De manera que las profecías en la iglesia de hoy deben considerarse meras palabras humanas, no palabra de Dios, y no palabras de igual autoridad a la palabra de Dios.
¿Pero esta conclusión está en pugna con las prácticas y enseñanzas
carismáticas actuales?
Pienso
que está en conflicto con muchas prácticas carismáticas, pero no con la mayoría
de las enseñanzas carismáticas.
La
mayoría de los maestros carismáticos de hoy estarían de acuerdo en que la
profecía contemporánea no tiene la misma autoridad que la Escritura. Aunque
algunos hablarían de la profecía como que es «la palabra de Dios» para hoy, hay
un consenso casi uniforme entre todas las secciones del movimiento carismático
de que la profecía es imperfecta e impura, y que contendría elementos en los
que no se debe confiar u obedecer.
NOTA: La NIV traduce: «¿Acaso la palabra de Dios
procedió de ustedes?» El apóstol se da cuenta que ellos deben admitir que la
Palabra de Dios no procedió de ellos por lo tanto, sus profetas no pueden haber
estado pronunciando palabras de Dios de autoridad igual que la de las
Escrituras.
Por
ejemplo, Bruce Yocum, autor de un libro carismático sobre la profecía
ampliamente utilizado, escribe: «La profecía puede ser impura- nuestros propios
pensamientos o ideas pueden mezclarse con el mensaje que recibimos-ya sea que
recibamos las palabras directamente o que solo recibamos el sentido del
mensaje».
Pero
debe decirse que en la práctica actual se deriva mucha confusión del hábito de
prologar las profecías con la usual frase del Antiguo Testamento: «Así dice el
Señor» (una frase que nunca se pronuncia en el Nuevo Testamento por ninguno de
los profetas de las iglesias del Nuevo Testamento).
Esto
es desafortunado, porque da la impresión que las frases que siguen son las
verdaderas palabras de Dios, en tanto que el Nuevo Testamento no justifica esa
posición y, cuando se hace énfasis en ellas, la mayoría de los voceros
carismáticos responsables en todo caso no desearían invocarlas para cada parte
de sus profecías. De manera que no se ganaría ni se perdería mucho si se
desechara esa frase introductoria.
Ahora,
es verdad que Agabo usa una frase similar (Así dice el Espíritu Santo) en
Hechos 21: 11, pero las mismas palabras (Gr. tadelegei) se utilizan parlas
autores cristianos para introducir justo en tiempos del Nuevo Testamento
paráfrasis muy generales o interpretaciones muy ampliadas de lo que se reporta
(así Ignacio, Epístola a los de Filadelfia 7: 1-2 [alrededor de 208 d.C.]. La
frase puede que signifique aparentemente: «Esto es en general (o
aproximadamente) lo que nos dice el Espíritu Santo».
Si
alguien realmente piensa que Dios le pone algo en la mente que debe comunicarse
a la congregación, no hay nada equivocado en decir: «Pienso que el Señor pone
en mi mente esto» o Me parece que el Señor nos muestra» o alguna expresión
similar. Por supuesto, eso no suena tan «contundente» como: «Así dice el Señor,
pero si el mensaje viene realmente de Dios, el Espíritu Santo hará que ello
suene con gran poder para los corazones de aquellos que necesitan escuchar.
UNA «REVELACIÓN» ESPONTÁNEA HIZO DE LA PROFECÍA DIFERENTE DE OTROS
DONES.
Si la
profecía no contiene las verdaderas palabras de Dios, ¿qué es entonces? ¿En qué
sentido ella viene de Dios?
Pablo
indica que Dios puede traer algo espontáneamente a la mente de manera que la
persona que profetiza lo comunicaría en sus propias palabras. Pablo llama esto
una «revelación»: «Si alguien que está sentado recibe una revelación, el que
esté hablando ceda la palabra. Así todos pueden profetizar por turno» (1ª Co
14: 30-31).
Aquí
él utiliza la palabra revelación en un sentido más amplio que la forma técnica
utilizada por los teólogos para referirse a las palabras de la Escritura- pero
el Nuevo Testamento usa en todas partes el término revelar o revelación en este
sentido más amplio de comunicación con Dios que no da lugar a la redacción de
Escritura o a palabras de igual autoridad a la Escritura (vea Fil3:15; Ro 1:
18; Ef 1: 17; Mt 11: 27).
Pablo
se refería simplemente a algo que Dios ponía de pronto en la mente, o algo que
Dios podía imprimir en la conciencia de alguien de tal manera que la persona
tuviera la sensación que ello venía de Dios. Puede que el pensamiento que se
suscita en la mente sea sorprendentemente diferente al curso de los
pensamientos de la propia persona, o que esté acompañado por un vivo sentido de
urgencia o persistencia, o que de alguna otra manera le dé a la persona una
percepción asaz clara de que viene del Señor.
De esa
manera, si entra uno que no cree cuando todos profetizan, «los secretos de su
corazón quedarán al descubierto. Así que se postrará ante Dios, y lo adorará,
exclamando: «¡Realmente Dios está entre ustedes!» (1ª Co 14: 25). He escuchado
un informe de este acontecimiento en una iglesia bautista de Estados Unidos que
claramente no es carismática.
Un
orador misionero hizo una pausa en medio de su mensaje y dijo algo como esto:
«No planifiqué decir esto pero parece que el Señor indica que alguien en esta
iglesia acaba de separarse de su mujer y su familia. Si ello es así, déjeme
decirle que Dios quiere que usted vuelva a ellos y aprenda a seguir las normas
de Dios para la vida familiar».
El
misionero no lo sabía, pero en el balcón no iluminado se sentó un hombre que
había entrado a la iglesia momentos antes por primera vez en su vida. La
descripción se adecuaba a él exactamente, y él se dio a conocer, reconoció su
pecado, y comenzó a buscar a Dios.
Profecía
De
esta forma, la profecía sirve como una «señal» para los creyentes (1ª Co 14:
22)-es una clara demostración de que Dios obra en su medio, una «señal» de las
bendiciones que Dios dispensa a la congregación. Y como también obrará para la
conversión de los incrédulos, Pablo anima a utilizar este don cuando «entran
algunos que no entienden o no creen» (1ª Co 14: 33).
Muchos
cristianos en todos los períodos de la iglesia han experimentado o escuchado de
eventos similares-por ejemplo, una petición no planeada pero urgente puede
haberse hecho para orar por ciertos misioneros en Nigeria. Entonces, mucho
después, aquellos que oraban descubrieron que justo en ese momento los
misioneros habían sufrido un accidente automovilístico o estaban en un instante
de intenso conflicto espiritual, y habían necesitado esas oraciones.
Pablo
llamaría la sensación o intuición de esas cosas una «revelación», y la
comunicación a la congregación de ese aviso de Dios sería llamado «profecía».
Puede que en ella haya elementos de la propia cosecha o interpretación del que
habla y que ciertamente esta necesite evaluación y prueba, pero aún así cumple
una valiosa función en la iglesia.
NOTA: Aunque argumentamos arriba que la autoridad
de la profecía en la iglesia del Nuevo Testamento es muy diferente a la
autoridad de la profecía canónica del Antiguo Testamento, esto no significa que
todo lo relacionado con la profecía del Nuevo Testamento tiene que ser
diferente. En relación con la forma en la que llega la revelación al profeta,
puede que no se trate de palabras o ideas que le vienen a la mente, sino
también de imágenes mentales (o «visiones», Hch 2: 17) y sueños (Hch 2: 17).
LA DIFERENCIA ENTRE PROFECÍA Y ENSEÑANZA.
Hasta
donde podamos asegurar, toda «profecía» en el Nuevo Testamento estaba basada
sobre este tipo de inspiración espontánea del Espíritu Santo (cf. Hch 11:28;
21:4, 10-11; y note las ideas de profecía bosquejadas en Lc 7: 39; 22: 63-64;
Jn 4: 19; 11: 51). A menos que una persona reciba una espontánea «revelación»
de Dios, ahí no hay profecía.
Por
contraste, ningún discurso humano que se llame «enseñanza» o que un «maestro»
pronuncie, o que se describa por el verbo «enseñan>, nunca se dice en el
Nuevo Testamento que esté basado en una revelación. Antes bien, «enseñanza» es
a menudo simplemente una explicación o aplicación de la Escritura (Hch 15: 35;
18: 11,24-28; Ro 2: 21; 15: 4; Col 3: 16; Heb 5: 12) o una repetición o
explicación de instrucciones apostólicas (Ro 16:17; 2 Ti 2:2; 3:10, y otros).
Es lo que hoy llamaríamos «enseñanza bíblica» o «predicación».
Así
que, la profecía tiene menos autoridad que la «enseñanza», y las profecías
deben estar siempre sujetas en la iglesia a la autorizada enseñanza de la
Escritura. A Timoteo no se le dijo que profetizara las instrucciones de Pablo a
la iglesia; se le dijo que las enseñara (1ª Ti 4: 11; 6: 2). Pablo no profetizó
su manera de vivir en cada iglesia; él lo enseñó (1ª Co 4: 17).
A los
tesalonicenses no se les dijo que se mantuvieran fieles las tradiciones que les
fueron «profetizadas» sino a las tradiciones que les fueron «enseñadas» por
Pablo (2ª Ts 2: 15). Al contrario de algunos puntos de vista, fueron maestros,
no profetas, los que ofrecieron liderazgo y dirección a las iglesias
primitivas.
Por
consiguiente, entre los ancianos estaban los que dedicaban «sus esfuerzos a la
predicación y a la enseñanza» (1ª Ti 5: 17), y un obispo debía ser «capaz de
enseñar» (1ª Ti 3: 2; Tit 1: 9)-pero nada se dice de ancianos cuyo trabajo
fuera profetizar, ni tampoco se dice nunca que un anciano debe ser un «profeta
apto» o que los ancianos deben «ser fieles a las sanas profecías». En su
función de liderazgo Timoteo cuidar de su conducta y de su «enseñanza» (1ª Ti
4: 16), pero nunca se le dice que cuide sus profecías. Santiago advirtió que
aquellos que enseñan, no que profetizan, serían juzgados con más severidad (Stg
3: 1).
En el
Nuevo Testamento, la tarea de interpretar y aplicar las Escrituras se llama,
entonces, «enseñanza». Aunque unos cuantos han aducido que los profetas en las
iglesias del Nuevo Testamento ofrecieron interpretaciones de las Escrituras del
Antiguo Testamento «carismáticamente inspiradas», esa alegación no ha sido muy
persuasiva, fundamentalmente porque es dificil encontrar en el Nuevo Testamento
algún ejemplo convincente en el que la categoría de «profeta» se use para
referirse a alguien envuelto en este tipo de actividad.
Así
que la distinción es bastante clara: si un mensaje es producto de una reflexión
consciente sobre el texto de la Escritura, que contiene una interpretación del
texto y una aplicación a la vida, entonces esto es (en términos del Nuevo
Testamento) una enseñanza. Pero si un mensaje es la comunicación de algo que
Dios nos pone de pronto en la mente, entonces esto es una profecía. Y por
supuesto, aun las enseñanzas preparadas pueden ser interrumpidas por material
adicional no preparado que el maestro de 1a Biblia siente que Dios pone de
pronto en su mente- en ese caso, esto será una «enseñanza» mezclada con un elemento
de profecía.
NOTA: No obstante, debemos advertir a las personas
que el mero hecho de que una «revelación» parezca sobrenatural (y que incluso
pueda contener una información sorprendentemente exacta) no garantiza que un
mensaje sea una verdadera profecía de Dios, pues los falsos profetas pueden
«profetizar» bajo influencia demoníaca. (Vea el cap. 20, sobre el hecho que los
demonios pueden conocer acerca de actividades ocultas o conversaciones privadas
en nuestras vidas, aun cuando no pueden conocer el futuro ni leer nuestros
pensamientos.) Juan advierte que «han salido por el mundo muchos falsos
profetas» (1 Jn 4: 1), Yo frece pruebas de la verdadera doctrina para
distinguirlos (vv. 1-6), y dice que «el mundo los escucha» (v. 5).
Otras marcas de los falsos profetas pueden hallarse
en 2Juan 7-9 (que niegan la encamación y no se someten a la doctrina de
Cristo); Mateo 7:15-20 «Por sus frutos lo conocerán» (v. 16); Mateo 24: 11 (que
engañarán a muchos); y Mateo 24:24 (harán grandes señales y milagros para
engañar, de ser posible; aun a los elegidos). Por otro lado, 1 Corintios 12:3
parece decimos que no debemos pensar que los cristianos genuinos serán falsos
profetas, que hablan por el poder de los demonios (vea la discusión de 1ª Co
12: 3), y Juan 4: 4 le asegura a los cristianos que «el que está en ustedes es
más poderoso que el que está en el mundo».
OBJECIÓN: ESTO HACE LA PROFECÍA «DEMASIADO SUBJETIVA».
En
este punto algunos han objetado que esperar por tales «recordatorios» de Dios
es un proceso «demasiado subjetivo». Pero en respuesta puede decirse que, para
la salud de la iglesia, ¡la gente que a menudo hace esta objeción es la que más
necesita este proceso subjetivo en sus propias vidas cristianas! Este don
requiere esperar en el Señor, escucharlo, oír sus recordatorios en nuestros
corazones.
Lo que
más necesitan los cristianos que son del todo evangélicos, sanos
doctrinalmente, intelectuales y «objetivos», es probablemente la fuerte
influencia estabilizadora de una relación «subjetiva» más vital con el Señor en
la vida cotidiana. Y estas personas son también aquellas que tienen menos
probabilidades de Ser conducidas a error, porque ya hacen gran énfasis en
apoyarse firmemente en la Palabra de Dios.
Aunque
existe el peligro contrario de una excesiva confianza en las impresiones
subjetivas para orientarse, y es claro que contra eso hay que cuidarse. Las
personas que buscan continuamente «mensajes» subjetivos de Dios para que guíen
sus vidas deben ser advertidas que la orientación personal subjetiva no es una
función primaria de la profecía del Nuevo Testamento. Ellos necesitan hacer
mucho más énfasis en la Escritura y en buscar la probada sabiduría de Dios
escrita ahí.
Muchos
autores carismáticos estarían de acuerdo con esta advertencia, como indican las
siguientes citas: Michael Harper (un pastor carismático anglicano):
Las
profecías que les dicen a otros lo que deben hacer-deben ser contempladas con
gran sospecha.
Donald
Gee (Asambleas de Dios):
Muchos De Nuestros Errores En Lo Que Concierne A Los Dones Espirituales
Se Originan Cuando Queremos Que Lo Extraordinario Y Excepcional Se Convierta En
Frecuente Y Habitual. Que Todos Los Que Desarrollan Un Excesivo Deseo De
«Mensajes» A Través De Los Dones Estén Advertidos Del Naufragio De Pasadas
Generaciones Así Como De Las Contemporáneas. Las Santas Escrituras Son Una
Lámpara A Nuestros Pies Y Una Luz En Nuestro Sendero.
Donald
Bridge (pastor carismático británico):
El Iluminado Encuentra Constantemente «Dios Le Dice» Que Haga Cosas. Los
Iluminados Son Frecuentemente Muy Sinceros, Muy Dedicados, Y Están Poseídos De
Una Dedicación Para Obedecer A Dios Que Avergüenza A Cristianos Más
Circunspectos.
No Obstante, Están Pisando Terreno Peligroso. Sus Antecesores Lo Han
Hollado Antes, Y Siempre Con Resultados Desastrosos A Largo Plazo. Sensaciones
Interiores Y Recordatorios Especiales Son Por Su Propia Naturaleza Subjetivos.
La Biblia Provee Nuestra Guía Objetiva.
LAS PROFECÍAS PUEDEN INCLUIR CUALQUIER CONTENIDO EDIFICADOR.
Los
ejemplos de profecías del Nuevo Testamento mencionados arriba muestran que la
idea de profecía solo como «predicciones del futuro» es ciertamente errónea.
Hubo algunas predicciones (Hch 11: 28; 21: 11), pero también hubo pecados que
quedaron al descubierto (1ª Co 14: 25). De hecho, pudo incluirse cualquier cosa
que edifica, pues Pablo dice: «el que profetiza habla a los demás para
edificarlos, animarlos y consolarlos» (1ª Co 14: 3). Otra indicación del valor
de la profecía era que ella podía hablar a las necesidades de los corazones de las
personas de una manera directa y espontánea.
MUCHAS PERSONAS PUEDEN PROFETIZAR EN LA CONGREGACIÓN.
Otro
gran beneficio de la profecía es que ella provee oportunidad de participación a
todos en la congregación, no solo a aquellos que son oradores hábiles o que
tienen dones para la enseñanza. Pablo dice que él quiere que «todos» los
corintios «profetizaran» (1ª Co 14: 5) y añade: «Todos pueden profetizar por
tumo, para que todos reciban instrucción y aliento» (1ª Co 14: 31). Esto no
significa que en realidad todo creyente será capaz de profetizar, pues Pablo
dice: «¿Son todos profetas?» (1ª Co 12: 29).
Pero
sí significa que cualquiera que reciba una «revelación» de Dios tiene permiso
de profetizar (dentro de las normas de Pablo), y esto sugiere que muchos lo
harán. A causa de esto, una mayor apertura al don de profecía podría ayudar a
superar la situación en la que muchos que asisten a nuestras iglesias son meros
espectadores y no participantes. Quizás contribuimos al problema de un
«cristianismo de espectadores » sofocando la obra del espíritu en esta área.
NOTA: Aquí Pablo indica que todo el que recibe una
revelación en el sentido que acaba de mencionarse en el v. 29 será capaz de
profetizar por tumos. Él no quiere decir que cada cristiano individual en
Corinto tiene el don de profecía.
En una iglesia grande, solo unos pocos serán
capaces de hablar cuando toda la iglesia está reunida, pues Pablo dice: «En
cuanto a los profetas, que hablen dos o tres» (1ª Co 14. 29). Pero muchos más
tendrán oportunidades de profetizar en reuniones más pequeñas en las casas.
DEBEMOS «DESEAR SERIAMENTE» PROFETIZAR.
Pablo
valoraba tanto este don que le dijo a los corintios: «Empéñense en seguir el
amor y ambicionen los dones espirituales, sobre todo el de profecía» (1ª Co 14:
1). Entonces, al final de su discusión de los dones espirituales, repitió:
«Así, que hermanos míos, ambicionen el don de profetizar» (1ª Co 14:39). Y
dijo: «El que profetiza edifica la iglesia» (1ª Co 14: 4).
Si
Pablo estaba ansioso porque el don de profecía funcionara en Corinto,
preocupado por la inmadurez, el egoísmo, las divisiones y otros problemas que
aquejaban a la iglesia, ¿no debemos entonces buscar enérgicamente este valioso
don en nuestras congregaciones hoy? Nosotros evangélicos que profesamos creer y
obedecer todo lo que la Escritura dice, ¿no debemos también creer y obedecer
esto? ¿Y que una mayor apertura al don de profecía quizá pueda ayudar a
corregir este peligroso desequilibrio en la vida de la iglesia, un
desequilibrio que se debe a que somos demasiado intelectuales, objetivos y
doctrinales?
ALENTAR Y REGULAR LA PROFECÍA EN LA IGLESIA LOCAL.
Por
último, si una iglesia comienza a alentar el uso de la profecía donde no se ha
utilizado antes, ¿qué debe hacer? ¿Cómo puede alentar este don sin caer en
abusos?
Para
todos los cristianos, y especialmente para pastores y otros que tienen
responsabilidades docentes, sería apropiado y sabio desde el punto de vista
pastoral dar varios pasos:
(1) Ore seriamente implorando la sabiduría del Señor sobre cómo y cuándo
abordar este tema en la iglesia.
(2) Se impartirán enseñanzas sobre este tema en los estudios bíblicos
regulares que la iglesia ya provee.
(3) La iglesia debe ser paciente y proceder despacio-los líderes de la
iglesia no deben ser «dominantes» (o «tiranos») (1 P 5:3), y un abordaje
paciente evitará ahuyentar a gente temerosa o alienarlas innecesariamente.
(4) La iglesia debe reconocer y alentar el don de profecía de la forma que
ya ha venido funcionando en la iglesia -en las reuniones de oración de la
iglesia, por ejemplo-, cuando alguien se ha sentido inusualmente «guiado» por
el Espíritu Santo a orar por algo, o cuando le ha parecido que el Espíritu
Santo le ha traído a la mente un himno o pasaje de la Escritura, o cuando
sienta un tono de sentido común o el enfoque específico en un momento de
adoración u oración en grupo.
Aun
los cristianos de iglesias no receptivas del don de profecía pueden por lo
menos ser sensibles a los impulsos del Espíritu Santo relacionados con aquello
por lo que se debe orar en las reuniones de oración de la iglesia, y que
entonces puede expresar esos impulsos en forma de una oración al Señor (lo que
podría llamarse una «oración profética»).
(5) Si se han seguido los primeros cuatro pasos, y si la congregación y su
liderazgo lo acepta, se podrían conceder algunas oportunidades a la práctica
del don de profecía en los cultos de adoración menos formales de la iglesia, o
en los grupos más pequeños de los hogares.
Si
esto se permite, aquellos que profeticen deben mantenerse dentro de las
directivas de la Escritura (1ª Co 14: 29-36), deben buscar genuinamente la
edificación de la iglesia y no su propio prestigio (1ª Co 14: 12,26), Y no debe
dominar la reunión o ser demasiado dramático o emocional en sus palabras (y así
atraer la atención hacia sí mismos en lugar de hacia el Señor).
Las
profecías se deben ciertamente evaluar de acuerdo con las enseñanzas de la
Escritura (1ª Co 14: 29-36; 1ª Ts 5: 19-21).
(6) Si el don de profecía comienza a ser utilizado en la iglesia, esta debe
poner aun más énfasis sobre valor inmensamente superior de la Escritura como la
fuente a la que pueden acudir los cristianos a escuchar la voz del Dios vivo.
La profecía es un don valioso, como lo son otros muchos dones, pero está en la
Escritura que es Dios y solo Dios quien nos habla con sus propias palabras, aun
hoy, y a lo largo de nuestras vidas.
En
lugar de esperar que en cada culto de adoración lo notable sea alguna palabra
de profecía, es necesario recordarle a los que utilizan el don de profecía que
debemos centrar nuestro gozo, nuestras expectativas, y nuestro deleite en el
propio Dios mientras él nos habla a través de la Biblia.
Allí
tenemos un tesoro de infinito valor: las verdaderas palabras de nuestro Creador
que nos habla en un lenguaje que podemos entender. y en lugar de buscar
frecuente orientación a través de la profecía, debemos hacer énfasis que es en
la Escritura donde podemos encontrar orientación para nuestras vidas.
En la
Escritura está nuestra fuente de directivas, nuestro foco cuando buscamos la
voluntad de Dios, nuestras normas completamente confiables y suficientes. Es de
las palabras de Dios en la Escritura que podemos decir confiados: «Tu palabra
es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero» (Sal 119: 105).
ENSEÑANZA
El don
de la enseñanza en el Nuevo Testamento es la habilidad de explicar la Escritura
y aplicarla a la vida de las personas. Esto se hace evidente en varios pasajes.
En
Hechos 15: 35, Pablo y Bernabé y «muchos otros» están en Antioquia enseñando y
anunciando la palabra del Señor». En Corinto, Pablo permaneció un año y medio
«enseñando entre el pueblo la palabra de Dios» (Hch 18: 11). Y los lectores de
la Epístola a los Hebreos, aunque deben haber sido maestros, necesitaban más
bien que alguien volviera a enseñarles «las verdades más elementales de la
palabra de Dios». (Heb 5: 12).
Pablo
les dice a los romanos que las palabras de las Escrituras del Antiguo
Testamento se escribieron «para enseñamos» (gr. didaskalia) (Ro 15: 4), y le
escribe a Timoteo que «toda Escritura» es «útil para enseñar didaskalia» (2ª Ti
3: 16).
Por
supuesto, si la «enseñanza» en la iglesia primitiva estaba basada muy a menudo
en las Escrituras del Antiguo Testamento, debe extrañar que también estuviera
basada en algo de igual autoridad que las Escrituras, o sea, en un cuerpo de
instrucciones apostólicas recibidas. Timoteo debía tomar la enseñanza que había
recibido de Pablo y encomendarla a hombres fieles que estuvieran capacitados
«para enseñar a otros» (2ª Ti 2: 2).
Y los
tesalonicenses debían mantenerse «fieles a las enseñanzas» que Pablo les
trasmitió (2ª Ts 2: 15). Lejos de estar basadas en una revelación espontánea
que vino durante el culto de adoración de la iglesia (como era la profecía),
este tipo de «enseñanza» era la repetición y explicación de una auténtica
lección apostólica.
Enseñar
lo contrario a las instrucciones de Pablo era enseñar una doctrina diferente o
herética (heterodidaskalo) «apartándose de la sana enseñanza de nuestro Señor
Jesucristo y de la doctrina que se ciñe a la verdadera religión» (1ª Ti 6:3),
De hecho, Pablo dijo que Timoteo debía recordarle a los corintios «cómo enseño
por todas partes, y en todas las iglesias» (1ª Co 4: 17).
Asimismo
le dice: «Encarga y enseña estas cosas» (1ª Ti 4: 11), y (esto es lo que debes
enseñar y recomiendan) (1ª Ti 6: 2), cuando habla de sus instrucciones a la
iglesia de Éfeso. Aunque esto no era profecía sino enseñanza que proveyó en
sentido primario (provenía de los apóstoles) las primeras normas doctrinales y
éticas que regulaban la iglesia. Y como aquellos que aprendieron de los
apóstoles también enseñaron, su enseñanza guió y dirigió las iglesias
locales."
De
manera que enseñar en términos de las epístolas del Nuevo Testamento consistía
en repetir y explicar las palabras de la Escritura (o las igualmente
autorizadas enseñanzas de Jesús y los apóstoles) y aplicarlas a los que
escuchaban. En las epístolas del Nuevo Testamento, «enseñar» es algo muy
parecido a lo que describe hoy nuestra frase «enseñanza bíblica».
MILAGROS
Justo
después de los apóstoles, los profetas y maestros, «luego los milagros» dice
Pablo (1ª Co 12: 28). Aunque muchos de los milagros que se ven en el Nuevo
Testamento fueron específicamente milagros de sanidad, Pablo menciona aquí la
sanidad como un don separado. Por lo tanto, en este contexto debía haber tenido
en mente algo diferente a la sanidad.
Debemos
recordar que la palabra castellana «milagros» puede que no nos acerque mucho a
lo que Pablo quería decir, pues el vocablo griego es simplemente la forma
plural de la palabra dynamis, «poder».2' Esto significa que el término puede
referirse a cualquier actividad en la que el gran poder de Dios es evidente.
Ello
puede incluir respuestas a la oración para liberarse de un peligro fisico (como
la liberación de los apóstoles de la cárcel en Hch 5: 19-20 o 12: 6-11), o
poderosas acciones de juicio sobre los enemigos del evangelio o aquellos que
requieren ser disciplinados dentro de la iglesia (vea Hch 5: 1-11; 13: 9-12), o
liberaciones milagrosas de una lesión (como con Pablo y la víbora en Hch 28:
3-6). Pero esas acciones del poder espiritual pueden incluir también poder para
triunfar sobre la oposición de un demonio (como en Hch 16: 18; Lc 10: 17).
Como
Pablo no define «obras milagrosas» de una forma más específica que esta,
podemos decir que el don de milagros debe incluir el accionar de un poder
divino que libera de un peligro, una intervención para atender necesidades
especiales en el mundo fisico (como en el caso de Elías en 1ª Reyes 17: 1-16),
un juicio sobre aquellos que de manera irracional y violenta se oponen al
mensaje del evangelio, el triunfo sobre las fuerzas demoníacas que libran una
guerra contra la iglesia, y cualquier otra forma en la que el poder de Dios se
manifiesta de una manera evidente para hacer avanzar los propósitos divinos en
una situación determinada.
Todas
estas serían obras «poderosas» en las que se ayuda a la iglesia y se pone de
manifiesto la gloria de Dios. (Vea también la discusión sobre los milagros en
el capítulo17.)
NOTA: Vea también la discusión arriba en la sección
A.6, p. 1116, sobre las diferencias entre profecía y enseñanza.
La NVI traduce «hacer milagros» en 1ª Co 12: 10.