¿CÓMO PUEDE LA ADORACIÓN CUMPLIR SU GRAN PROPÓSITO EN LA ERA DEL NUEVO TESTAMENTO? ¿QUÉ SIGNIFICA ADORAR (EN ESPÍRITU YEN VERDAD)?
EXPLICACIÓN Y BASE
ESCRITURAL
El
término adoración se aplica a veces a todo en la vida cristiana, y se dice
correctamente que todo en nuestra vida debe ser un acto de adoración, y que
todo lo que hace la iglesia debe considerarse adoración, porque todo lo que
hacemos debe glorificar a Dios. Sin embargo, en este capítulo no utilizo esa
palabra en ese amplio sentido.
Más
bien uso adoración con un significado más específico para aludir a la música y
las palabras que los cristianos dirigen a Dios en alabanza, junto con las
actitudes entrañables que acompañan esa alabanza, especialmente cuando los
cristianos se reúnen. Como los capítulos de esta parte del libro tratan de la
doctrina de la iglesia, es algo apropiado concentrarse en este capítulo en las
actividades de adoración de la iglesia reunida.
A. DEFINICIÓN Y PROPÓSITO DE LA ADORACIÓN
La
adoración es la actividad de glorificar a Dios con nuestras voces y corazones
en su presencia.
En
esta definición notamos que adoración es un acto de glorificar a Dios. Pese a
que se supone que todos los aspectos de nuestras vidas glorifiquen a Dios, esta
definición especifica que la adoración es algo que hacemos especialmente cuando
venimos ante la presencia de Dios, cuando estamos conscientes de que lo
adoramos en nuestros corazones, y cuando lo alabamos con nuestras voces y
hablamos de él de manera que otros puedan oír. Pablo alienta a los cristianos
en Calosas: «Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza:
instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos,
himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón» (Col 3: 16).
De
hecho, la razón primaria de que Dios nos haya llamado dentro de la asamblea de
la iglesia es que debemos adorarlo como asamblea. Edmund Clowney dice
atinadamente:
Dios Ha Demandado De Faraón: «¡Deja Ir A Mi Pueblo Para Que Me Rinda
Culto En El Desierto» (Éx 7: 16) Dios Los Saca Para Poder Hacerlos Entrar En Su
Asamblea, La Gran Compañía De Aquellos Que Están En Su Presencia. La Asamblea
De Dios En El Sinaí Es Por Lo Tanto El Objetivo Inmediato Del Éxodo. Dios Trae
A Su Pueblo Ante Su Presencia Para Que Puedan Oír Su Voz Y Adorarlo.
Pero
Clowney explica que la asamblea que adoraba en el Monte Sinaí no podía
permanecer en sesión delante de Dios para siempre. Por lo tanto, Dios
estableció otras festividades en las que el conjunto de la nación se reuniría
delante de él tres veces al año. Dice él que: «Los israelitas son una nación formada
para adorar, llamada a reunirse en los predios del Señor, y a alabar unida el
nombre del Altísimo».
Pese a
ello Clowney apunta que, en lugar que alabar a Dios en una asamblea santa y
unida, el pueblo se desvió para servir a los ídolos y, en lugar de reunir al
pueblo para que adorarse delante de él, «Dios dispersó al pueblo en el exilio
como castigo».
Pero
Dios prometió que sus propósitos para su pueblo aún se cumplirían, que algún
día habría una gran asamblea no solo de Israel sino de todas las naciones
delante de su trono (Is 2: 2-4; 25: 6-8; 49: 22; 66: 18-21; Jer 48: 47; 49: 6,
39). Clowney apunta que el cumplimiento de esa promesa solo comenzó cuando
Jesús inició la construcción de su iglesia:
Pentecostés Fue El Tiempo De Las Primicias, El Comienzo De La Gran
Cosecha De La Redención.
Pedro Predicó El Cumplimiento De La Profecía De Joel. El Espíritu Se
Había Derramado, La Adoración De La Nueva Era Había Llegado. La Iglesia, La
Asamblea Para Adorar, Adoraba A Dios Ahora Había Comenzado La Recolección.
El Llamado Del Evangelio Es Un Llamado A Adorar, A Apartarse Del Pecado
E Invocar El Nombre Del Señor. La Imagen De La Iglesia Como Una Asamblea Que
Adora No Se Presenta En Ningún Lugar De Una Forma Más Poderosa Que En La
Epístola A Los Hebreos (12: 18-29). En Nuestra Adoración En La Iglesia De
Cristo Nos Acercamos Al Trono De Dios, El Juez De Todas Las Cosas. Entramos En
La Asamblea Festiva De Los Santos Y Los Ángeles. Nos Reunimos En Espíritu Con
Los Espíritus De Los Justos Hechos Perfectos.
Entramos En La Asamblea De La Gloria A Través De Cristo Nuestro
Mediador, Y La Sangre De Su Muerte Expiatoria.
Adoración Colectiva Reverente, Entonces, No Es Opcional Para La Iglesia
De Dios. Más Bien, Ella Constituye La Expresión Del Verdadero Ser De La
Iglesia. Ella Pone De Manifiesto Sobre La Tierra La Realidad De La Asamblea
Celestial.
Adorar
es por lo tanto una expresión directa del máximo propósito de vivir,
«glorificar a Dios y gozar de él a plenitud para siempre»: Dios habla de sus
«hijos» e «hijas», como de «todo el que sea llamado por mi nombre, al que yo he
creado para mi gloria, al que yo hice y formé» (Is 43: 6-7). Y Pablo también
utiliza un lenguaje similar cuando dice que «a fin de que nosotros, que ya
hemos puesto nuestra esperanza en Cristo, seamos para alabanza de su gloria»
(Ef 1: 12).
NOTA: Esta frase familiar ha sido ampliamente
utilizada en las enseñanzas cristianas. Se halla en el Westminster Larger
Catechism. Primera pregunta: «¿Cuál es el fin supremo y más elevado del hombre?
Respuesta: El fin supremo y más elevado del hombre es glorificar a Dios, y
gozar plenamente de él para siempre».
La
Escritura dice aquí y en muchos otros pasajes que Dios nos creó para
glorificarlo.
Cuando
reflexionamos sobre el propósito de la adoración ello nos recuerda también que
Dios es digno de adoración y nosotros no. Aun hubo que decirle al apóstol Juan
que no debía adorar a ninguna criatura, ni siquiera a un poderoso ángel del
cielo. Cuando él se «postró» a los pies del ángel que le mostró maravillosas
visiones del cielo, el ángel le dijo: «¡No, cuidado!». ¡Adora solo a Dios! (Ap
22: 8-9).
Esto
es porque Dios es celoso de su propio honor y debidamente busca su propio
honor. Él dice: «Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso» (Ex 2: 5) y ¡No
cederé mi gloria a ningún otro! (Is 48: 11). Algo dentro de nosotros debe
temblar y regocijarse por este hecho. Debemos temblar de miedo a fin de que no
le robemos a Dios su gloria. Y debemos regocijamos de que sea justo que Dios
busque su propio honor y sea celoso de su propio honor.
Los
veinticuatro ancianos en el cielo sienten esta reverencia y gozo, pues se
postran ante el trono de Dios y rinden sus coronas delante de él cantando:
«Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder,
porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas:
(Ap 4: 11).
Cuando
sentimos la absoluta justicia de estar embebido de esto dentro de nosotros
mismos entonces tenemos la apropiada actitud del corazón para una adoración
genuina.
Porque
Dios es digno de adoración y busca ser adorado, todas las cosas en nuestros
servicios de adoración deben estar diseñadas y realizadas no para llamar la
atención hacia nosotros mismos o damos gloria, sino para llamar la atención
hacia Dios y hacer que las personas piensen sobre él. Sería apropiado que
evaluemos de nuevo frecuentemente los distintos elementos de nuestros servicios
dominicales la predicación, la oración pública, la dirección de la adoración,
la música especial, la celebración de la Cena del Señor, y aun los anuncios y
la ofrenda.
¿Le
brindan realmente gloria a Dios de la manera que se realizan?" Pedro dice
que los dones espirituales deben ser usados de forma tal que Dios sea «en todo
alabado por medio de Jesucristo» (1ª P 4: 11).
NOTA: Pocas cosas destruyen una atmósfera de
adoración más rápidamente que un solista o un coro que disfrutan llamando la
atención sobre sí mismos, o un predicador que exhibe su propia inteligencia o
habilidad al hablar. «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes»
(1ª P 5: 5).
B. LOS RESULTADOS DE LA GENUINA ADORACIÓN
Cuando
adoramos a Dios en el sentido descrito arriba, dándole verdaderamente gloria en
nuestros corazones y con nuestras voces, varias cosas ocurren:
1. NOS DELEITAMOS EN DIOS.
Dios
nos creó no solo para glorificarlo sino también para gozamos en él y deleitamos
en su excelencia.' Probablemente experimentamos el deleite en Dios más
plenamente en la adoración que en ninguna otra actividad de esta vida.
David
confiesa que lo «único» que él buscará sobre todo lo demás es «habitar en la
casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del
Señor y recrearme en su templo» (Sal 27: 4). También dice: «Me llenarás de
alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha» (Sal 16: 11). De
manera similar, Asaf conoce que solo Dios llena todas sus esperanzas y todos
sus deseos: «¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada
quiero en la tierra. (Sal 73: 25).
Y los
hijos de Coré dicen:
¡Cuán Hermosas Son Tus Moradas, Señor Todopoderoso! Anhelo Con El Alma
Los Atrios Del Señor; Casi Agonizo Por Estar En Ellos. Con El Corazón, Con Todo
El Cuerpo, Canto Alegre Al Dios De La Vida.
Dichoso El Que Habita En Tu Templo, Pues Siempre Te Está Alabando. Vale
Más Pasar Un Día En Tus Atrios Que Mil Fuera De Ellos. (Sal 84:1-2, 4, 10)
La
iglesia primitiva conoció ese gozo en la adoración, pues «no dejaban de
reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y
compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando
la estimación general del pueblo: (Hch 2: 46). De hecho, inmediatamente después
de la ascensión de Jesús al cielo, los discípulos «regresaron a Jerusalén con
gran alegría. Y estaban continuamente en el templo, alabando a Dios. (Lc 24:
52-53).
Por
supuesto, esa actividad de continua adoración no puede durar para siempre en
esta era, porque vivir en un mundo caído requiere que dediquemos tiempo a
muchas otras responsabilidades también.
Pero
una alabanza continuada nos permite saborear de antemano la atmósfera del
cielo, donde las cuatro criaturas vivientes «repetían sin cesar: «Santo, santo,
santo, es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir»
(Ap 4. 8), Y las otras criaturas celestiales y los redimidos que habían muerto
se unían a esa adoración celestial y alababan al «Cordero, que ha sido
sacrificado» (Ap 5. 12).
Serás En La Mano Del Señor Como Corona Esplendorosa. Serás Llamada «Mi
Deleite» Porque El Señor Se Deleitará En Ti Como Un Novio Que Se Regocija Con
Su Novia; Así Tu Dios Se Regocijará Por Ti. (Is 62: 3-5).
Sofonías Se Hace Eco Del Mismo Tema Cuando Dice: Porque El Señor Tu Dios
Está En Medio De Ti Como Guerrero Victorioso. Se Deleitará En Ti Con Gozo, Te
Renovará Con Su Amor, Se Alegrará Por Ti Con Cantos. (Sof 3: 17)
2. DIOS SE DELEITA EN NOSOTROS.
¿Qué
hace Dios cuando lo adoramos? La asombrosa verdad de la Escritura es que
mientras la creación glorifica a Dios, él también se deleita en ella. Cuando
Dios hizo al principio el universo, miró a todo ello con deleite, y «consideró
que era muy bueno» (Gn 1: 31). Dios se deleita especialmente en el ser humano
que ha creado y redimido. Isaías le recordó al pueblo del Señor:
Esta
verdad debe traernos un gran aliento, pues mientras amamos a Dios y lo adoramos
nos damos cuenta que llevamos gozo y deleite a su corazón. Y el gozo más
profundo es el gozo de llevarle deleite al corazón de aquel que usted ama.
3. NOS ACERCAMOS A DIOS: LA ASOMBROSA REALIDAD DEL CULTO DEL NUEVO PACTO.
En el
viejo pacto los creyentes solo podían acercarse a Dios de una manera limitada a
través de las ceremonias del templo; de hecho, la mayor parte del pueblo de
Israel no podía entrar al mismo templo, sino tenía que quedarse en el patio.
Aun los sacerdotes sólo podían entrar a la parte exterior del templo, el «Lugar
Santo», cuando ello le era asignado. Pero a la parte interior del templo, el
«Lugar Santísimo» nadie podía entrar excepto el sumo sacerdote, y solo una vez
al año (Heb 9: 1-7).
Ahora,
bajo el nuevo pacto, los creyentes tienen el asombroso privilegio de ser
capaces de entrar directamente al Lugar Santísimo en el cielo cuando adoran.
«Mediante la sangre de Jesucristo, tenemos plena libertad para entrar en el
Lugar Santísimo» (Heb 10. 19).
Como
tenemos libertad para entrar a la misma presencia de Dios, el autor de Hebreos
nos alienta: «Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena
seguridad que da la fe» (Heb 10. 22). La adoración en la iglesia del Nuevo
Testamento no es una simple práctica para alguna posterior experiencia
celestial de adoración, ni fingimiento, ni prácticas superficiales. Es una
adoración genuina en la presencia del mismo Dios, y cuando adoramos llegamos
delante de su trono.
NOTA: El texto griego dice literalmente que
«tenemos confianza para entraren los lugares santos«, porque el plural
t?nhagi?n se usa en otro sitio de Hebreos para referirse al lugar santo y al
lugar santísimo en su conjunto como «los santos lugares» (Heb 8: 2; 9: 8; 25;
13: 11). Un versión en inglés (RSV) suele traducir esta expresión como «el
santuario», pero la traducción oculta el hecho de que se está refiriendo tanto
al lugar santo como al lugar santísimo (la NASB traduce estos plurales como
singulares, un desvío poco común de su tendencia ordinaria de traducir más
literalmente).
Esta
realidad se expresa más plenamente por el autor de Hebreos en el capítulo 12,
cuando le dice a los cristianos que no han llegado a un lugar como el Monte
Sinaí terrenal donde el pueblo de Israel recibió los Diez Mandamientos de Dios,
sino que han llegado a un sitio mucho mejor, la Jerusalén celestial:
Ustedes No Se Han Acercado A Una Montaña Que Se Pueda Tocar O Que Esté
Ardiendo En Fuego; Ni A Oscuridad, Tinieblas Y Tormenta; Ni A Sonido De Trompeta,
Ni A Tal Clamor De Palabras Que Quienes Lo Oyeron Suplicaron Que No Se Les
Hablara Más. Por El Contrario, Ustedes, Se Han Acercado Al Monte Sión, A La
Jerusalén Celestial, La Ciudad Del Dios Viviente.
Se Han Acercado A Millares Y Millares De Ángeles, A Una Asamblea Gozosa,
A La Iglesia De Los Primogénitos Inscritos En El Cielo. Se Han Acercado A Dios,
El Juez De Todos; A Los Espíritus De Los Justos Que Han Llegado A La
Perfección; A Jesús, El Mediador De Un Nuevo Pacto; Y A La Sangre Rociada, Que
Habla Con Más Fuerza Que La De Abel. (Heb 12: 18-24).
Esta
es la realidad de la adoración del Nuevo Testamento; es de hecho adoración en
la presencia de Dios, aunque ahora no lo vemos con nuestros ojos físicos, ni
vemos a los ángeles reunirse en tomo a su trono o los espíritus de los
creyentes que ya han partido y ahora adoran a Dios en su presencia.
Pero
todo está ahí, y todo es real, más real y más permanente que la creación fisica
que vemos a nuestro alrededor, que algún día será destruida en el juicio final.
Y si creemos que La Escritura es verdadera, entonces también debemos creer que
de hecho es verdad que nosotros mismos llegamos a ese lugar y unimos nuestras
voces a las de aquellos que ya adoran en el cielo cuando quiera que vengamos
ante Dios a adorarlo.
Nuestra
sola respuesta adecuada es esta: «Adoremos a Dios como a él le agrada, con
temor reverente, porque nuestro Dios es fuego consumidor» (Heb 12: 28-29).
4. DIOS SE ACERCA A NOSOTROS.
Santiago
nos dice: «Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros» (Stg 4:8). Esta ha
sido la norma de los tratos de Dios con su pueblo a lo largo de la Biblia, y
debemos estar confiados que ello será verdadero hoy también.
En el
Antiguo Testamento, cuando el pueblo de Dios comenzó a alabarlo en la
dedicación del templo, él descendió y se manifestó en medio de ellos:
Los Trompetistas Y Cantores Alababan Y Daban Gracias Al Señor Al Son De
Trompetas, Címbalos Y Otros Instrumentos Musicales. Y Cuando Tocaron Y Cantaron
Al Unísono: «El Señor Es Bueno; Su Gran Amor Perdura Para Siempre», Una Nube
Cubrió El Templo Del Señor. Por Causa De La Nube, Los Sacerdotes No Pudieron
Celebrar El Culto, Pues La Gloria Del Señor Había Llenado El Templo (2ª Cr 5:
13-14).
Si
bien esto solo habla de un incidente específico, no parece equivocado suponer
que Dios dará a conocer su presencia entre su pueblo en otros momentos, cuando
quiera que le agrade la alabanza que ellos ofrecen (aunque no venga en forma de
una nube visible). David dice: «Pero tú eres santo, tú eres rey, ¡tú eres la alabanza
de Israel!» (Sal 22:3).
Dios
nos ministra. Aunque el propósito primario de la adoración es glorificar a
Dios, las Escrituras enseñan que en la adoración también nos ocurre algo:
nosotros mismos somos construidos o edificados. Por supuesto, hasta cierto
punto eso sucede cuando escuchamos las enseñanzas que la Biblia ofrece o las
palabras de aliento que otros nos dirigen-Pablo dice: «Todo esto debe hacerse
para la edificación» (1ª Co 14: 26), y dice que debemos animamos «unos a otros
con salmos, himnos y canciones espirituales» (Ef. 5: 19; Heb 10: 24-25).
Pero
además de la edificación que viene del crecimiento de la comprensión de la
Biblia y de escuchar las palabras de aliento de otros, hay otro tipo de
edificación que tiene lugar en la adoración: Cuando adoramos a Dios, él se
encuentra con nosotros y nos ministra directamente, fortaleciendo nuestra fe,
intensificando nuestra conciencia de su presencia, y concediendo refrigerio a
nuestros espíritus.
Pedro
dice que mientras los cristianos vienen continuamente a Cristo (en adoración,
oración y fe), son «edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para
ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo: (1ª
P 2. 5).
Cuando
venimos a adorar llegamos a la presencia de Dios de una manera especial, y
debemos esperar que él nos encontrará allí y nos ministrará: «Así que
acerquémonos al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia
que nos ayude en el momento que más la necesitemos» (Heb 4:16): Durante la adoración
genuina a menudo experimentaremos una intensificación de la obra santificadora
del Espíritu Santo, que obra continuamente transformándonos a semejanza de
Cristo «con más y más gloria» (2ª Co 3: 18).
6. LOS ENEMIGOS DEL SEÑOR HUYEN.
Cuando
el pueblo de Israel comenzó a adorar, a veces Dios lucharía por ellos contra
sus enemigos. Por ejemplo, cuando vinieron contra Judá los moabitas, los
edomitas y los sirios, el rey Josafat mandó al coro que alababa a Dios delante
del ejército.
Josafat Designó A Los Que Irían Al Frente Del Ejército Para Cantar Al
Señor Y Alabar El Esplendor De Su Santidad. Tan Pronto Como Empezaron A Entonar
Este Cántico De Alabanza, El SEÑOR Puso Emboscadas Contra Los Amonitas, Los
Moabitas Y Los Del Monte Del Seir Que Habían Venido Contra Judá, Y Los Derrotó.
(2ª Cr 20: 21-22).
De
manera similar, cuando el pueblo de Dios lo adora hoy en día, debemos esperar
que el Señor combatirá las fuerzas demoníacas que se oponen al evangelio y las
haga huir.
NOTA: Véase también Salmo 34: 4-5. 8; 37: 4.
De alguna manera, mientras más vemos a Dios, más
nos asemejamos a él. Esto se evidencia especialmente cuando entramos en la era
por venir, pues Juan dice: (Cuando Cristo venga seremos semejantes a él), (1ª
Jn 3: 2). Pero ello es verdad también en cierto grado en esta vida, mientras
corremos la carrera que tenemos delante, «fijemos la mirada en Jesús, el
iniciador y perfeccionador de nuestra fe» (Heb 12: 2).
Por momentos la presencia del Señor y la obra del
Espíritu Santo que la acompaña en nuestros corazones será tan evidente que
reconoceremos que Dios hace algo en nuestro interior-como le sucedió a los
discípulos cuando Jesús caminó junto a ellos por el camino de Emaús, pues más
tarde dijeron: «¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en
el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24: 32).
7. LOS NO CREYENTES SABEN QUE ESTÁN EN LA PRESENCIA DE DIOS.
Aunque
la Escritura no hace énfasis en la evangelización como el objetivo primario
cuando la iglesia se reúne a adorar, Pablo dice a los corintios que piensen en
los no creyentes y los de afuera que vienen a sus servicios, para estar seguros
que los cristianos hablan de manera comprensible (1ª Co 14: 23).
También
les dice que si el don de profecía funciona adecuadamente, de vez en cuando los
secretos del corazón del incrédulo se manifestarán, y este caerá sobre su
rostro y «adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre
vosotros (1ª Co 4: 25; Hch 2: 11). Pero no se ve la evangelización como el
propósito primario cuando la iglesia se reúne para adorar, y por lo tanto no
sería correcto tener diseñada la única reunión semanal de creyentes con un
propósito fundamentalmente evangelístico.
La
preocupación de Pablo es más bien que los visitantes comprendan lo que sucede
(y no piensen que los cristianos están «locos», 1ª Co 14: 23), y que reconozcan
que «verdaderamente Dios está entre vosotros» (1ª Co 14: 25).
C. EL VALOR ETERNO DE LA ADORACIÓN
Como
la adoración glorifica a Dios y cumple el propósito para el cual Dios nos creó,
es una actividad de gran valor y eterno significado. Cuando Pablo advierte a
los efesios a no desperdiciar su tiempo sino a emplearlo bien, lo pone en el
contexto del vivir como los que son sabios: «Así que tengan cuidado de su
manera de vivir.
No
vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento
oportuno, porque los días son malos» (Ef 5:15-16).
Entonces
Pablo explica qué es ser sabio y aprovechar el tiempo:
Por Lo Tanto, No Sean Insensatos, Sino Entiendan Cuál Es La Voluntad Del
Señor. No Se Emborrachen Con Vino, Que Lleva Al Desenfreno. Al Contrario, Sean
Llenos Del Espíritu. Anímense Unos A Otros Con Salmos, Himnos Y Canciones
Espirituales. Canten Y Alaben Al Señor Con El Corazón, Dando Siempre Gracias A
Dios El Padre Por Todo, En El Nombre De Nuestro Señor Jesucristo. (Ef. 5:
17-20).
En
consecuencia, en el contexto de utilizar y aprovechar sabiamente el tiempo,
Pablo incluye tanto cantarse unos a otros salmos espirituales como cantar al
Señor con nuestros corazones.
Esto
significa que ¡adorar es hacer la voluntad de Dios! La adoración es el
resultado de comprender «lo que es la voluntad del Señor». Es «aprovechar al
máximo el tiempo». Por otra parte, como Dios es eterno y omnisciente, la
alabanza que le damos nunca se desvanecerá de su conciencia sino continuará
trayendo deleite a su corazón por toda la eternidad (Judas 25): «¡Al único
Dios, nuestro Salvador sea la gloria, la majestad, el dominio y la autoridad,
por medio de Jesucristo nuestro Señor, antes de todos los siglos, ahora y para
siempre!»).
El
hecho de que adorar es una actividad de gran significación y valor eterno
también se hace evidente en el hecho que es la actividad primaria llevada a
cabo por aquellos que ya están en el cielo (Ap 4: 8-11; 5: 11-14).
D. ¿CÓMO PODEMOS ACCEDER A UNA ADORACIÓN GENUINA?
En
última instancia, la adoración es una actividad espiritual y debe ser facultada
por el Espíritu Santo que obra en nosotros. Esto significa que debemos orar que
el Espíritu Santo nos capacite para adorar correctamente.
Pero Se Acerca La Hora, Y Ha Llegado Ya, En Que Los Verdaderos
Adoradores Rendirán Culto Al Padre En Espíritu Y En Verdad, Porque Así Quiere
El Padre Que Sean Los Que Lo Adoren. Dios Es Espíritu, Y Quienes Lo Adoran
Deben Hacerlo En Espíritu Y En Verdad. Jn 4: 23-24).
Adorar
«en espíritu y en verdad» se entiende que significa no «en el Espíritu Santo»,
sino más bien «en el ámbito del espíritu, en el ámbito de la actividad
espiritual»"
Esto
significa que la verdadera adoración involucra no solo nuestros cuerpos físicos
sino también nuestros espíritus, el aspecto inmaterial de nuestra existencia
que actúa primariamente en el ámbito de lo invisible. María sabía que adoraba
de esta manera, por lo que exclamó: «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu
se regocija en Dios mi Salvador» (Lc 1: 46-47).
Debemos
darnos cuenta que Dios también busca continuamente Jn 4:23) a aquellos que lo
adorarán en lo espiritual y por lo tanto a aquellos cuyo espíritu así como
cuerpo y mente adoran a Dios. Tal adoración no es opcional pues aquellos que
adoran a Dios «deben hacerlo en espíritu y en verdad» (v. 24). A menos que
nuestros espíritus adoren a Dios no estamos adorándolo verdaderamente.
Una
actitud de adoración se logra cuando comenzamos a ver a Dios como él es y
entonces respondemos a su presencia. Aun en el cielo los serafines que
contemplan la gloria de Dios claman: «Santo, santo, santo es el Señor
Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria» (Is 6:3). Cuando los
discípulos vieron a Jesús caminando sobre el agua, y entonces vieron cesar el
viento cuando entró a la embarcación, «los que estaban en la barca vinieron y
le adoraron, diciendo: "Verdaderamente eres Hijo de Dios"» (Mt 14:
33).
El
autor de Hebreos sabe que cuando venimos a la presencia de Dios (Heb 12:
18-24), la respuesta adecuada es adorar «a Dios como a él le agrada, con temor
reverente, porque nuestro "Dios es fuego consumidor"» (Heb 12: 28-29).
Por consiguiente la genuina adoración no es algo auto-generado o que puede
desarrollarse dentro de nosotros mismos. Debe ser más bien una efusión de
nuestros corazones en respuesta a una toma de conciencia sobre quién es Dios.
Resulta
apropiado preguntar si hay mucha adoración sentida, profunda y genuina en
nuestras iglesias. En muchas iglesias evangélicas las personas no adoran a Dios
de corazón hasta el último himno, después de que el sermón haya enfocado su
atención en quién es Dios y comienzan a regocijarse en Dios con un corazón
lleno de alabanza.
NOTA: Esto es porque:
(1) La discusión que sostiene Jesús con la mujer
junto al pozo en este contexto es una discusión sobre el sitio de la adoración
(vea vv. 20-21)-¿debía ser en Samaria o en Jerusalén? La respuesta de Jesús se
ajustaría mucho mejor a esta búsqueda si habláramos del ámbito espiritual en el
que adoramos, en oposición a la locación fisica de Jerusalén o Samaria.
(2) En el texto griego la palabra en (en) de la
frase «en espíritu y en verdad" corresponde a la misma palabra (en)
utilizada en el v. 21 para hablar de (literalmente) «en esta montaña» y «en
Jerusalén». Una vez más el contraste es en términos de locación «en» cuál se
debe adorar.
(3) La palabra verdad se refiere a la calidad de la
adoración, no a la persona. El paralelo se entendería mejor si «en espíritu» se
refiriera de la misma manera no a una persona sino a alguna cualidad de la
adoración, tal como el ámbito se debe llevar a cabo.
Pero
entonces, en el momento en el que una adoración profunda y sincera, de repente
termina el culto. ¡Debe ser solo el comienzo! Si falta una adoración genuina en
nuestras iglesias, debemos preguntarnos cómo podemos llevarnos a experimentar
mucho más de la profundidad y la riqueza de la adoración, la cual es la
respuesta natural del corazón creyente a una percepción clara de la presencia y
el carácter de Dios.
¿Habrá
algo que pudiéramos hacer para que la adoración sea más eficaz? Debemos
recordar que la adoración es una cuestión espiritual Jn 4: 21-24), y las
soluciones fundamentales serán por lo tanto espirituales. Se necesitará mucha
oración en preparación para la adoración, especialmente de parte del liderazgo,
pidiendo que Dios bendiga los momentos de adoración y se nos manifieste.
También
las congregaciones necesitarán instrucción sobre la naturaleza espiritual de la
adoración y la interpretación del Nuevo Testamento sobre adorar en la presencia
de Dios (véase Heb 12: 22-24). Además, los cristianos necesitan ser alentados a
corregir cualesquiera relaciones interpersona1es rotas. Pablo dice que los
hombres deben levantar las manos «con pureza de corazón, sin enojos ni
contiendas» (1ª Ti 2: 8), y Jesús nos recuerda que primero debemos
reconciliarnos con nuestro hermano, y entonces venir ante el altar de Dios y
presentar nuestra ofrenda (Mt 5: 24).
De
hecho, Juan dice que cualquiera que diga: «Yo amo a Dios» pero odia a su
hermano «es un mentiroso» (1ª Jn 4: 20). Particularmente los esposos necesitan
estar seguros que tratan con respeto a sus esposas, honrándolas, a fin de que
nada estorbe sus oraciones (1ª P 3: 7). Y la iglesia entera es responsable de
vigilar que no brote ninguna «raíz de amargura» que cause problemas, y que «por
ella muchos sean contaminados» (Heb 12: 15), lo que es una indicación de que el
pecado y las relaciones rotas entre unos cuantos pueden extenderse a muchos e
impedir que las bendiciones de Dios lleguen a toda la congregación.
Por
otra parte, si de verdad vamos a acercarnos a Dios en la adoración, debe haber
un afán personal de santidad en la vida. El autor de Hebreos le recuerda a los
creyentes que sigan «la santidad, sin la cual nadie verá al Señor» (Heb 12:
14), y Jesús dice que son «los de corazón limpio» quienes «verán a Dios» (Mt 5:
8), una promesa que se cumple parcialmente en esta vida y completamente en la
era por venir.
Juan
dice específicamente en relación con la oración: «Si el corazón no nos condena,
tenemos confianza delante de Dios» (1ª Jn 3: 21), pero este principio
ciertamente se aplica también a la adoración, al atrevernos a venir ante la
presencia de Dios a ofrecerle alabanza. Santiago indica similar preocupación
cuando, inmediatamente después de decir: «Acérquense a Dios, y él se acercará a
ustedes», añade: ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes,
purifiquen su corazón! (Stg 4: 8).
NOTA: Por supuesto, el carácter de Dios se puede
revelar no solo a través de la predicación de la Palabra, sino también a través
de las palabras de los himnos que se cantan. a través de la oración, y a través
de la lectura de pasajes de la Biblia aun sin comentarios.
0tros pasajes de la Escritura indican una conexión
entre la santidad personal y la adoración de Dios: vea Proverbios 15: 8. «El
Señor aborrece las ofrendas de los malvados; pero se complace en la oración de
los justos». Véase también Proverbios 15: 29; 28:9; así mismo Salmo 34. 15-18;
66: 18.
No
obstante el escenario fisico y la estructura de los servicios de adoración sí
cuentan, pues hay indicios de que Jesús pensó que la atmósfera de la adoración
era muy importante. Él «entró en el templo y echó de allí a todos los que
compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos
de los que vendían palomas».
Al
explicar estas acciones, Jesús insistió en que el templo debía ser una casa de
oración, pues dijo: «Escrito está: «Mi casa será llamada casa de oración»; pero
ustedes la están convirtiendo en «cueva de ladrones» (Mt 21: 12-13).
También
le dijo a los creyentes: (Cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra
la puerta y ora a tu Padre, que está en secreto) (Mat 6: 6), no solo porque en
nuestros cuartos no nos verán los hombres, y no oraremos para recibir gloria de
los hombres, sino también porque saber que otros nos observan en nuestras
oraciones distrae con facilidad nuestra atención, de manera que entonces en
parte oramos para que nos escuchen los demás o por lo menos para no ofenderlos.
Esto
no significa que la adoración y la oración en grupo están prohibidas (pues
ambas son muy notorias tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo
Testamento), pero dice que debemos escoger un sitio para la oración y la
adoración que evite lo más posible las distracciones. Esto concuerda con el
hecho de que la adoración debe hacerse de forma ordenada, «pues Dios no es Dios
de confusión, sino de paz' (1ª Co 14: 33; v. 40).
La
atmósfera y el estado de ánimo de la adoración son importantes, porque debemos
servir a Dios (agradándole con temor y reverencia) (Heb 11: 28). Esto significa
que es apropiado reunirse como iglesia en un sitio que contribuye a la
adoración, una adoración que de ordinario es privada y libre de distracción,
que da la oportunidad de centrar la atención en el Señor.
El
canto es especialmente importante en la adoración tanto en el Antiguo como en
el Nuevo Testamento. En nuestros días ha ocurrido un cambio notable tanto en el
castellano estándar que la gente habla como en las formas musicales con las que
la gente está familiarizada, y las iglesias necesitan hablar y planificar
abierta y honestamente a fin de encontrar una mezcla de canciones que puedan
cantarse bien por toda la congregación, y con las que las personas puedan
identificarse genuinamente como un vehículo para expresar su alabanza a Dios.
Canciones
que se dirijan a Dios directamente en segunda persona (esto es, hablarle a Dios
como tú) en lugar de hablarle como (él) serán a menudo especialmente efectivas
como cánticos de adoración, aunque los Salmos demuestran que ambos tipos de
canciones agradan a Dios.
Además,
es importante apartar suficiente tiempo para los varios aspectos de la
adoración colectiva. La oración genuina puede ciertamente tomar tiempo (véase
Lc 6: 12; 22: 39-46; Hch 12: 12; 13: 2). Así mismo, una sólida enseñanza
bíblica puede a menudo requerir un tiempo prolongado (Mt 15: 32; Hch 20: 7-11).
Por otra parte, una adoración y alabanza genuinas y sentidas también requerirán
bastante tiempo para ser efectivas.
NOTA: Las consideraciones prácticas discutidas en
esta sección se pueden aplicar a muchas formas diferentes de adoración, pero no
he discutido las formas reales que asumirá esa adoración. Estas variarán
ampliamente, desde las liturgias muy elaboradas de los servicios episcopales a
la espontaneidad no estructurada de los servicios carismáticos.
Como la Escritura no prescribe forma alguna, el
mejor principio a utilizar es la orientación de Pablo: «Todo esto debe hacerse
para la edificación» (1ª Co 14: 26). Los evangélicos necesitan ser cautelosos,
sin embargo, y no rechazar demasiado a la ligera forma de adoración que les son
nuevas: las personas en las iglesias litúrgicas deben darse cuenta que la
espontaneidad puede manejarse de manera ordenada, y las personas en los grupos
carismáticos deben darse cuenta que la edificación y una genuina adoración
pueden tener lugar dentro de una estructura elaborada.
(En cuanto a la lectura al unísono de una liturgia,
si los cristianos pueden adorar y orar cantando palabras al unísono, ¡no hay
nada que les impida adorar y orar genuinamente leyendo las palabras en voz alta
al unísono!) Pero cualquier forma que se utilice en exceso puede convertirse en
una rutina sin sentido para la mayoría de los participantes.
Esto
es cierto en parte porque los diferentes aspectos de un culto de adoración
requieren diferentes actitudes y estados mentales. Escuchar una enseñanza
bíblica requiere atención hacia el texto y el maestro. La alabanza requiere
gozo y concentrarse en el Señor y su grandeza. Las oraciones en las que se
hacen súplicas requieren centrarse en el sacrificio de nosotros mismos al Señor
así como en ofrendarle de nuestras posesiones y encomendarle que provea para
nuestras necesidades.
La
Cena del Señor requiere un tiempo de reflexión, autoexamen, y quizá
arrepentimiento, junto con acción de gracias. Pero podemos tener todas estas
actitudes de una vez, porque somos finitos. Se requiere tiempo para lograr y
sostener diferentes actitudes mentales. Por esa razón es imposible cumplir todas
las tareas necesarias para una congregación reunida simplemente en una hora el
domingo por la mañana, y es dañino hasta intentarlo. Aquellos que tratan de
hacerlo todo en un tiempo breve lo abarrotan demasiado y no hacen nada bien.
Si las
congregaciones han de lograr los varios propósitos para los cuales Dios quiere
que se reúnan, y especialmente para tener momentos prolongados de adoración
reverente, probablemente necesitarán encontrar soluciones creativas que les
permitan reunirse durante períodos más largos de tiempo, y omitir o programar
de nuevo algunas actividades que se han convertido en habituales o
tradicionales los domingos por la mañana pero que en realidad no son
necesarias.
NOTA: Infortunadamente, los pastores que tratan de
oficiar en un servicio donde se agolpan muchas actividades comienzan a
parecerse al maestro de ceremonias en un circo de tres pistas que grita: (Miren
aquí! ¡Miren allá!) en una actuación tras otra. De manera similar el pastor
exhorta: (Alaben a Dios! ¡Sean generosos! ¡Piensen en la Biblia! ¡Oren! ¡Denle
la mano a su vecino! ¡Saluden a sus amigos! ¡Examínense a sí mismos!
¡Arrepiéntanse de sus pecados! ¡Canten al Señor! ¡Amén! ¡Amén!
En una situación como esta las emociones de la
gente son sacudidas tan rápidamente que no son capaces de responder como
personas íntegras, y el resultado es que se retraen emocionalmente y no
responden de corazón.
Dejarán el servicio sintiéndose frustradas y
desilusionadas pues la necesidad de sus corazones de experimentar adoración y
oración genuinas, y aprender de la Escritura no ha sido satisfecha.
Para la mayoría de los seres humanos, se logra
despacio y se pierde rápido la concentración en la atención. A causa de esto,
yo personalmente pienso que un líder de adoración que le habla a la congregación
entre los cánticos usualmente distrae mi atención del Señor hacia mí mismo, y
mi actitud de adoración decae en gran medida.
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. ¿Experimenta usted una genuina y satisfactoria
adoración en su iglesia cada domingo? ¿Cuánto tiempo se dedica específicamente
a la adoración (definida estrechamente)-esto es, a momentos de alabanza y
acción de gracias a Dios? ¿Le gustaría que fuera un tiempo más prolongado? ¿Qué
aspectos de los momentos de adoración encuentra usted más significativos? ¿Qué
aspectos son menos significativos? ¿Cómo podría su iglesia dar pasos para
fortalecer y profundizar su experiencia de adoración (si ello es necesario)?
2. ¿Ha sentido alguna vez un fuerte sentido de la presencia de Dios en la
adoración colectiva? ¿Cuándo fue esto? ¿Puede describirlo? ¿Sabe qué factores
contribuyeron a esa sensación?
3. Durante los momentos de adoración, ¿puede usted describir las emociones
que son más prominentes en su conciencia? Es esta experiencia similar a otras
experiencias de la vida diaria, o son estas sensaciones únicas de los momentos
de adoración? ¿Ha sentido alguna vez que Dios lo ministra a usted mientras lo
adora? ¿Qué lo hizo consciente de ello?
4. ¿Piensa que hay suficiente adoración genuina en una semana típica de su
vida? Si no, ¿cuáles son los obstáculos para tal adoración?
5. ¿Qué le parece el hecho de que Dios es celoso de su propio honor y lo
busca? ¿Puede pensar de cualquier otra cosa más justa en el universo que Dios
busque su propio honor? ¿Puede pensar en cualquier otra cosa que no sea adorar
a Dios que lo haría sentir más profundamente que hace aquello para lo que usted
fue creado?
TÉRMINOS ESPECIALES
Adoración
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR
Apocalipsis 4: 11: Señor, Digno Eres De Recibir La Gloria Y La Honra Y
El Poder; Porque Tú Creaste Todas Las Cosas, Y Por Tu Voluntad Existen Y Fueron
Creadas.