¿CUÁLES SON LAS DIFERENTES ACTIVIDADES DENTRO DE LA VIDA DE LA IGLESIA QUE DIOS USA PARA DARNOS BENDICIÓN? ¿QUÉ NOS PERDEMOS SI DESCUIDAMOS NUESTRA PARTICIPACIÓN EN UNA IGLESIA LOCAL?
EXPLICACIÓN Y BASE
BÍBLICA
A. ¿CUÁNTOS MEDIOS DE GRACIA HAY DISPONIBLES PARA NOSOTROS?
Todas
las bendiciones que experimentamos en esta vida son en última instancia
inmerecidas; todas son de gracia. De hecho, para Pedro, toda la vida cristiana
se vive por gracia (1ª P 5: 12).
Pero,
¿hay algunos medios especiales que Dios usa para damos gracia adicional?
Específicamente,
dentro de la comunión de la iglesia ¿hay ciertos medios es decir, ciertas
actividades, ceremonias o funciones- que Dios usa para damos más gracia?
Otra
manera de formular esa pregunta es preguntar si hay ciertos medios por los
cuales el Espíritu Santo obra para dar bendición a la vida del creyente. Por
supuesto, la oración personal, la adoración, el estudio bíblico y la fe
personal, son todos medios por los que Dios obra para damos gracia como
creyentes individuales.
Pero
en este capítulo estamos tratando de la doctrina de la iglesia, y estamos
preguntando específicamente dentro del compañerismo de la iglesia cuáles medios
de gracia son los que Dios usa para damos bendición.
Podemos
definir los medios de gracia como sigue: Los medios de gracia son las
actividades dentro de la comunión de la iglesia que Dios usa para dar más
gracia a los creyentes.
En la
historia del debate de «medios de gracia dentro de la iglesia», algunos
teólogos los han restringido a tres: la predicación de la Palabra de Dios, y
los dos sacramentos (bautismo y la Cena del Señor).
Pero,
¿es sabio hacer una lista tan corta de «medios de gracia»? Si deseamos compilar
una lista y hablar de todo los medios de recepción la bendición del Espíritu
Santo que viene a los creyentes específicamente mediante la comunión de la
iglesia, entonces no parece ser sabio limitar los «medios de gracia» a las
actividades cuya administración está restringida al clero ordenado u oficiales
de la iglesia.
Hay
sabiduría, por ejemplo, en la noción de Charles Hodge de que la oración es un
cuarto medio de gracia. Pero, ¿debemos limitar nuestra consideración de los
medios de gracia sólo a estas cuatro actividades? Parecería más útil hacer una
lista de las muchas actividades variadas dentro de la iglesia que Dios ha dado
como maneras especiales de recibir su «gracia» día tras día y semana tras
semana.
La
lista llegaría a ser bastante larga, y, dependiendo de cómo se la organizara,
pudiera incluir un variado número de elementos.
La
siguiente lista tal vez no sea exhaustiva, pero sí incluye la mayoría de los
medios de gracia a los que los creyentes tienen acceso dentro de la comunión de
la iglesia:
1. Enseñanza de la palabra de Dios
2. Bautismo
3. Cena del Señor
4. Oración de unos por otros
5. Adoración
6. Disciplina eclesiástica
7. Ofrendar
8. Dones espirituales
9. Comunión o compañerismo
10. Evangelización
11. Ministerio personal a individuos
Todas
estas cosas que están disponibles a los creyentes dentro de la iglesia. El
Espíritu Santo obra mediante todas ellas para dar varias clases de bendiciones
a los individuos. Por consiguiente, apartándome de las listas mucho más cortas
que por lo general se dan en las teologías sistemáticas, he decidido llamar a todos
estos «medios de gracia» dentro de la iglesia.
La
Iglesia Católica Romana tradicionalmente ha creído que la «gracia» de Dios
viene a las personas sólo mediante el ministerio oficial de la iglesia,
particularmente por medio de los sacerdotes de la iglesia. Por consiguiente,
cuando especifica los medios de gracia (que llama «sacramentos») que están
disponibles a las personas dentro de la iglesia, tiene en vista actividades que
son supervisadas o son realizadas sólo por los sacerdotes de la iglesia. En la
enseñanza católico romana hay siete «sacramentos» y son los siguientes: (Ver
capítulo 49, para una explicación del uso de los dos términos sacramentos y
ordenanzas para referir· se al bautismo y a la Cena del Señor).
1. Bautismo
2. Confirmación
3. Eucaristía (la Cena del Señor según se la experimenta en la misa)
4. Penitencia
5. Extremaunción (popularmente conocida como los «últimos óleos», la
unción con aceite que se administra a un moribundo)
6. Órdenes santas (ordenación al sacerdocio o diaconado)
7. Matrimonio
Hay no
sólo una diferencia en las listas dadas por católicos romanos y protestantes;
también hay una diferencia en significado fundamental.
Los
católicos romanos ven estos como «medios de salvación» que hacen a las personas
más aptas para recibir justificación de Dios.3 Pero en la noción protestante,
los medios de gracia simplemente son medios de bendiciones adicionales dentro
de la vida cristiana, y no añaden a nuestra aptitud de recibir justificación de
Dios.
Los
católicos romanos enseñan que los medios de gracia imparten gracia sea que haya
o no fe subjetiva de parte del ministro o del que los recibe: en tanto que los
protestantes sostienen que Dios imparte gracia sólo en donde hoy fe de parte de
las personas que administran o reciben estos medios.
En
tanto que la Iglesia Católica Romana restringe firmemente al clero la
administración de los sacramentos, nuestra lista de medios de gracia incluye
muchas actividades que las realizan otros creyentes.
NOTA: Esta es la posición de Louis Berkhof,
Systematie Theology, pp. 604-6. Él llama a estos tres medios «canales objetivos
que Dios ha instituido en la iglesia» (pp. 604-5), pero el criterio
significativo en el pensamiento de Berkhof parece ser el hecho de que estos
tres son funciones especiales administradas por el clero ordenado: Berkhof
llama a estos (los medios oficiales de la iglesia de Jesucristo)
Y más adelante dice: «Como medios oficiales de
gracia colocados a disposición de la iglesia, tanto la palabra como los
sacramentos pueden ser administrados sólo por oficiales de la iglesia calificados
legítima y apropiadamente». De esta manera, claramente restringe los «medios de
gracia» a los administrados por el clero ordenado.
Aunque los que siguen a Berkhof en este punto
pudieran aducir que este procedimiento es sabio y sirve al interés de mantener
buen orden en la iglesia, podemos preguntar si en verdad esta restricción lleva
matices de «sacerdotalismo», la noción de la Iglesia Católica Romana (y, en menor
grado, la iglesia anglicana) de que hay un «sacerdocio» especial de gente
ordenada dentro de la iglesia que tiene una autoridad o capacidad especial para
extender la gracia de Dios a las personas en la iglesia.
B. CONSIDERACIÓN DE MEDIOS ESPECÍFICOS
1. ENSEÑANZA DE LA PALABRA DE DIOS.
Incluso
antes de que las personas lleguen a ser creyentes, la Palabra de Dios al ser
predicada y enseñada les provee la gracia de Dios en el sentido de que es el
instrumento que Dios usa para impartirles vida espiritual y traerlos a la
salvación. Pablo dice que el evangelio es «poder de Dios para la salvación» (Ro
1: 16) y que la predicación de Cristo es «el poder de Dios y la sabiduría de
Dios» (1ª Co 1: 24). Dios nos hace nacer de nuevo «mediante la palabra de
verdad» (Stg 1: 18), y Pedro dice: «Pues ustedes han nacido de nuevo, no de
simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios
que vive y permanece» (1ª P 1: 23).
Es la
palabra de Dios escrita, la Biblia, que «pueden darte la sabiduría necesaria
para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2ª Ti 3: 15):
Todavía
más, una vez que llegamos a ser creyentes, Pablo nos recuerda que es la palabra
de Dios que «tiene poder para edificarlos» (Hch 20: 32). Es necesaria para la
nutrición espiritual y para mantener la vida espiritual, porque no vivimos sólo
de pan sino también de «toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4: 4).
Moisés habla de la necesidad absoluta de la palabra escrita de Dios cuando le
dice al pueblo:
«Porque
no son palabras vanas para ustedes, sino que de ellas depende su vida; Es la
palabra de Dios la que nos convence de pecado y nos convierte a la justicia,
porque es útil «para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en
la justicia» (2ª Ti 3: 16). Da dirección y guía como «lámpara» a nuestros pies
y «luz» en nuestro camino (Sal 119: 105). En medio de una cultura impía las
Escrituras nos dan sabiduría y dirección como «una lámpara que brilla en un
lugar oscuro» (2ª P 1: 19).
Todavía
más, es activa para dar sabiduría a todos, e incluso «da sabiduría al sencillo»
(Sal 19: 7). Da esperanza a los que les falta, porque Pablo dice que fue
escrita «para enseñamos, a fin de que, alentados por las Escrituras,
perseveremos en mantener nuestra esperanza» (Ro 15: 4).
La
palabra de Dios no es débil ni impotente para lograr estos objetivos, porque
nos habla con el poder de Dios y realiza los propósitos de Dios. El Señor dice:
Así Como La Lluvia Y La Nieve Descienden Del Cielo, Y No Vuelven Allá
Sin Regar Antes La Tierra Y Hacerla Fecundar Y Germinar Para Que Dé Semilla Al
Que Siembra Y Pan Al Que Come, Así Es También La Palabra Que Sale De Mi Boca:
No Volverá A Mí Vacía, Sino Que Hará Lo Que Yo Deseo Y Cumplirá Con Mis
Propósitos (Is 55: 10-11).
La
palabra de Dios no es débil sino que su poder divino la acompaña: «» Ger
23:29).
Es tan
afilada y poderosa que es ((¿No es acaso mi palabra como fuego, y como martillo
que pulveriza la roca? afirma el Señor» (Ef 6: 17), y es tan eficaz al hablar a
las necesidades de la gente que el autor de Hebreos dice: «Ciertamente, la
palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos
filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula
de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón» (Heb 4:
12).
Tan
estrechamente está ligado el crecimiento y fortaleza de la iglesia al reinado
de la palabra de Dios en las vidas de las personas que más de una vez el libro
de los Hechos puede describir el crecimiento de la iglesia como el crecimiento
de la palabra de Dios: (y la palabra de Dios se difundía: el número de los
discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén) (Hch 6:7); «Pero la
palabra de Dios seguía extendiéndose y difundiéndose» (Hch 12: 24); (La palabra
del Señor se difundía por toda la región» (Hch 13: 49).
Tan
importante es la Biblia como el medio primario de gracia que Dios da a su
pueblo que Charles Hodge nos recuerda que a través de la historia el
cristianismo verdadero ha florecido (0usto en proporción al grado en que se
conoce la Biblia, y sus verdades se difunden entre el pueblo». Todavía más, él
anota que no hay evidencia de salvación o santificación que se halle en donde
no se conoce la Palabra de Dios. «Las naciones en donde la Biblia es
desconocida están en tinieblas»?
Es
apropiado que pongamos en la lista la enseñanza de la Palabra de Dios como el
primero y más importante medio de gracia dentro de la iglesia. Pero debemos
añadir que tal enseñanza incluye no sólo la enseñanza reconocida oficialmente
por parte del clero ordenado en la iglesia, sino también toda la enseñanza que
tiene lugar en estudios bíblicos, clases de Escuela Dominical, la lectura de
libros cristianos bíblicos, e incluso el estudio bíblico personal.
2. BAUTISMO.
Puesto
que Jesús le ordenó a su iglesia que bautizara (Mt 28: 19), esperaríamos que
haya una medida de bendición conectada con el bautismo, porque toda obediencia
a Dios de parte del creyente trae consigo el favor de Dios.
Esta
obediencia es específicamente un acto público de confesar a Jesús como
Salvador, acto que en sí mismo trae gozo y bendición al creyente. Todavía más,
es una señal de la muerte y resurrección del creyente con Cristo (ver Ro 6:
2-5; Col 2: 12), y parece apropiado que el Espíritu Santo obraría mediante tal
señal para aumentar nuestra fe, para aumentar nuestra consciencia en la
experiencia de la muerte al poder y amor al pecado en nuestras vidas, y
aumentar nuestra experiencia del poder de la nueva vida de resurrección en
Cristo que tenemos como creyentes.
Puesto
que el bautismo es un símbolo fisico de la muerte y resurrección de Cristo y de
nuestra participación en ellos, también debe dar seguridad adicional de unión
con Cristo a todos los creyentes que están presentes. Finalmente, puesto que el
bautismo en agua es un símbolo externo de un bautismo espiritual interno por el
Espíritu Santo, podemos esperar que el Espíritu Santo ordinariamente obre junto
con el bautismo, dándoles a los creyentes una consciencia aumentada de los
beneficios del bautismo espiritual al que señala.
Cuando
el bautismo acompaña muy de cerca de la profesión inicial de fe de alguien y es
en verdad una forma externa que toma esa profesión de fe, hay ciertamente una
conexión entre el bautismo y el recibimiento del don del Espíritu Santo, porque
Pedro les dice a sus oyentes en Pentecostés: «Arrepiéntase y bautícese cada uno
de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados y recibirán el
don del Espíritu Santo» (Hch 2: 38).
Es
más, Pablo dice: «Ustedes la recibieron al ser sepultados con él en el
bautismo. En él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios,
quien lo resucitó de entre los muertos» (Col 2: 12). La afirmación de que es
«mediante la fe en el poder de Dios» que esto sucede nos recuerda que no hay propiedad
mágica en el acto mismo del bautismo, que hace que tenga lugar un resultado
espiritual, sin embargo el versículo también indica que cuando la fe acompaña
al bautismo hay una obra espiritual genuina en la vida de la persona que es
bautizada. Como podríamos esperar, a veces gran gozo espiritual sigue al
bautismo; un gran gozo en el Señor y en la salvación que el bautismo tan
vívidamente ilustra (ver Hch 8: 39; 16: 34).
Aunque
debemos evitar la enseñanza católico romana de que se imparte gracia incluso aparte
de la fe del bautizado, no debemos reaccionar tan fuertemente a este error como
para decir que no hay beneficio espiritual para nada que resulta del bautismo,
que el Espíritu Santo no obra mediante él y que es meramente simbólico.
Es
mejor decir que donde hay fe genuina de parte del bautizado, y donde la fe de
la iglesia que contempla el bautismo es estimulada y alentada por esta
ceremonia, entonces el Espíritu Santo ciertamente obra mediante el bautismo, y
éste llega a ser un «medio de gracia» por el que el Espíritu Santo da bendición
al bautizado y también a toda la iglesia. (El bautismo se considerará más
completamente en el próximo capítulo).
3. LA CENA DEL SEÑOR.
Además
del bautismo, la otra ordenanza o ceremonia que Jesús le ordenó a la iglesia que
realizara es la participación en la Cena del Señor.
Aunque
este tema se considerará más completamente en el capítulo 50, es apropiado
notar aquí que la participación en la Cena del Señor también es muy claramente
un medio de gracia que el Espíritu Santo usa para dar bendición a la iglesia.
La Cena del Señor no es simplemente una comida ordinaria entre seres humanos;
es comunión con Cristo, en su presencia y en su mesa.
De
nuevo, debemos evitar la idea de que algún beneficio automático o mágico
resulta de la participación en la Cena del Señor, sea que la persona participe
en fe o no." Pero cuando la persona participa en fe, renovando y
fortaleciendo su propia confianza en Cristo para la salvación, y creyendo que
el Espíritu Santo da bendición espiritual mediante tal participación, entonces
ciertamente se puede esperar bendición adicional.
Debemos
tener mucho cuidado aquí, como con el bautismo, para evitar el error de reaccionar
en demasía a la enseñanza católico romana y mantener que la Cena del Señor es
meramente simbólica y no un medio de gracia.
Pablo
dice: «Esa copa de bendición por la cual damos gracias, ¿no significa que
entramos en comunión (gr. kiononía, «participación», (comunión) con la sangre
de Cristo? Ese pan que partimos, ¿no significa que entramos en comunión
(koinonía) con el cuerpo de Cristo?» (1ª Co 10: 16). Debido a que hay tal
participación en el cuerpo y la sangre de Cristo (al parecer queriendo decir una
participación en los beneficios del cuerpo y la sangre de Cristo entregados por
nosotros), la unidad de los creyentes se exhibe hermosamente en el momento de
la Cena del Señor: «Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso,
aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo» (1ª Co 10: 17).
Y
puesto que somos participantes en «la mesa del Señor» (1ª Co 10: 21), Pablo les
advierte a los corintios que no pueden participar de la mesa del señor y
también participar en la adoración a ídolos: «no pueden participar de la mesa
del Señor y también de la mesa de los demonios» (1ª Co 10: 21). Hay una unión
espiritual entre los creyentes y con el Señor que se fortalece y solidifica en
la Cena del Señor, y esto no se debe tomar a la ligera.
Por
eso los Corintios estaban experimentando juicio por su abuso de la Cena del
Señor (1ª Co 11: 29-30: «Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo,
come y bebe su propia condena. Por eso hay entre ustedes muchos débiles y
enfermos, e incluso varios han muerto»). Pero si Pablo dice que habrá juicio
por la participación incorrecta en la Cena del Señor, entonces ciertamente
deberíamos esperar bendición por la participación correcta en la Cena del
Señor.
Cuando
obedecemos el mandamiento de Jesús: «Tomen, coman» (Mt 26: 26), y realizamos la
actividad física de comer y beber en la mesa del Señor, nuestra acción fisica
ilustra una nutrición espiritual correspondiente, nutrición de nuestras almas
que tendrá lugar cuando participamos en obediencia y fe. Jesús dice: «Porque mi
carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece
en mí y yo en él» Gn 6: 55-56; vv. 52-54, 57-58; también vv. 27, 33-35,
48-51).
Como
con el bautismo, por consiguiente, debemos esperar que el Señor dé bendición
espiritual conforme participamos en la Cena del Señor en fe y en obediencia a
las direcciones establecidas en las Escrituras, y de esta manera es un «medio
de gracia» que el Espíritu Santo usa para damos bendición.
4. ORACIÓN.
Ya
hemos estudiado la oración en el capítulo 18, así que aquí solamente
necesitamos anotar que la oración corporativa dentro de la iglesia cuando se
reúne, y la oración por los miembros de la iglesia de unos por otros, son
medios poderosos que el Espíritu Santo usa diariamente para dar bendición a los
creyentes dentro de la iglesia.
Ciertamente
debemos orar juntos tanto como individualmente, siguiendo el ejemplo de la
iglesia primitiva. Cuando ellos oyeron las amenazas de los dirigentes judíos,
ellos «alzaron unánimes la voz en oración a Dios» (Hch. 4: 24-30), «Después de
haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del
Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno» (Hch 4. 31
2: 42). Cuando Pedro fue encarcelado, «la iglesia oraba constante y
fervientemente a Dios por él» (Hch 12: 5).
Si la
oración de la iglesia no es simplemente decir de labios para afuera palabras
sin intención de corazón, sino que es expresión genuina de nuestros corazones y
reflejo de fe sincera, entonces deberíamos esperar que el Espíritu Santo dé una
mayor bendición mediante ella. Ciertamente cuando se hace la oración «en el
Espíritu» (Ef 6:18; Jud 20: «orando en el Espíritu Santo»), incluye comunión
con el Espíritu Santo y por consiguiente un ministerio del Espíritu Santo a los
que oran.
El
autor de Hebreos nos recuerda que al «acercamos» a Dios en oración ante el
trono de la gracia lo hacemos para «hallar la gracia que nos ayude en el
momento que más la necesitemos» (Heb 4: 16).
Mientras
más aumenta la comunión genuina de una iglesia, más debería ser la oración
continua de unos por otros dentro de la iglesia, y más bendición espiritual
genuina del Espíritu Santo se puede esperar que fluya mediante la iglesia.
5. ADORACIÓN.
La
adoración genuina es adoración «en espíritu» Gn 4: 23-24; Flp 3:3), lo que
probablemente quiere decir adoración que se hace en el ámbito espiritual de
actividad (y no meramente la acción fisica externa de asistir a un culto de
adoración o entonar cantos).
Cuando
entramos en ese ámbito espiritual de actividad y ministramos al Señor en
adoración, Dios también nos ministra. Así, por ejemplo, en la iglesia de
Antioquía, fue «Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor» que «el
Espíritu Santo dijo: "Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo
al que los he llamado"» (Hch 13: 2).
Esto
es paralelo a la experiencia del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento que
conocía la presencia de Dios cuando participaban en adoración genuina:
Los
trompetistas y los cantores alababan y daban gracias al Señor al son de
trompetas, címbalos y otros instrumentos musicales. Y cuando tocaron y cantaron
al unísono: «El Señor es bueno; su gran amor perdura para siempre», una nube
cubrió el templo del Señor. Por causa de la nube, los sacerdotes no pudieron
celebrar el culto, pues la gloria de! Señor había llenado e! templo (2ª Cr 5:
13-14).
Cuando
el pueblo de Dios adoraba, él venía en una forma muy visible para morar en
medio de ellos. Similarmente, en el Nuevo Testamento, Santiago promete: «Acérquense
a Dios, y él se acercará a ustedes» (Stg 4: 8).
Es
más, conforme el pueblo de Dios adoraba, él los libraba de sus enemigos (2ª Cr
20: 18-23), y en otras ocasiones les daba verdadera perspectiva espiritual de
la naturaleza de los sucesos que los rodeaban (Sal 73: 17: «hasta que entré en
el santuario de Dios; allí comprendí cuál será el destino de los malvados»).
Si la
adoración es genuinamente una experiencia de acercarse a Dios, venir a su
presencia, y darle la alabanza que se merece, entonces ciertamente debemos
contarla como el «medio de gracia» primario disponible para la iglesia.
Mediante la adoración congregacional genuina Dios a menudo dará gran bendición,
tanto individual como corporativamente, a su pueblo.
6. DISCIPLINA ECLESIÁSTICA.
Debido
a que la disciplina eclesiástica es un medio por el que se promueve la pureza
de la iglesia y se estimula la santidad de la vida, ciertamente también
deberíamos contarla como un «medio de gracia».
Sin
embargo, la bendición no se da automáticamente: cuando la iglesia disciplina,
ningún bien espiritual resulta al ofensor a menos que el Espíritu Santo lo
convenza de su pecado y produzca una «tristeza santa» que «produce el
arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse» (2ª
Co 7: 10), y ningún bien espiritual le viene a la iglesia a menos que el
Espíritu Santo esté activo en las vidas de los demás miembros cuando ellos se
dan cuenta del proceso. Por eso la iglesia debe ejercer la disciplina con el
conocimiento de que se la hace en la presencia del Señor (1ª Co 5: 4; 4:1
9-20), y con la certeza de que tiene sanción celestial conectada con ella (Mt
16: 19; 18: 18-20).
Sería
muy saludable para la iglesia empezar a pensar de la disciplina eclesiástica no
como una carga onerosa que el Señor le ha impuesto, sino como un genuino «medio
de gracia» por el que gran bendición puede venir hoya la iglesia: al
reconciliar a los creyentes unos con otros y con Dios, al restaurar al hermano
o hermana descarriado para que ande en obediencia, al advertir a todos a estar
firmes en temor (1ª Ti 5: 20), al aumentar la pureza moral en la iglesia, y al
proteger y promover el honor de Cristo.
Aunque
la tristeza y el dolor a menudo van conectados con la disciplina eclesiástica,
cuando se la hace apropiadamente, con fe en que el Señor está obrando mediante
ella, de esa tristeza «no hay que arrepentirse» (2ª Co 7: 10).
Cuando
se la ejerce de esta manera, la disciplina eclesiástica debe ciertamente verse
como un medio de gracia por el que el Espíritu Santo da bendición a su
iglesia."
7. OFRENDAR.
Dar u
ofrendar ordinariamente se hace mediante la iglesia conforme ella recibe y
distribuye ofrendas a los varios ministerios y necesidades que la iglesia
atiende. De nuevo, no hay ninguna concesión automática o mecánica de beneficios
a los que dan.
El
hechicero Simón recibió una fuerte reprensión por pensar que podía «comprar el
don de Dios con dinero» (Hch 8: 20). Pero si el ofrendar se hace con fe, debido
a la dedicación a Cristo y amor a su pueblo, entonces ciertamente habrá
bendición en eso. Es de lo más agradable a Dios cuando los donativos de dinero
van acompañados de una intensificación de la consagración personal del dador a
Dios, como fue el caso de los macedonios que (se entregaron a sí mismos,
primeramente al Señor y después a nosotros, conforme a la voluntad de Dios) (2ª
Co 8: 5), y entonces dieron para ayudar a los creyentes pobres de Jerusalén.
Cuando
la ofrenda se realiza alegremente, no de mala gana ni por obligación», hay gran
recompensa del favor del Señor con ella, «porque Dios ama al que da con
alegría» (2ª Co 9: 7).
Pablo
ve el ofrendar dinero a la obra del Señor como siembra espiritual que llevará a
una cosecha: «El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que
siembra en abundancia, en abundancia cosechará» (2ª Co 9: 6). Pablo espera que
conforme los corintios den correctamente Dios los bendecirá: «y Dios puede
hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda
circunstancia, tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes»
(2ª Co 9: 8).
Les
dice: (Ustedes serán enriquecidos en todo sentido para que en toda ocasión
puedan ser generosos, y para que por medio de nosotros la generosidad de
ustedes resulte en acciones de gracias a Dios» (2ª Co 9: 11). Por consiguiente,
la ofrenda bendice al que la recibe en que sus necesidades son suplidas y la fe
y la acción de gracias por la provisión de Dios aumenta; bendice al dador
porque (Dios ama al que da con alegría», y concederá una abundante cosecha
espiritual, y dará bendiciones a todos los que saben al respecto porque produce
una cosecha de «abundantes acciones de gracias a Dios» (2ª Co 9: 12).
En
lugar de ver la ofrenda como una obligación desagradable, haríamos bien en
verla como un medio rico de gracia dentro de la iglesia, y esperar que mediante
ella el Espíritu Santo dé bendición.
8. DONES ESPIRÍTUALES.
Pedro
ve los dones espirituales como canales por los que la gracia de Dios viene a la
iglesia, porque dice: «Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya
recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas» (1ª
P 4: 10).
Cuando
se usan los dones de unos a otros en la iglesia, la gracia de Dios es por ello
dispensada a aquellos para quienes Dios lo propuso. Gran bendición vendrá a la
iglesia mediante el uso apropiado de los dones espirituales, conforme la
iglesia sigue el mandato de Pablo de usar los dones [procurando] que éstos
abunden para la edificación de la iglesia» (1ª Co 14: 12; Ef. 4: 11-16).
Si
compiláramos una lista de todos los dones espirituales como medios separados de
gracia, nuestra lista de los medios de gracia sería mucho más larga que once
asuntos. Pero aunque se incluyera a todos ellos en esta sola categoría, debemos
reconocer que los diferentes dones espirituales de la iglesia son todos medios
por los que el Espíritu Santo da bendición por medio de creyentes individuales.
Esto
debería recordamos el abundante favor que Dios nos ha dado como pecadores
inmerecedores, y debe también hacer que nos demos cuenta de que muchos
creyentes diferentes, con diferentes dones, pueden ser canales por los que la
gracia de Dios nos viene. De hecho, en la exhortación de Pedro de usar dones
espirituales como mayordomos de «la gracia de Dios en sus diversas formas» (1ª
P 4: 10), la palabra que se traduce «diversas» (gr. poikilos) quiere decir
«teniendo muchas facetas o aspectos, ricamente variada, teniendo gran
diversidad».
Es
más, debemos recordar que estos dones se distribuyen no solamente a los
clérigos o a un limitado número de creyentes, sino a todos los creyentes, que
tienen al Espíritu Santo en ellos (1ª Co 12:7, 11; 1ª P 4: 10).
9. COMPAÑERISMO O COMUNIÓN.
No
debemos descuidar el compañerismo cristiano ordinario como un valioso medio de
gracia dentro de la iglesia. De la iglesia primitiva se dice que «se mantenían
firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del
pan y en la oración» (Hch 2: 42).
Y el autor de Hebreos le recuerda a los
creyentes: «Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimulamos al amor
y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo
algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que
aquel día se acerca» (Heb 10: 24-25).
En la
comunión de los creyentes la amistad ordinaria y el afecto de unos por otros
crecerá, y el mandato de Jesús de que «nos amemos unos a otros» Jn 15: 12) se
cumplirá. Es más, conforme los creyentes se cuidan unos a otros, se ayudarán
«unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo» (Gá 6: 2).
Un
énfasis en el compañerismo de creyentes unos con otros como medio de gracia
también ayudará a superar un enfoque excesivo en el clero ordenado como
dispensadores primario de la gracia dentro de la iglesia, y particularmente
cuando la iglesia como un todo está reunida.
También
será saludable para los creyentes reconocer que una medida de la gracia de Dios
se recibe cuando los creyentes conversan y comen juntos, y cuando tienen
ocasiones de trabajar y jugar juntos, disfrutando del compañerismo de unos con
otros. «No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa
partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a
Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo» (Hch 2: 46-47).
10. EVANGELIZACIÓN.
En
Hechos hay una frecuente conexión entre la proclamación del evangelio (incluso
frente a la oposición) y estar lleno del Espíritu Santo (ver Hch 2: 4 con vv.
14-36; 4: 8, 31; 9:17 con v. 20; 13: 9,52). La evangelización es su medio de
gracia, entonces, no sólo en el sentido de que ministra gracia que salva a los
no salvos, sino también porque los evangelizados experimentan más de la
presencia del Espíritu Santo y su bendición en sus propias vidas.
A
veces la evangelización la realizan sólo los individuos, pero otras veces es
una actividad corporativa de la iglesia (como en las campañas de
evangelización). E incluso la evangelización individual a menudo incluye a
otros miembros de la iglesia que darán la bienvenida al visitante no creyente y
atenderá a sus necesidades. Así que la evangelización es apropiadamente
considerada un medio de gracia en la iglesia.
11. MINISTERIO PERSONAL A INDIVIDUOS.
Justo
con los diez previos «medios de gracia» dentro de la iglesia, es apropiado
mencionar un medio más específico que el Espíritu Santo muy frecuentemente
utiliza para dar bendición a creyentes individuales.
Este
medio de gracia opera cuando uno o más creyentes dentro de la iglesia dedican
tiempo para ministrar, de varias maneras, a necesidades muy específicas de otro
individuo en la iglesia.
A
veces este ministerio toma la forma de palabras de estímulo, exhortación o
consejo sabio. Se nos dice: «instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda
sabiduría» (Col 3: 16), y hablar palabras que «sean de bendición para quienes
escuchan» (Ef. 4: 29). Debemos intentar hacer volver «a un pecador de su
extravío» (Stg 5: 20) y «Preocupémonos los unos por los otros, a fin de
estimulamos al amor y a las buenas obras» y «animémonos unos a otros» (Heb 10:
24-25).
En
otras ocasiones el ministerio incluye dar para ayudar a las necesidades
materiales de un hermano o hermana.
Santiago
reprende a los que meramente dicen: «Que les vaya bien; abríguense y coman
hasta saciarse» pero «no les da lo necesario para el cuerpo» (Stg 2: 16). Juan
nos advierte: «Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está
pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor
de Dios habita en él?» (1ª Jn 3: 17). Por consiguiente, la iglesia primitiva
daba de buen grado para las necesidades de los creyentes pobres, de modo que
«no había ningún necesitado en la comunidad» (Hch 4: 34).
Pablo
dijo que los dirigentes de la iglesia de Jerusalén «nos pidieron que nos
acordáramos de los pobres, y eso es precisamente lo que he venido haciendo con
esmero» (Gá 2: 10).
Otra
forma que este ministerio de interpersonal puede tomar es la «unción con
aceite» en conjunción con la oración por un enfermo. Los discípulos de Jesús
«sanaban a muchos enfermos, ungiéndolos con aceite» (Mr 6:13). De modo similar,
Santiago dice que el enfermo «Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que
oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor» (Stg 5: 14). En estos
casos el aceite parece haber sido un símbolo fisico del poder sanador del
Espíritu Santo viniendo al enfermo.
Finalmente,
otro medio de ejercer ministerio personal entre los individuos en el Nuevo
Testamento es el uso del toque personal, particularmente la imposición de manos
en conexión con la oración por alguien en necesidad. Un estudio del Nuevo
Testamento puede sorprender a muchos creyentes modernos (como lo hizo al autor
presente) cuando vean lo frecuente que la imposición de manos y otras clases de
toque fisico se ve como funcionando como «medios de gracia» en el ministerio de
Jesús y de la iglesia primitiva.
Parece
que la imposición de manos era con mucho el método más común que Jesús usó para
orar por las personas. Cuando las multitudes le trajeron a algunos «que
padecían de diversas enfermedades; él puso las manos sobre cada uno de ellos y
los sanó» (Lc 4: 40).
Otros
pasajes específicamente describen que Jesús puso las manos sobre las personas
para sanarlas (Mt 8: 3; Mr 1: 41; 6:5; 8: 23-25; Lc 5: 13; 13: 13). Pero más
significativo que estos pasajes individuales es el hecho de que las personas
que vinieron a Jesús buscando sanidad específicamente le pedían que pusiera las
manos en los enfermos: «Pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá» (Mt 9:
18), o (Ven y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva) (Mr 5:23; ef.
7: 32).
El
hecho de que las personas vinieron con esta petición sugiere que la imposición
de manos se reconocía comúnmente como el método que Jesús por lo general usaría
para sanar a las personas. En imitación al método de Jesús para sanar, cuando
el padre de Publio estaba enfermo, «Pablo entró a verlo y, después de orar, le
impuso las manos y lo sanó» (Hch 28: 8).
En
otros casos las personas buscaron más bien en general tocar a Jesús, o le
pidieron que los tocara a fin de ser sanados. «Algunas personas le llevaron un
ciego a Jesús y le rogaron que lo tocara» (Mr 8: 22). De modo similar, la gente
«Le llevaban todos los enfermos, suplicándole que les permitiera tocar siquiera
el borde de su manto, y quienes lo tocaban quedaban sanos» (Mt 14: 35-36).
Esto fue
debido a que el poder del Espíritu Santo se expresaba mediante el toque físico
de Jesús, y salía y sanaba a la gente. «Así que toda la gente procuraba
tocarlo, porque de él salía poder que sanaba a todos» (Lc 6: 19; d. Mt 9:
20-22, 25; 20: 34; Mr 1: 31; 5: 41; 9: 27; Lc 7: 14; 8: 54; 22: 51).
Sin
embargo, no fue simplemente para sanar que Jesús y la iglesia primitiva ponían
las manos sobre las personas o las tocaba. Cuando los niños vinieron a Jesús,
«después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos» (Mr 10:
16; d. Mt 19: 13-15; Lc 18: 15).
Cuando
Jesús tocaba tan frecuentemente a las personas para sanar o bendecirlas, no es
sorpresa que las personas mencionaran los milagros que hacían sus manos: «¿Cómo
se explican estos milagros (gr. dunamis, «poder») que vienen de sus manos?» (Mr
6:2). De modo similar, cuando Pablo y Bernabé estuvieron en su primer viaje
misionero, el Señor «hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba
testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos
de ellos señales y prodigios» (Hch 14: 3, RVR).
De la
misma manera, «hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo» (Hch 19:
11, RVR).16 Puesto que no había, como en los otros medios de gracia, poder
automático o mágico inherente en las manos de los primeros creyentes, sino que
sanidad y otras clases de bendiciones se producían sólo conforme Dios mismo se
agradaba en obrar mediante la imposición de manos, no es sorprendente que la
iglesia primitiva orara específicamente que el Señor extendiera su mano para
sanar.
Ellos
oraron: «Ahora, Señor, toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el
proclamar tu palabra sin temor alguno.
NOTA. Aunque es dudoso que el final más largo de
Marcos sea parte de las Escrituras (ver capítulo 17), Mr 16: 18 ciertamente
representa por lo menos una corriente de la tradición inicial dentro de la
iglesia por igual: dice que los que crean en Jesús «pondrán las manos sobre los
enfermos, y éstos recobrarán la salud».
Debido a que los Evangelios tan frecuentemente
recalcan el hecho de que Jesús puso las manos sobre las personas o las toco con
sus manos, esta expresión no parece simplemente una metáfora que quiere decir:
«Qué milagros son hechos por él) sino que es mejor entenderla como una referencia
a la manera específica en que las manos de Jesús eran el medio por el que
frecuentemente él realizaba sus milagros.
Desdichadamente, en este versículo y en varios
otros que mencionan los milagros hechos por manos de las personas, la NVI ha
decidido que una traducción literal no es importante y no menciona en español
las manos. Por ejemplo, simplemente traduce Hch 14: 3: «haciendo señales y
prodigios por medio de ellos», pero el texto griego específicamente dice que
los milagros eran hechos «mediante sus manos» (dia ton queiron autou).
En la siguiente sección he destacado apenas algunos
de los lugares en donde la NVI no traduce la palabra griega queir, «mano», pero
ella está presente en el texto griego en todos los versículos que menciono, y
los lectores que no la hallen en sus traducciones de la NVI deben consultar
otra traducción, tal como la RVR o la LBLA, que tiene una norma de traducción
más literal.
La NVI simplemente traduce: «haciendo señales y
prodigios por medio de ellos» (ver previa nota al pie de página).
La NVI simplemente dice: «Dios hacia milagros
extraordinarios por medio de Pablo» (ver las dos notas previas).
Por
eso, extiende tu mano para sanar y hacer señales y prodigios mediante el nombre
de tu santo siervo Jesús» (Hch 4: 29-30).
Se
dieron cuenta de que su acción de extender las manos para tocar a los enfermos
no sería efectiva a menos que la propia mano poderosa de Dios obrara mediante
las manos de ellos.
En
otras ocasiones la imposición de manos se hizo con algún otro propósito.
Evidentemente
se la hizo en conexión con pedir que Dios dé poder o equipe a las personas para
algún servicio o ministerio. Cuando se nombraron a los 'primeros diáconos la
iglesia los trajo ante los apóstoles, «quienes oraron y les impusieron las
manos» (Hch 6: 6). De modo similar, cuando la iglesia de Antioquía despachó a
Pablo y a Bernabé, «después de ayunar, orar e imponerles las manos, los
despidieron» (Hch 13: 3).
Cuando
el evangelio llegaba a un nuevo grupo de personas, los que proclamaban el
evangelio a veces imponían las manos a los nuevos creyentes a fin de que
pudieran recibir el poder del nuevo pacto del Espíritu Santo. En Samaria, los
apóstoles «les impusieron las manos, y ellos recibieron el Espíritu Santo» (Hch
8: 17). Ananías le impuso las manos a Pablo a fin de que él recobrara la vista
y fuera «lleno del Espíritu Santo» (Hch 9:17). Cuando Pablo «impuso las manos»
a los discípulos de Éfeso que acababan de llegar a creer en Jesús, «el Espíritu
Santo vino sobre ellos» (Hch 19: 6).
En
otros casos la imposición de manos resultó en la impartición de algún don
espiritual. En el incidente que se acaba de mencionar, los discípulos de Éfeso
también «empezaron a hablar en lenguas ya profetizar» (Hch 19: 6) después de
que Pablo les impuso las manos. Todavía más, él le recuerda a Timoteo:
«Ejercita el don que recibiste mediante profecía, cuando los ancianos te
impusieron las manos» (1ª Ti 4: 14).
Pablo
puede haberse estado refiriendo al mismo acontecimiento u otro diferente cuando
más tarde dijo: «Por eso te recomiendo que avives la llama del don de Dios que
recibiste cuando te impuse las manos» (2ª Ti 1: 6). (En 1ª Ti 5:2 2, la
afirmación: «No te apresures a imponerle las manos a nadie» se refiere a la
ordenación de ancianos; vea el capítulo 47).
Si la
gente en la iglesia primitiva frecuentemente oraba por las necesidades de unos
y otros, e imitaban el ejemplo de Jesús y sus discípulos al imponer las manos
al orar por las personas pidiendo sanidad, pidiendo bendición, y para recibir
el Espíritu Santo en el momento de la conversión, entonces esperaríamos que la
instrucción dada a los nuevos creyentes habría incluido la enseñanza de que la
oración por las necesidades de los individuos de ordinario iría acompañada por
la imposición de una mano o manos sobre la persona por la que se ora.
Si
esto fuera así, entonces no sería sorpresa que «la imposición de manos» se
clasificaría como una doctrina «fundamental», algo que pertenece al «cimiento»
de la instrucción cristiana; que es en efecto lo que hallamos en Hebreos 6:
1-2. Aunque algunos han entendido esto como refiriéndose más estrechamente a la
imposición de manos que acompaña la investidura en algún cargo específico en la
iglesia, este es nada más que un pequeño aspecto del patrón de situaciones en
las cuales la imposición de manos se halla en el Nuevo Testamento.
Parece
ser mucho mejor entender esta frase de Hebreos 6: 2, como refiriéndose a la
instrucción elemental en cuanto a orar por otros en situaciones de necesidad de
modo que los creyentes tiernos de inmediato puedan empezar a ministrar a otros
también.
Parece
apropiado, entonces, contar la imposición de manos como otra dimensión de la
rica diversidad de los «medios de gracia» que Dios ha puesto dentro de la iglesia
para dar bendición a su pueblo.
12.
¿SE DEBE PRACTICAR EL LAVAMIENTO DE PIES COMO UN MEDIO DE GRACIA DENTRO DE LA
IGLESIA?
De
tiempo en tiempo algunos grupos cristianos han practicado una ceremonia de
lavarse unos a otros los pies en una reunión pública de la iglesia. Han basado
esta práctica en el mandamiento de Jesús: «Pues si yo, el Señor y el Maestro,
les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los
otros» Gn 13: 14). Los que abogan por el lavamiento de pies lo consideran una
ceremonia que Jesús ordenó, similar a las ceremonias del bautismo y la Cena del
Señor.
Sin
embargo, hay varias razones por las que no debemos pensar que en Juan 13: 14
Jesús está estableciendo otra ceremonia para la iglesia además del bautismo y
la Cena del Señor.
(1) El bautismo y la Cena del Señor explícitamente simbolizan el más grande
acontecimiento en la historia de la redención, la muerte de Cristo y su
resurrección por nosotros, pero el lavamiento de pies no simboliza tal suceso
histórico- redentor.
(2) El bautismo y la Cena del Señor fueron claramente acciones simbólicas,
pero cuando Jesús les lavó los pies a los discípulos fue claramente algo
funcional y no meramente simbólico, en que suplía una necesidad humana
ordinaria del día (pies sucios).
(3) El bautismo y la Cena del Señor son símbolos apropiados del comienzo y
continuación de la vida cristiana, pero no hay un simbolismo así que se adose
al lavamiento de pies.
(4) Hacer del lavamiento de pies una ordenanza como el bautismo y la Cena
del Señor lo reduce a un símbolo; y si es un símbolo, entonces las palabras de
Jesús nos ordenan solamente realizar un símbolo, y la fuerza real del
mandamiento de Jesús (actuar en humildad y amor) se pierde.
(5) En tanto que las epístolas dan evidencia de que el bautismo y la Cena
del Señor fueron ordenanzas que observaron continuamente las iglesias del Nuevo
Testamento, no hay evidencia de que los apóstoles o la iglesia primitiva haya
observado el lavamiento de pies como una ordenanza.
(6) Hay una explicación sencilla y directa del mandamiento de Jesús: les
dice a sus discípulos que asuman tareas humildes al servicio de unos a otros.
Pero
si eso es lo que significa el texto (la vasta mayoría de la iglesia cristiana
en toda la historia lo ha entendido de esta manera), entonces no hay necesidad
de buscar otro significado adicional (que Jesús también estaba instituyendo una
nueva ceremonia). En contraste, los textos del Nuevo Testamento en cuanto al
bautismo y la Cena del Señor no se pueden entender ordenando alguna otra cosa
que una ceremonia.
Por
consiguiente, en tanto que los creyentes se benefician al meditar en la
aplicación de la afirmación de Jesús en cuanto al lavamiento de pies a sus
patrones presentes de vida, nadie debe pensar que Jesús está animándolos a
practicar una ceremonia de lavamiento de pies.
C. CONCLUSIONES
Al
final de esta consideración de los medios de gracia dentro de la iglesia
debemos damos cuenta, primero que nada, de que cuando todas estas cosas se
realizan en fe y obediencia, debemos con anhelo esperar y buscar evidencia de
que el Espíritu Santo en realidad estará ministrando a las personas al mismo
tiempo que estas acciones se están haciendo.
Como
creyentes no debemos descuidar «reunimos» (Heb 10: 25), sino que debemos
esperar con anhelo cualquier reunión de creyentes en la que tenga lugar alguno
de estos medios, esperando que Dios dará bendición mediante cada uno de estos
medios.
Por
otro lado, debemos damos cuenta de que todos estos medios de gracia ocurren
dentro del compañerismo de la iglesia. Los que descuidan la comunión de la
iglesia voluntariamente se privan de todos estos medios de gracia y por
consiguiente se privan de la mayoría de medios ordinarios que el Espíritu Santo
usa para dar bendición a su pueblo.
Estos
medios de gracia deben damos gran aprecio por el asombroso privilegio de ser
miembro del cuerpo de Cristo, la iglesia.
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. Antes de leer este capítulo, ¿pensaba usted que habría alguna gran
diferencia si el creyente continuaba siendo activo en el compañerismo de la
iglesia o no? ¿Cómo ha cambiado este capítulo su perspectiva sobre este asunto,
si acaso algo?
2. ¿Cuál de los medios de gracia mencionados en este capítulo ha sido para
usted el más útil en su propia vida cristiana?
3. ¿Cuál de los medios de gracia mencionados en este capítulo piensa usted
que apreciaba menos antes de leer el capítulo? ¿Cómo ha aumentado su aprecio de
ese medio de gracia? ¿Cómo piensa usted que afectará eso sus acciones de aquí
en adelante?
4. Al mirar a la lista de medios de gracia, ¿hay algunos aspectos en los
que la gente en realidad no está experimentando «gracia» o bendición en su
propia iglesia? ¿Qué se podría hacer para aumentar la eficacia de estos
aspectos débiles como medios de gracia en la vida de su iglesia?
5. ¿Cuál de los medios de gracia en realidad son los menos útiles en su
propia vida? ¿Hay algunos que se han vuelto más bien mecánicos, o que usted
está realizando sólo como actividad externa o fisica, sin ninguna participación
real de corazón? ¿Qué podría usted hacer para aumentar la eficacia de esos
medios en su vida?
6. Al mirar la lista de los medios de gracia de nuevo, mencione uno o más
en los cuales usted podría ayudar a la iglesia a ser más eficaz para dar
bendición a su gente.
TÉRMINOS ESPECIALES
Eucaristía,
extremaunción, imposición de manos, medios de gracia, órdenes santas,
sacramento
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR
Hechos 2: 41-42: Así, Pues, Los Que Recibieron Su Mensaje Fueron
Bautizados, Y Aquel Día Se Unieron A La Iglesia Unas Tres Mil Personas. Se
Mantenían Firmes En La Enseñanza De Los Apóstoles, En La Comunión, En El
Partimiento Del Pan Y En La Oración.