ser la oración continua de unos por otros dentro de la iglesia, y más bendición espiritual genuina del Espíritu Santo se puede esperar que fluya mediante la iglesia.
5. ADORACIÓN.
La adoración genuina es adoración «en espíritu» Gn 4: 23-24; Flp 3:3), lo que probablemente quiere decir adoración que se hace en el ámbito espiritual de actividad (y no meramente la acción fisica externa de asistir a un culto de adoración o entonar cantos).
Cuando entramos en ese ámbito espiritual de actividad y ministramos al Señor en adoración, Dios también nos ministra. Así, por ejemplo, en la iglesia de Antioquía, fue «Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor» que «el Espíritu Santo dijo: "Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado"» (Hch 13: 2).
Esto es paralelo a la experiencia del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento que conocía la presencia de Dios cuando participaban en adoración genuina:
Los trompetistas y los cantores alababan y daban gracias al Señor al son de trompetas, címbalos y otros instrumentos musicales. Y cuando tocaron y cantaron al unísono: «El Señor es bueno; su gran amor perdura para siempre», una nube cubrió el templo del Señor. Por causa de la nube, los sacerdotes no pudieron celebrar el culto, pues la gloria de! Señor había llenado e! templo (2ª Cr 5: 13-14).
Cuando el pueblo de Dios adoraba, él venía en una forma muy visible para morar en medio de ellos. Similarmente, en el Nuevo Testamento, Santiago promete: «Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes» (Stg 4: 8).
Es más, conforme el pueblo de Dios adoraba, él los libraba de sus enemigos (2ª Cr 20: 18-23), y en otras ocasiones les daba verdadera perspectiva espiritual de la naturaleza de los sucesos que los rodeaban (Sal 73: 17: «hasta que entré en el santuario de Dios; allí comprendí cuál será el destino de los malvados»).
Si la adoración es genuinamente una experiencia de acercarse a Dios, venir a su presencia, y darle la alabanza que se merece, entonces ciertamente debemos contarla como el «medio de gracia» primario disponible para la iglesia. Mediante la adoración congregacional genuina Dios a menudo dará gran bendición, tanto individual como corporativamente, a su pueblo.
6. DISCIPLINA ECLESIÁSTICA.
Debido a que la disciplina eclesiástica es un medio por el que se promueve la pureza de la iglesia y se estimula la santidad de la vida, ciertamente también deberíamos contarla como un «medio de gracia».
Sin embargo, la bendición no se da automáticamente: cuando la iglesia disciplina, ningún bien espiritual resulta al ofensor a menos que el Espíritu Santo lo convenza de su pecado y produzca una «tristeza santa» que «produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse» (2ª Co 7: 10), y ningún bien espiritual le viene a la iglesia a menos que el Espíritu Santo esté activo en las vidas de los demás miembros cuando ellos se dan cuenta del proceso. Por eso la iglesia debe ejercer la disciplina con el conocimiento de que se la hace en la presencia del Señor (1ª Co 5: 4; 4:1 9-20), y con la certeza de que tiene sanción celestial conectada con ella (Mt 16: 19; 18: 18-20).
Sería muy saludable para la iglesia empezar a pensar de la disciplina eclesiástica no como una carga onerosa que el Señor le ha impuesto, sino como un genuino «medio de gracia» por el que gran bendición puede venir hoya la iglesia: al reconciliar a los creyentes unos con otros y con Dios, al restaurar al hermano o hermana descarriado para que ande en obediencia, al advertir a todos a estar firmes en temor (1ª Ti 5: 20), al aumentar la pureza moral en la iglesia, y al proteger y promover el honor de Cristo.
Aunque la tristeza y el dolor a menudo van conectados con la disciplina eclesiástica, cuando se la hace apropiadamente, con fe en que el Señor está obrando mediante ella, de esa tristeza «no hay que arrepentirse» (2ª Co 7: 10).
Cuando se la ejerce de esta manera, la disciplina eclesiástica debe ciertamente verse como un medio de gracia por el que el Espíritu Santo da bendición a su iglesia."
7. OFRENDAR.
Dar u ofrendar ordinariamente se hace mediante la iglesia conforme ella recibe y distribuye ofrendas a los varios ministerios y necesidades que la iglesia atiende. De nuevo, no hay ninguna concesión automática o mecánica de beneficios a los que dan.
El hechicero Simón recibió una fuerte reprensión por pensar que podía «comprar el don de Dios con dinero» (Hch 8: 20). Pero si el ofrendar se hace con fe, debido a la dedicación a Cristo y amor a su pueblo, entonces ciertamente habrá bendición en eso. Es de lo más agradable a Dios cuando los donativos de dinero van acompañados de una intensificación de la consagración personal del dador a Dios, como fue el caso de los macedonios que (se entregaron a sí mismos, primeramente al Señor y después a nosotros, conforme a la voluntad de Dios) (2ª Co 8: 5), y entonces dieron para ayudar a los creyentes pobres de Jerusalén.
Cuando la ofrenda se realiza alegremente, no de mala gana ni por obligación», hay gran recompensa del favor del Señor con ella, «porque Dios ama al que da con alegría» (2ª Co 9: 7).
Pablo ve el ofrendar dinero a la obra del Señor como siembra espiritual que llevará a una cosecha: «El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará» (2ª Co 9: 6). Pablo espera que conforme los corintios den correctamente Dios los bendecirá: «y Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes» (2ª Co 9: 8).
Les dice: (Ustedes serán enriquecidos en todo sentido para que en toda ocasión puedan ser generosos, y para que por medio de nosotros la generosidad de ustedes resulte en acciones de gracias a Dios» (2ª Co 9: 11). Por consiguiente, la ofrenda bendice al que la recibe en que sus necesidades son suplidas y la fe y la acción de gracias por la provisión de Dios aumenta; bendice al dador porque (Dios ama al que da con alegría», y concederá una abundante cosecha espiritual, y dará bendiciones a todos los que saben al respecto porque produce una cosecha de «abundantes acciones de gracias a Dios» (2ª Co 9: 12).
En lugar de ver la ofrenda como una obligación desagradable, haríamos bien en verla como un medio rico de gracia dentro de la iglesia, y esperar que mediante ella el Espíritu Santo dé bendición.
8. DONES ESPIRÍTUALES.
Pedro ve los dones espirituales como canales por los que la gracia de Dios viene a la iglesia, porque dice: «Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas» (1ª P 4: 10).
Cuando se usan los dones de unos a otros en la iglesia, la gracia de Dios es por ello dispensada a aquellos para quienes Dios lo propuso. Gran bendición vendrá a la iglesia mediante el uso apropiado de los dones espirituales, conforme la iglesia sigue el mandato de Pablo de usar los dones [procurando] que éstos abunden para la edificación de la iglesia» (1ª Co 14: 12; Ef. 4: 11-16).
Si compiláramos una lista de todos los dones espirituales como medios separados de gracia, nuestra lista de los medios de gracia sería mucho más larga que once asuntos. Pero aunque se incluyera a todos ellos en esta sola categoría, debemos reconocer que los diferentes dones espirituales de la iglesia son todos medios por los que el Espíritu Santo da bendición por medio de creyentes individuales.
Esto debería recordamos el abundante favor que Dios nos ha dado como pecadores inmerecedores, y debe también hacer que nos demos cuenta de que muchos creyentes diferentes, con diferentes dones, pueden ser canales por los que la gracia de Dios nos viene. De hecho, en la exhortación de Pedro de usar dones espirituales como mayordomos de «la gracia de Dios en sus diversas formas» (1ª P 4: 10), la palabra que se traduce «diversas» (gr. poikilos) quiere decir «teniendo muchas facetas o aspectos, ricamente variada, teniendo gran diversidad».
Es más, debemos recordar que estos dones se distribuyen no solamente a los clérigos o a un limitado número de creyentes, sino a todos los creyentes, que tienen al Espíritu Santo en ellos (1ª Co 12:7, 11; 1ª P 4: 10).
9. COMPAÑERISMO O COMUNIÓN.
No debemos descuidar el compañerismo cristiano ordinario como un valioso medio de gracia dentro de la iglesia. De la iglesia primitiva se dice que «se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración» (Hch 2: 42).
 Y el autor de Hebreos le recuerda a los creyentes: «Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimulamos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca» (Heb 10: 24-25).
En la comunión de los creyentes la amistad ordinaria y el afecto de unos por otros crecerá, y el mandato de Jesús de que «nos amemos unos a otros» Jn 15: 12) se cumplirá. Es más, conforme los creyentes se cuidan unos a otros, se ayudarán «unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo» (Gá 6: 2).
Un énfasis en el compañerismo de creyentes unos con otros como medio de gracia también ayudará a superar un enfoque excesivo en el clero ordenado como dispensadores primario de la gracia dentro de la iglesia, y particularmente cuando la iglesia como un todo está reunida.
También será saludable para los creyentes reconocer que una medida de la gracia de Dios se recibe cuando los creyentes conversan y comen juntos, y cuando tienen ocasiones de trabajar y jugar juntos, disfrutando del compañerismo de unos con otros. «No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo» (Hch 2: 46-47).
10. EVANGELIZACIÓN.
En Hechos hay una frecuente conexión entre la proclamación del evangelio (incluso frente a la oposición) y estar lleno del Espíritu Santo (ver Hch 2: 4 con vv. 14-36; 4: 8, 31; 9:17 con v. 20; 13: 9,52). La evangelización es su medio de gracia, entonces, no sólo en el sentido de que ministra gracia que salva a los no salvos, sino también porque los evangelizados experimentan más de la presencia del Espíritu Santo y su bendición en sus propias vidas.
A veces la evangelización la realizan sólo los individuos, pero otras veces es una actividad corporativa de la iglesia (como en las campañas de evangelización). E incluso la evangelización individual a menudo incluye a otros miembros de la iglesia que darán la bienvenida al visitante no creyente y atenderá a sus necesidades. Así que la evangelización es apropiadamente considerada un medio de gracia en la iglesia.
11. MINISTERIO PERSONAL A INDIVIDUOS.
Justo con los diez previos «medios de gracia» dentro de la iglesia, es apropiado mencionar un medio más específico que el Espíritu Santo muy frecuentemente utiliza para dar bendición a creyentes individuales.
Este medio de gracia opera cuando uno o más creyentes dentro de la iglesia dedican tiempo para ministrar, de varias maneras, a necesidades muy específicas de otro individuo en la iglesia.
A veces este ministerio toma la forma de palabras de estímulo, exhortación o consejo sabio. Se nos dice: «instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría» (Col 3: 16), y hablar palabras que «sean de bendición para quienes escuchan» (Ef. 4: 29). Debemos intentar hacer volver «a un pecador de su extravío» (Stg 5: 20) y «Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimulamos al amor y a las buenas obras» y «animémonos unos a otros» (Heb 10: 24-25).
En otras ocasiones el ministerio incluye dar para ayudar a las necesidades materiales de un hermano o hermana.
Santiago reprende a los que meramente dicen: «Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse» pero «no les da lo necesario para el cuerpo» (Stg 2: 16). Juan nos advierte: «Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?» (1ª Jn 3: 17). Por consiguiente, la iglesia primitiva daba de buen grado para las necesidades de los creyentes pobres, de modo que «no había ningún necesitado en la comunidad» (Hch 4: 34).
Pablo dijo que los dirigentes de la iglesia de Jerusalén «nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, y eso es precisamente lo que he venido haciendo con esmero» (Gá 2: 10).
Otra forma que este ministerio de interpersonal puede tomar es la «unción con aceite» en conjunción con la oración por un enfermo. Los discípulos de Jesús «sanaban a muchos enfermos, ungiéndolos con aceite» (Mr 6:13). De modo similar, Santiago dice que el enfermo «Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor» (Stg 5: 14). En estos casos el aceite parece haber sido un símbolo fisico del poder sanador del Espíritu Santo viniendo al enfermo.
Finalmente, otro medio de ejercer ministerio personal entre los individuos en el Nuevo Testamento es el uso del toque personal, particularmente la imposición de manos en conexión con la oración por alguien en necesidad. Un estudio del Nuevo Testamento puede sorprender a muchos creyentes modernos (como lo hizo al autor presente) cuando vean lo frecuente que la imposición de manos y otras clases de toque fisico se ve como funcionando como «medios de gracia» en el ministerio de Jesús y de la iglesia primitiva.
Parece que la imposición de manos era con mucho el método más común que Jesús usó para orar por las personas. Cuando las multitudes le trajeron a algunos «que padecían de diversas enfermedades; él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó» (Lc 4: 40).
Otros pasajes específicamente describen que Jesús puso las manos sobre las personas para sanarlas (Mt 8: 3; Mr 1: 41; 6:5; 8: 23-25; Lc 5: 13; 13: 13). Pero más significativo que estos pasajes individuales es el hecho de que las personas que vinieron a Jesús buscando sanidad específicamente le pedían que pusiera las manos en los enfermos: «Pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá» (Mt 9: 18), o (Ven y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva) (Mr 5:23; ef. 7: 32).
El hecho de que las personas vinieron con esta petición sugiere que la imposición de manos se reconocía comúnmente como el método que Jesús por lo general usaría para sanar a las personas. En imitación al método de Jesús para sanar, cuando el padre de Publio estaba enfermo, «Pablo entró a verlo y, después de orar, le impuso las manos y lo sanó» (Hch 28: 8).
En otros casos las personas buscaron más bien en general tocar a Jesús, o le pidieron que los tocara a fin de ser sanados. «Algunas personas le llevaron un ciego a Jesús y le rogaron que lo tocara» (Mr 8: 22). De modo similar, la gente «Le llevaban todos los enfermos, suplicándole que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto, y quienes lo tocaban quedaban sanos» (Mt 14: 35-36).
Esto fue debido a que el poder del Espíritu Santo se expresaba mediante el toque físico de Jesús, y salía y sanaba a la gente. «Así que toda la gente procuraba tocarlo, porque de él salía poder que sanaba a todos» (Lc 6: 19; d. Mt 9: 20-22, 25; 20: 34; Mr 1: 31; 5: 41; 9: 27; Lc 7: 14; 8: 54; 22: 51).
Sin embargo, no fue simplemente para sanar que Jesús y la iglesia primitiva ponían las manos sobre las personas o las tocaba. Cuando los niños vinieron a Jesús, «después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos» (Mr 10: 16; d. Mt 19: 13-15; Lc 18: 15).
Cuando Jesús tocaba tan frecuentemente a las personas para sanar o bendecirlas, no es sorpresa que las personas mencionaran los milagros que hacían sus manos: «¿Cómo se explican estos milagros (gr. dunamis, «poder») que vienen de sus manos?» (Mr 6:2). De modo similar, cuando Pablo y Bernabé estuvieron en su primer viaje misionero, el Señor «hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos de ellos señales y prodigios» (Hch 14: 3, RVR).
De la misma manera, «hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo» (Hch 19: 11, RVR).16 Puesto que no había, como en los otros medios de gracia, poder automático o mágico inherente en las manos de los primeros creyentes, sino que sanidad y otras clases de bendiciones se producían sólo conforme Dios mismo se agradaba en obrar mediante la imposición de manos, no es sorprendente que la iglesia primitiva orara específicamente que el Señor extendiera su mano para sanar.
Ellos oraron: «Ahora, Señor, toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar tu palabra sin temor alguno.
NOTA. Aunque es dudoso que el final más largo de Marcos sea parte de las Escrituras (ver capítulo 17), Mr 16: 18 ciertamente representa por lo menos una corriente de la tradición inicial dentro de la iglesia por igual: dice que los que crean en Jesús «pondrán las manos sobre los enfermos, y éstos recobrarán la salud».
Debido a que los Evangelios tan frecuentemente recalcan el hecho de que Jesús puso las manos sobre las personas o las toco con sus manos, esta expresión no parece simplemente una metáfora que quiere decir: «Qué milagros son hechos por él) sino que es mejor entenderla como una referencia a la manera específica en que las manos de Jesús eran el medio por el que frecuentemente él realizaba sus milagros.
Desdichadamente, en este versículo y en varios otros que mencionan los milagros hechos por manos de las personas, la NVI ha decidido que una traducción literal no es importante y no menciona en español las manos. Por ejemplo, simplemente traduce Hch 14: 3: «haciendo señales y prodigios por medio de ellos», pero el texto griego específicamente dice que los milagros eran hechos «mediante sus manos» (dia ton queiron autou).
En la siguiente sección he destacado apenas algunos de los lugares en donde la NVI no traduce la palabra griega queir, «mano», pero ella está presente en el texto griego en todos los versículos que menciono, y los lectores que no la hallen en sus traducciones de la NVI deben consultar otra traducción, tal como la RVR o la LBLA, que tiene una norma de traducción más literal.
La NVI simplemente traduce: «haciendo señales y prodigios por medio de ellos» (ver previa nota al pie de página).
La NVI simplemente dice: «Dios hacia milagros extraordinarios por medio de Pablo» (ver las dos notas previas).
Por eso, extiende tu mano para sanar y hacer señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús» (Hch 4: 29-30).
Se dieron cuenta de que su acción de extender las manos para tocar a los enfermos no sería efectiva a menos que la propia mano poderosa de Dios obrara mediante las manos de ellos.
En otras ocasiones la imposición de manos se hizo con algún otro propósito.
Evidentemente se la hizo en conexión con pedir que Dios dé poder o equipe a las personas para algún servicio o ministerio. Cuando se nombraron a los 'primeros diáconos la iglesia los trajo ante los apóstoles, «quienes oraron y les impusieron las manos» (Hch 6: 6). De modo similar, cuando la iglesia de Antioquía despachó a Pablo y a Bernabé, «después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron» (Hch 13: 3).
Cuando el evangelio llegaba a un nuevo grupo de personas, los que proclamaban el evangelio a veces imponían las manos a los nuevos creyentes a fin de que pudieran recibir el poder del nuevo pacto del Espíritu Santo. En Samaria, los apóstoles «les impusieron las manos, y ellos recibieron el Espíritu Santo» (Hch 8: 17). Ananías le impuso las manos a Pablo a fin de que él recobrara la vista y fuera «lleno del Espíritu Santo» (Hch 9:17). Cuando Pablo «impuso las manos» a los discípulos de Éfeso que acababan de llegar a creer en Jesús, «el Espíritu Santo vino sobre ellos» (Hch 19: 6).
En otros casos la imposición de manos resultó en la impartición de algún don espiritual. En el incidente que se acaba de mencionar, los discípulos de Éfeso también «empezaron a hablar en lenguas ya profetizar» (Hch 19: 6) después de que Pablo les impuso las manos. Todavía más, él le recuerda a Timoteo: «Ejercita el don que recibiste mediante profecía, cuando los ancianos te impusieron las manos» (1ª Ti 4: 14).
Pablo puede haberse estado refiriendo al mismo acontecimiento u otro diferente cuando más tarde dijo: «Por eso te recomiendo que avives la llama del don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos» (2ª Ti 1: 6). (En 1ª Ti 5:2 2, la afirmación: «No te apresures a imponerle las manos a nadie» se refiere a la ordenación de ancianos; vea el capítulo 47).
Si la gente en la iglesia primitiva frecuentemente oraba por las necesidades de unos y otros, e imitaban el ejemplo de Jesús y sus discípulos al imponer las manos al orar por las personas pidiendo sanidad, pidiendo bendición, y para recibir el Espíritu Santo en el momento de la conversión, entonces esperaríamos que la instrucción dada a los nuevos creyentes habría incluido la enseñanza de que la oración por las necesidades de los individuos de ordinario iría acompañada por la imposición de una mano o manos sobre la persona por la que se ora.
Si esto fuera así, entonces no sería sorpresa que «la imposición de manos» se clasificaría como una doctrina «fundamental», algo que pertenece al «cimiento» de la instrucción cristiana; que es en efecto lo que hallamos en Hebreos 6: 1-2. Aunque algunos han entendido esto como refiriéndose más estrechamente a la imposición de manos que acompaña la investidura en algún cargo específico en la iglesia, este es nada más que un pequeño aspecto del patrón de situaciones en las cuales la imposición de manos se halla en el Nuevo Testamento.
Parece ser mucho mejor entender esta frase de Hebreos 6: 2, como refiriéndose a la instrucción elemental en cuanto a orar por otros en situaciones de necesidad de modo que los creyentes tiernos de inmediato puedan empezar a ministrar a otros también.
Parece apropiado, entonces, contar la imposición de manos como otra dimensión de la rica diversidad de los «medios de gracia» que Dios ha puesto dentro de la iglesia para dar bendición a su pueblo.
12. ¿SE DEBE PRACTICAR EL LAVAMIENTO DE PIES COMO UN MEDIO DE GRACIA DENTRO DE LA IGLESIA?
De tiempo en tiempo algunos grupos cristianos han practicado una ceremonia de lavarse unos a otros los pies en una reunión pública de la iglesia. Han basado esta práctica en el mandamiento de Jesús: «Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros» Gn 13: 14). Los que abogan por el lavamiento de pies lo consideran una ceremonia que Jesús ordenó, similar a las ceremonias del bautismo y la Cena del Señor.
Sin embargo, hay varias razones por las que no debemos pensar que en Juan 13: 14 Jesús está estableciendo otra ceremonia para la iglesia además del bautismo y la Cena del Señor.
(1) El bautismo y la Cena del Señor explícitamente simbolizan el más grande acontecimiento en la historia de la redención, la muerte de Cristo y su resurrección por nosotros, pero el lavamiento de pies no simboliza tal suceso histórico- redentor.
(2) El bautismo y la Cena del Señor fueron claramente acciones simbólicas, pero cuando Jesús les lavó los pies a los discípulos fue claramente algo funcional y no meramente simbólico, en que suplía una necesidad humana ordinaria del día (pies sucios).
(3) El bautismo y la Cena del Señor son símbolos apropiados del comienzo y continuación de la vida cristiana, pero no hay un simbolismo así que se adose al lavamiento de pies.
(4) Hacer del lavamiento de pies una ordenanza como el bautismo y la Cena del Señor lo reduce a un símbolo; y si es un símbolo, entonces las palabras de Jesús nos ordenan solamente realizar un símbolo, y la fuerza real del mandamiento de Jesús (actuar en humildad y amor) se pierde.
(5) En tanto que las epístolas dan evidencia de que el bautismo y la Cena del Señor fueron ordenanzas que observaron continuamente las iglesias del Nuevo Testamento, no hay evidencia de que los apóstoles o la iglesia primitiva haya observado el lavamiento de pies como una ordenanza.
(6) Hay una explicación sencilla y directa del mandamiento de Jesús: les dice a sus discípulos que asuman tareas humildes al servicio de unos a otros.
Pero si eso es lo que significa el texto (la vasta mayoría de la iglesia cristiana en toda la historia lo ha entendido de esta manera), entonces no hay necesidad de buscar otro significado adicional (que Jesús también estaba instituyendo una nueva ceremonia). En contraste, los textos del Nuevo Testamento en cuanto al bautismo y la Cena del Señor no se pueden entender ordenando alguna otra cosa que una ceremonia.
Por consiguiente, en tanto que los creyentes se benefician al meditar en la aplicación de la afirmación de Jesús en cuanto al lavamiento de pies a sus patrones presentes de vida, nadie debe pensar que Jesús está animándolos a practicar una ceremonia de lavamiento de pies.

C. CONCLUSIONES

Al final de esta consideración de los medios de gracia dentro de la iglesia debemos damos cuenta, primero que nada, de que cuando todas estas cosas se realizan en fe y obediencia, debemos con anhelo esperar y buscar evidencia de que el Espíritu Santo en realidad estará ministrando a las personas al mismo tiempo que estas acciones se están haciendo.
Como creyentes no debemos descuidar «reunimos» (Heb 10: 25), sino que debemos esperar con anhelo cualquier reunión de creyentes en la que tenga lugar alguno de estos medios, esperando que Dios dará bendición mediante cada uno de estos medios.
Por otro lado, debemos damos cuenta de que todos estos medios de gracia ocurren dentro del compañerismo de la iglesia. Los que descuidan la comunión de la iglesia voluntariamente se privan de todos estos medios de gracia y por consiguiente se privan de la mayoría de medios ordinarios que el Espíritu Santo usa para dar bendición a su pueblo.
Estos medios de gracia deben damos gran aprecio por el asombroso privilegio de ser miembro del cuerpo de Cristo, la iglesia.
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. Antes de leer este capítulo, ¿pensaba usted que habría alguna gran diferencia si el creyente continuaba siendo activo en el compañerismo de la iglesia o no? ¿Cómo ha cambiado este capítulo su perspectiva sobre este asunto, si acaso algo?
2. ¿Cuál de los medios de gracia mencionados en este capítulo ha sido para usted el más útil en su propia vida cristiana?
3. ¿Cuál de los medios de gracia mencionados en este capítulo piensa usted que apreciaba menos antes de leer el capítulo? ¿Cómo ha aumentado su aprecio de ese medio de gracia? ¿Cómo piensa usted que afectará eso sus acciones de aquí en adelante?
4. Al mirar a la lista de medios de gracia, ¿hay algunos aspectos en los que la gente en realidad no está experimentando «gracia» o bendición en su propia iglesia? ¿Qué se podría hacer para aumentar la eficacia de estos aspectos débiles como medios de gracia en la vida de su iglesia?
5. ¿Cuál de los medios de gracia en realidad son los menos útiles en su propia vida? ¿Hay algunos que se han vuelto más bien mecánicos, o que usted está realizando sólo como actividad externa o fisica, sin ninguna participación real de corazón? ¿Qué podría usted hacer para aumentar la eficacia de esos medios en su vida?
6. Al mirar la lista de los medios de gracia de nuevo, mencione uno o más en los cuales usted podría ayudar a la iglesia a ser más eficaz para dar bendición a su gente.
TÉRMINOS ESPECIALES
Eucaristía, extremaunción, imposición de manos, medios de gracia, órdenes santas, sacramento
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR

Hechos 2: 41-42: Así, Pues, Los Que Recibieron Su Mensaje Fueron Bautizados, Y Aquel Día Se Unieron A La Iglesia Unas Tres Mil Personas. Se Mantenían Firmes En La Enseñanza De Los Apóstoles, En La Comunión, En El Partimiento Del Pan Y En La Oración.