DONES ESPECÍFICOS

¿CÓMO DEBEMOS ENTENDER Y UTILIZAR DONES ESPIRITUALES ESPECÍFICOS?

EXPLICACIÓN Y BASES BÍBLICAS
En este capítulo continuaremos desarrollando la discusión general sobre los dones espirituales de los capítulos precedentes y examinaremos dones específicos con más detalles. No consideraremos cada don mencionado en el Nuevo Testamento, sino nos concentraremos en varios dones que no se comprenden bien o cuyo uso ha suscitado alguna controversia hoy en día.
Por lo tanto no examinaremos los dones cuyo significado y uso son evidentes de acuerdo con el término empleado (tales como servir, animar, contribuir, mostrar liderazgo, o mostrar misericordia), sino en su lugar nos concentraremos en aquellos que forman parte de la lista siguiente, tomada en primer lugar de 1ª Corintios 12: 28 y 12: 8-10:
1. profecía
2. enseñanza
3. milagros
4. sanidad
5. lenguas e interpretación
6. palabra de sabiduría/ palabra de conocimiento
7. discernir entre espíritus. 
Aunque se han ofrecido varias definiciones del don de profecía, un examen reciente de las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre este don mostrará que no debe definirse como «predecir el futuro», no como (proclamar un mensaje del Señor) sino más bien como «decir algo que Dios ha traído espontáneamente a la mente».
Los primeros cuatro puntos del siguiente material apoya esta conclusión; los puntos restantes tratan de otras consideraciones relativas a este don.
1. LAS CONTRAPARTES DEL NUEVO TESTAMENTO DE LOS PROFETAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO SON LOS APÓSTOLES DEL NUEVO TESTAMENTO.
Los profetas del Antiguo Testamento tenían una sorprendente responsabilidad-fueron capaces de hablar y escribir palabras que tenían autoridad divina absoluta.
Podían decir; «Así dice el Señor», y las palabras que seguían eran las propias palabras de Dios. Los profetas del Antiguo Testamento escribieron sus palabras en la Escritura para todos los tiempos como palabras de Dios (veaNm22: 38; Dt 18: 18-20; Jer 1:9; Ez 2:7; y otros.). Por lo tanto, no creer o desobedecer las palabras de un profeta era dudar de Dios o desobedecerlo (vea Dt 18: 19; 1ª S 8: 7; y R 20: 36; y muchos otros pasajes).
En el Nuevo Testamento hubo también personas que pronunciaron y escribieron las propias palabras de Dios y las registraron en la Escritura, pero puede que nos sorprenda encontrar que Jesús ya no los llamaba «profetas» sino que utilizaba un nuevo término, «apóstoles».
Los apóstoles son la contrapartida en el Nuevo Testamento de los profetas del Antiguo Testamento (vea 1ª Co 2:1 3; 2ª Co 13:3; Gá 1:8-9; 11-12; 1ª Ts 2: 13,4:8, 15; 2ª P 3: 2). Son los apóstoles, no los profetas, los que tienen autoridad para dictar las palabras de las Escrituras del Nuevo Testamento.
Cuando los apóstoles quieren establecer su autoridad única nunca apelan al título de «profeta» sino más bien se llaman a sí mismos «apóstoles» (Ro 1: 1; 1ª Co 1: 1; 9:1-2; 2ª Co 1: 1; 11: 12-13; 12: 11-12; Gá 1:1; Ef. 1:1; 1ª P 1: 1; 2ª P 1: 1; 3:2; y otros.).
2. EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA PROFETA EN TIEMPOS DEL NUEVO TESTAMENTO.
¿Por qué escogió Jesús el nuevo término apóstol para designar a aquellos que tenían autoridad de dictar Escritura? Era probablemente porque la palabra griega prophetes (profeta) en tiempos del Nuevo Testamento tenía una amplia gama de significados.
Ella no tenía por lo general el sentido de «aquel que habla las propias palabras de Dios» sino más bien «aquel que habla sobre la base de alguna influencia exterior» (a menudo algún tipo de influencia espiritual). Tito 1:12 utiliza la palabra con este sentido, mientras Pablo cita al poeta griego Epiménides: «Fue precisamente uno de sus profetas el que dijo: 'Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones perezosos'». Los soldados que se burlaron de Jesús parece que también utilizaron la palabra profetiza de esta manera, cuando vendaron los ojos de Jesús y cruelmente demandaron, «¡Profetiza! ¿Quién es el que te golpeó?» (Lc 22:64).
Ellos no trataban de decir: «Habla palabras de absoluta autoridad divina», sino: «Dinos algo que te haya sido revelado» (Jn 4: 19).
Muchos escritos fuera de la Biblia utilizan la palabra profeta (Gr. prophetes) de esa manera, sin atribuirle ninguna autoridad divina a las palabras del llamado «profeta». De hecho, en tiempos del Nuevo Testamento el término profeta en su uso cotidiano simplemente significaba «aquel que tiene un conocimiento sobrenatural» o Varios autores han diferido de mi interpretación del don de profecía.
Para otros puntos de vista de la posición ofrecida en este capítulo, vea Richard Gaffin, «aquel que predice el futuro»-o aun solo el «vocero» (sin ninguna connotación de autoridad divina). Helmut Kramer ofrece varios ejemplos de tiempos cercanos al Nuevo Testamento en un artículo del Theological Dictionary ofthe New Testament: z
Un mósofo es llamado «un profeta de naturaleza inmortal» (Dio Chrysostom, d.C. 40-120)
Un maestro (Diógenes) quiere ser «un profeta de la verdad y el candor» (Luciano de Samosata, d.C. 120-180)
Aquellos que abogan por la filosofía epicúrea son llamados «profetas de Epicuro» (Plutarco, d.C. 50-120)
La historia escrita es llamada «la profetiza e la verdad» (Diodoro Siculus, escribió cerca de 60-30 a. c.)
Un especialista en botánica es llamado un profeta (Dioscurides de Cilicia, primer siglo d. c.)
Un «curandero» en el campo de la medicina es llamado un profeta (Galeno de Pérgamo, d. c. 129-199)
Kramer concluye que la palabra griega para «profeta» (profetes) «simplemente expresa la función formal de declarar, proclamar, dar a conocer». Pero, debido a que «todo profeta declara algo que no es suyo», la palabra griega para «heraldo» (keryx) «es el sinónimo más cercano».'
Por supuesto, las palabras profeta y profecía fueron a veces utilizadas en relación con los apóstoles en contextos que enfatizaban la influencia externa (del Espíritu Santo) bajo el cual ellos hablaban (así en Ap 1: 3; 22:7; y Ef. 2: 20; 3: 5): pero esta no era la terminología ordinaria utilizada para referirse a los apóstoles, ni los términos profeta y profecía implican en sí mismos autoridad divina para sus palabras o escritos.
Mucho más comúnmente, las palabras profeta y profecía se utilizaban para referirse a cristianos ordinarios que no hablaban con autoridad divina absoluta, sino simplemente reportaban algo que Dios había puesto en sus corazones o traído a sus mentes.
Hay muchas indicaciones en el Nuevo Testamento que este don de profecía ordinario tenía menos autoridad que la Biblia, y aun menos que las enseñanzas bíblicas reconocidas en la iglesia primitiva, como se hace evidente en la sección siguiente.
NOTA: Sostengo una larga discusión sobre Ef 2:20 en The Gift of Profeeyin theNew Testamentand Today, pp. 45-63, en la que alego que Pablo dice que la iglesia «está asentada sobre el fundamento de los apóstoles-profetas» (o de «apóstoles
que también son profetas»). Esta es una traducción gramaticalmente aceptable de ton apostolon kai propheton. Como tal, el pasaje se refiere a los apóstoles, a quienes se reveló el misterio de la inclusión de los gentiles en la iglesia (vea Ef3:5, que especifica que este misterio «ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas [o «apóstoles- profetas» o, «apóstoles que también son profetas»] por el Espíritu»).
No pienso que Efesios 2:20 tenga mucha relevancia en relación con toda la discusión sobre la naturaleza del don de profecía. Ya sea que veamos aquí, como yo veo, un grupo (de apóstoles-profetas) o dos grupos, como Richard Gaffin y varios otros ven (de apóstoles y profetas), todos estamos de acuerdo que estos profetas son aquellos que proveyeron el fundamento de la iglesia, y por lo tanto, estos son profetas que pronunciaron las palabras infalibles de Dios.
En lo que discordamos es en el asunto de si este versículo describe el carácter de todos los que tenían el don de profecía en las iglesias del Nuevo Testamento. No veo una prueba convincente de que este describe a todos los que profetizaban en la iglesia primitiva. Antes bien, el contexto claramente señala a un grupo muy limitado de profetas que eran:
(A) Parte del verdadero fundamento de la iglesia:
(B) Intimamente conectado con los apóstoles. Y:
(C) Receptores de la revelación de Dios que los gentiles eran miembros de la iglesia iguales que los judíos (Ef. 3: 5).

Tanto si decimos que este grupo eran solo los apóstoles, como si era un pequeño grupo de profetas íntimamente asociados con los apóstoles que decían cosas con calidad de Escritura, todavía nos quedamos con la imagen de un único grupo muy pequeño de personas que proveen el fundamento de esta iglesia universal.