¿CÓMO DEBERÍAMOS HABLAR SOBRE LA AUTORIDAD DE LA PROFECÍA HOY?

De manera que las profecías en la iglesia de hoy deben considerarse meras palabras humanas, no palabra de Dios, y no palabras de igual autoridad a la palabra de Dios. 
¿Pero esta conclusión está en pugna con las prácticas y enseñanzas carismáticas actuales?
Pienso que está en conflicto con muchas prácticas carismáticas, pero no con la mayoría de las enseñanzas carismáticas.
La mayoría de los maestros carismáticos de hoy estarían de acuerdo en que la profecía contemporánea no tiene la misma autoridad que la Escritura. Aunque algunos hablarían de la profecía como que es «la palabra de Dios» para hoy, hay un consenso casi uniforme entre todas las secciones del movimiento carismático de que la profecía es imperfecta e impura, y que contendría elementos en los que no se debe confiar u obedecer.
NOTA: La NIV traduce: «¿Acaso la palabra de Dios procedió de ustedes?» El apóstol se da cuenta que ellos deben admitir que la Palabra de Dios no procedió de ellos por lo tanto, sus profetas no pueden haber estado pronunciando palabras de Dios de autoridad igual que la de las Escrituras.
Por ejemplo, Bruce Yocum, autor de un libro carismático sobre la profecía ampliamente utilizado, escribe: «La profecía puede ser impura- nuestros propios pensamientos o ideas pueden mezclarse con el mensaje que recibimos-ya sea que recibamos las palabras directamente o que solo recibamos el sentido del mensaje».
Pero debe decirse que en la práctica actual se deriva mucha confusión del hábito de prologar las profecías con la usual frase del Antiguo Testamento: «Así dice el Señor» (una frase que nunca se pronuncia en el Nuevo Testamento por ninguno de los profetas de las iglesias del Nuevo Testamento).
Esto es desafortunado, porque da la impresión que las frases que siguen son las verdaderas palabras de Dios, en tanto que el Nuevo Testamento no justifica esa posición y, cuando se hace énfasis en ellas, la mayoría de los voceros carismáticos responsables en todo caso no desearían invocarlas para cada parte de sus profecías. De manera que no se ganaría ni se perdería mucho si se desechara esa frase introductoria.
Ahora, es verdad que Agabo usa una frase similar (Así dice el Espíritu Santo) en Hechos 21: 11, pero las mismas palabras (Gr. tadelegei) se utilizan parlas autores cristianos para introducir justo en tiempos del Nuevo Testamento paráfrasis muy generales o interpretaciones muy ampliadas de lo que se reporta (así Ignacio, Epístola a los de Filadelfia 7: 1-2 [alrededor de 208 d.C.]. La frase puede que signifique aparentemente: «Esto es en general (o aproximadamente) lo que nos dice el Espíritu Santo».
Si alguien realmente piensa que Dios le pone algo en la mente que debe comunicarse a la congregación, no hay nada equivocado en decir: «Pienso que el Señor pone en mi mente esto» o Me parece que el Señor nos muestra» o alguna expresión similar. Por supuesto, eso no suena tan «contundente» como: «Así dice el Señor, pero si el mensaje viene realmente de Dios, el Espíritu Santo hará que ello suene con gran poder para los corazones de aquellos que necesitan escuchar.
UNA «REVELACIÓN» ESPONTÁNEA HIZO DE LA PROFECÍA DIFERENTE DE OTROS DONES.
Si la profecía no contiene las verdaderas palabras de Dios, ¿qué es entonces? ¿En qué sentido ella viene de Dios?
Pablo indica que Dios puede traer algo espontáneamente a la mente de manera que la persona que profetiza lo comunicaría en sus propias palabras. Pablo llama esto una «revelación»: «Si alguien que está sentado recibe una revelación, el que esté hablando ceda la palabra. Así todos pueden profetizar por turno» (1ª Co 14: 30-31).
Aquí él utiliza la palabra revelación en un sentido más amplio que la forma técnica utilizada por los teólogos para referirse a las palabras de la Escritura- pero el Nuevo Testamento usa en todas partes el término revelar o revelación en este sentido más amplio de comunicación con Dios que no da lugar a la redacción de Escritura o a palabras de igual autoridad a la Escritura (vea Fil3:15; Ro 1: 18; Ef 1: 17; Mt 11: 27).
Pablo se refería simplemente a algo que Dios ponía de pronto en la mente, o algo que Dios podía imprimir en la conciencia de alguien de tal manera que la persona tuviera la sensación que ello venía de Dios. Puede que el pensamiento que se suscita en la mente sea sorprendentemente diferente al curso de los pensamientos de la propia persona, o que esté acompañado por un vivo sentido de urgencia o persistencia, o que de alguna otra manera le dé a la persona una percepción asaz clara de que viene del Señor.
De esa manera, si entra uno que no cree cuando todos profetizan, «los secretos de su corazón quedarán al descubierto. Así que se postrará ante Dios, y lo adorará, exclamando: «¡Realmente Dios está entre ustedes!» (1ª Co 14: 25). He escuchado un informe de este acontecimiento en una iglesia bautista de Estados Unidos que claramente no es carismática.
Un orador misionero hizo una pausa en medio de su mensaje y dijo algo como esto: «No planifiqué decir esto pero parece que el Señor indica que alguien en esta iglesia acaba de separarse de su mujer y su familia. Si ello es así, déjeme decirle que Dios quiere que usted vuelva a ellos y aprenda a seguir las normas de Dios para la vida familiar».
El misionero no lo sabía, pero en el balcón no iluminado se sentó un hombre que había entrado a la iglesia momentos antes por primera vez en su vida. La descripción se adecuaba a él exactamente, y él se dio a conocer, reconoció su pecado, y comenzó a buscar a Dios.
Profecía
De esta forma, la profecía sirve como una «señal» para los creyentes (1ª Co 14: 22)-es una clara demostración de que Dios obra en su medio, una «señal» de las bendiciones que Dios dispensa a la congregación. Y como también obrará para la conversión de los incrédulos, Pablo anima a utilizar este don cuando «entran algunos que no entienden o no creen» (1ª Co 14: 33).
Muchos cristianos en todos los períodos de la iglesia han experimentado o escuchado de eventos similares-por ejemplo, una petición no planeada pero urgente puede haberse hecho para orar por ciertos misioneros en Nigeria. Entonces, mucho después, aquellos que oraban descubrieron que justo en ese momento los misioneros habían sufrido un accidente automovilístico o estaban en un instante de intenso conflicto espiritual, y habían necesitado esas oraciones.
Pablo llamaría la sensación o intuición de esas cosas una «revelación», y la comunicación a la congregación de ese aviso de Dios sería llamado «profecía». Puede que en ella haya elementos de la propia cosecha o interpretación del que habla y que ciertamente esta necesite evaluación y prueba, pero aún así cumple una valiosa función en la iglesia.
NOTA: Aunque argumentamos arriba que la autoridad de la profecía en la iglesia del Nuevo Testamento es muy diferente a la autoridad de la profecía canónica del Antiguo Testamento, esto no significa que todo lo relacionado con la profecía del Nuevo Testamento tiene que ser diferente. En relación con la forma en la que llega la revelación al profeta, puede que no se trate de palabras o ideas que le vienen a la mente, sino también de imágenes mentales (o «visiones», Hch 2: 17) y sueños (Hch 2: 17).
LA DIFERENCIA ENTRE PROFECÍA Y ENSEÑANZA.
Hasta donde podamos asegurar, toda «profecía» en el Nuevo Testamento estaba basada sobre este tipo de inspiración espontánea del Espíritu Santo (cf. Hch 11:28; 21:4, 10-11; y note las ideas de profecía bosquejadas en Lc 7: 39; 22: 63-64; Jn 4: 19; 11: 51). A menos que una persona reciba una espontánea «revelación» de Dios, ahí no hay profecía.
Por contraste, ningún discurso humano que se llame «enseñanza» o que un «maestro» pronuncie, o que se describa por el verbo «enseñan>, nunca se dice en el Nuevo Testamento que esté basado en una revelación. Antes bien, «enseñanza» es a menudo simplemente una explicación o aplicación de la Escritura (Hch 15: 35; 18: 11,24-28; Ro 2: 21; 15: 4; Col 3: 16; Heb 5: 12) o una repetición o explicación de instrucciones apostólicas (Ro 16:17; 2 Ti 2:2; 3:10, y otros). Es lo que hoy llamaríamos «enseñanza bíblica» o «predicación».
Así que, la profecía tiene menos autoridad que la «enseñanza», y las profecías deben estar siempre sujetas en la iglesia a la autorizada enseñanza de la Escritura. A Timoteo no se le dijo que profetizara las instrucciones de Pablo a la iglesia; se le dijo que las enseñara (1ª Ti 4: 11; 6: 2). Pablo no profetizó su manera de vivir en cada iglesia; él lo enseñó (1ª Co 4: 17).
A los tesalonicenses no se les dijo que se mantuvieran fieles las tradiciones que les fueron «profetizadas» sino a las tradiciones que les fueron «enseñadas» por Pablo (2ª Ts 2: 15). Al contrario de algunos puntos de vista, fueron maestros, no profetas, los que ofrecieron liderazgo y dirección a las iglesias primitivas.
Por consiguiente, entre los ancianos estaban los que dedicaban «sus esfuerzos a la predicación y a la enseñanza» (1ª Ti 5: 17), y un obispo debía ser «capaz de enseñar» (1ª Ti 3: 2; Tit 1: 9)-pero nada se dice de ancianos cuyo trabajo fuera profetizar, ni tampoco se dice nunca que un anciano debe ser un «profeta apto» o que los ancianos deben «ser fieles a las sanas profecías». En su función de liderazgo Timoteo cuidar de su conducta y de su «enseñanza» (1ª Ti 4: 16), pero nunca se le dice que cuide sus profecías. Santiago advirtió que aquellos que enseñan, no que profetizan, serían juzgados con más severidad (Stg 3: 1).
En el Nuevo Testamento, la tarea de interpretar y aplicar las Escrituras se llama, entonces, «enseñanza». Aunque unos cuantos han aducido que los profetas en las iglesias del Nuevo Testamento ofrecieron interpretaciones de las Escrituras del Antiguo Testamento «carismáticamente inspiradas», esa alegación no ha sido muy persuasiva, fundamentalmente porque es dificil encontrar en el Nuevo Testamento algún ejemplo convincente en el que la categoría de «profeta» se use para referirse a alguien envuelto en este tipo de actividad.
Así que la distinción es bastante clara: si un mensaje es producto de una reflexión consciente sobre el texto de la Escritura, que contiene una interpretación del texto y una aplicación a la vida, entonces esto es (en términos del Nuevo Testamento) una enseñanza. Pero si un mensaje es la comunicación de algo que Dios nos pone de pronto en la mente, entonces esto es una profecía. Y por supuesto, aun las enseñanzas preparadas pueden ser interrumpidas por material adicional no preparado que el maestro de 1a Biblia siente que Dios pone de pronto en su mente- en ese caso, esto será una «enseñanza» mezclada con un elemento de profecía.
NOTA: No obstante, debemos advertir a las personas que el mero hecho de que una «revelación» parezca sobrenatural (y que incluso pueda contener una información sorprendentemente exacta) no garantiza que un mensaje sea una verdadera profecía de Dios, pues los falsos profetas pueden «profetizar» bajo influencia demoníaca. (Vea el cap. 20, sobre el hecho que los demonios pueden conocer acerca de actividades ocultas o conversaciones privadas en nuestras vidas, aun cuando no pueden conocer el futuro ni leer nuestros pensamientos.) Juan advierte que «han salido por el mundo muchos falsos profetas» (1 Jn 4: 1), Yo frece pruebas de la verdadera doctrina para distinguirlos (vv. 1-6), y dice que «el mundo los escucha» (v. 5).
Otras marcas de los falsos profetas pueden hallarse en 2Juan 7-9 (que niegan la encamación y no se someten a la doctrina de Cristo); Mateo 7:15-20 «Por sus frutos lo conocerán» (v. 16); Mateo 24: 11 (que engañarán a muchos); y Mateo 24:24 (harán grandes señales y milagros para engañar, de ser posible; aun a los elegidos). Por otro lado, 1 Corintios 12:3 parece decimos que no debemos pensar que los cristianos genuinos serán falsos profetas, que hablan por el poder de los demonios (vea la discusión de 1ª Co 12: 3), y Juan 4: 4 le asegura a los cristianos que «el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo».
OBJECIÓN: ESTO HACE LA PROFECÍA «DEMASIADO SUBJETIVA».
En este punto algunos han objetado que esperar por tales «recordatorios» de Dios es un proceso «demasiado subjetivo». Pero en respuesta puede decirse que, para la salud de la iglesia, ¡la gente que a menudo hace esta objeción es la que más necesita este proceso subjetivo en sus propias vidas cristianas! Este don requiere esperar en el Señor, escucharlo, oír sus recordatorios en nuestros corazones.
Lo que más necesitan los cristianos que son del todo evangélicos, sanos doctrinalmente, intelectuales y «objetivos», es probablemente la fuerte influencia estabilizadora de una relación «subjetiva» más vital con el Señor en la vida cotidiana. Y estas personas son también aquellas que tienen menos probabilidades de Ser conducidas a error, porque ya hacen gran énfasis en apoyarse firmemente en la Palabra de Dios.
Aunque existe el peligro contrario de una excesiva confianza en las impresiones subjetivas para orientarse, y es claro que contra eso hay que cuidarse. Las personas que buscan continuamente «mensajes» subjetivos de Dios para que guíen sus vidas deben ser advertidas que la orientación personal subjetiva no es una función primaria de la profecía del Nuevo Testamento. Ellos necesitan hacer mucho más énfasis en la Escritura y en buscar la probada sabiduría de Dios escrita ahí.
Muchos autores carismáticos estarían de acuerdo con esta advertencia, como indican las siguientes citas: Michael Harper (un pastor carismático anglicano):
Las profecías que les dicen a otros lo que deben hacer-deben ser contempladas con gran sospecha.
Donald Gee (Asambleas de Dios):
Muchos De Nuestros Errores En Lo Que Concierne A Los Dones Espirituales Se Originan Cuando Queremos Que Lo Extraordinario Y Excepcional Se Convierta En Frecuente Y Habitual. Que Todos Los Que Desarrollan Un Excesivo Deseo De «Mensajes» A Través De Los Dones Estén Advertidos Del Naufragio De Pasadas Generaciones Así Como De Las Contemporáneas. Las Santas Escrituras Son Una Lámpara A Nuestros Pies Y Una Luz En Nuestro Sendero.
Donald Bridge (pastor carismático británico):
El Iluminado Encuentra Constantemente «Dios Le Dice» Que Haga Cosas. Los Iluminados Son Frecuentemente Muy Sinceros, Muy Dedicados, Y Están Poseídos De Una Dedicación Para Obedecer A Dios Que Avergüenza A Cristianos Más Circunspectos.
No Obstante, Están Pisando Terreno Peligroso. Sus Antecesores Lo Han Hollado Antes, Y Siempre Con Resultados Desastrosos A Largo Plazo. Sensaciones Interiores Y Recordatorios Especiales Son Por Su Propia Naturaleza Subjetivos. La Biblia Provee Nuestra Guía Objetiva.
LAS PROFECÍAS PUEDEN INCLUIR CUALQUIER CONTENIDO EDIFICADOR.
Los ejemplos de profecías del Nuevo Testamento mencionados arriba muestran que la idea de profecía solo como «predicciones del futuro» es ciertamente errónea. Hubo algunas predicciones (Hch 11: 28; 21: 11), pero también hubo pecados que quedaron al descubierto (1ª Co 14: 25). De hecho, pudo incluirse cualquier cosa que edifica, pues Pablo dice: «el que profetiza habla a los demás para edificarlos, animarlos y consolarlos» (1ª Co 14: 3). Otra indicación del valor de la profecía era que ella podía hablar a las necesidades de los corazones de las personas de una manera directa y espontánea.
MUCHAS PERSONAS PUEDEN PROFETIZAR EN LA CONGREGACIÓN.
Otro gran beneficio de la profecía es que ella provee oportunidad de participación a todos en la congregación, no solo a aquellos que son oradores hábiles o que tienen dones para la enseñanza. Pablo dice que él quiere que «todos» los corintios «profetizaran» (1ª Co 14: 5) y añade: «Todos pueden profetizar por tumo, para que todos reciban instrucción y aliento» (1ª Co 14: 31). Esto no significa que en realidad todo creyente será capaz de profetizar, pues Pablo dice: «¿Son todos profetas?» (1ª Co 12: 29).
Pero sí significa que cualquiera que reciba una «revelación» de Dios tiene permiso de profetizar (dentro de las normas de Pablo), y esto sugiere que muchos lo harán. A causa de esto, una mayor apertura al don de profecía podría ayudar a superar la situación en la que muchos que asisten a nuestras iglesias son meros espectadores y no participantes. Quizás contribuimos al problema de un «cristianismo de espectadores » sofocando la obra del espíritu en esta área.
NOTA: Aquí Pablo indica que todo el que recibe una revelación en el sentido que acaba de mencionarse en el v. 29 será capaz de profetizar por tumos. Él no quiere decir que cada cristiano individual en Corinto tiene el don de profecía.
En una iglesia grande, solo unos pocos serán capaces de hablar cuando toda la iglesia está reunida, pues Pablo dice: «En cuanto a los profetas, que hablen dos o tres» (1ª Co 14. 29). Pero muchos más tendrán oportunidades de profetizar en reuniones más pequeñas en las casas.
DEBEMOS «DESEAR SERIAMENTE» PROFETIZAR.
Pablo valoraba tanto este don que le dijo a los corintios: «Empéñense en seguir el amor y ambicionen los dones espirituales, sobre todo el de profecía» (1ª Co 14: 1). Entonces, al final de su discusión de los dones espirituales, repitió: «Así, que hermanos míos, ambicionen el don de profetizar» (1ª Co 14:39). Y dijo: «El que profetiza edifica la iglesia» (1ª Co 14: 4).
Si Pablo estaba ansioso porque el don de profecía funcionara en Corinto, preocupado por la inmadurez, el egoísmo, las divisiones y otros problemas que aquejaban a la iglesia, ¿no debemos entonces buscar enérgicamente este valioso don en nuestras congregaciones hoy? Nosotros evangélicos que profesamos creer y obedecer todo lo que la Escritura dice, ¿no debemos también creer y obedecer esto? ¿Y que una mayor apertura al don de profecía quizá pueda ayudar a corregir este peligroso desequilibrio en la vida de la iglesia, un desequilibrio que se debe a que somos demasiado intelectuales, objetivos y doctrinales?
ALENTAR Y REGULAR LA PROFECÍA EN LA IGLESIA LOCAL.
Por último, si una iglesia comienza a alentar el uso de la profecía donde no se ha utilizado antes, ¿qué debe hacer? ¿Cómo puede alentar este don sin caer en abusos?
Para todos los cristianos, y especialmente para pastores y otros que tienen responsabilidades docentes, sería apropiado y sabio desde el punto de vista pastoral dar varios pasos:
(1) Ore seriamente implorando la sabiduría del Señor sobre cómo y cuándo abordar este tema en la iglesia.
(2) Se impartirán enseñanzas sobre este tema en los estudios bíblicos regulares que la iglesia ya provee.
(3) La iglesia debe ser paciente y proceder despacio-los líderes de la iglesia no deben ser «dominantes» (o «tiranos») (1 P 5:3), y un abordaje paciente evitará ahuyentar a gente temerosa o alienarlas innecesariamente.
(4) La iglesia debe reconocer y alentar el don de profecía de la forma que ya ha venido funcionando en la iglesia -en las reuniones de oración de la iglesia, por ejemplo-, cuando alguien se ha sentido inusualmente «guiado» por el Espíritu Santo a orar por algo, o cuando le ha parecido que el Espíritu Santo le ha traído a la mente un himno o pasaje de la Escritura, o cuando sienta un tono de sentido común o el enfoque específico en un momento de adoración u oración en grupo.
Aun los cristianos de iglesias no receptivas del don de profecía pueden por lo menos ser sensibles a los impulsos del Espíritu Santo relacionados con aquello por lo que se debe orar en las reuniones de oración de la iglesia, y que entonces puede expresar esos impulsos en forma de una oración al Señor (lo que podría llamarse una «oración profética»).
(5) Si se han seguido los primeros cuatro pasos, y si la congregación y su liderazgo lo acepta, se podrían conceder algunas oportunidades a la práctica del don de profecía en los cultos de adoración menos formales de la iglesia, o en los grupos más pequeños de los hogares.
Si esto se permite, aquellos que profeticen deben mantenerse dentro de las directivas de la Escritura (1ª Co 14: 29-36), deben buscar genuinamente la edificación de la iglesia y no su propio prestigio (1ª Co 14: 12,26), Y no debe dominar la reunión o ser demasiado dramático o emocional en sus palabras (y así atraer la atención hacia sí mismos en lugar de hacia el Señor).
Las profecías se deben ciertamente evaluar de acuerdo con las enseñanzas de la Escritura (1ª Co 14: 29-36; 1ª Ts 5: 19-21).
(6) Si el don de profecía comienza a ser utilizado en la iglesia, esta debe poner aun más énfasis sobre valor inmensamente superior de la Escritura como la fuente a la que pueden acudir los cristianos a escuchar la voz del Dios vivo. La profecía es un don valioso, como lo son otros muchos dones, pero está en la Escritura que es Dios y solo Dios quien nos habla con sus propias palabras, aun hoy, y a lo largo de nuestras vidas.
En lugar de esperar que en cada culto de adoración lo notable sea alguna palabra de profecía, es necesario recordarle a los que utilizan el don de profecía que debemos centrar nuestro gozo, nuestras expectativas, y nuestro deleite en el propio Dios mientras él nos habla a través de la Biblia.
Allí tenemos un tesoro de infinito valor: las verdaderas palabras de nuestro Creador que nos habla en un lenguaje que podemos entender. y en lugar de buscar frecuente orientación a través de la profecía, debemos hacer énfasis que es en la Escritura donde podemos encontrar orientación para nuestras vidas.
En la Escritura está nuestra fuente de directivas, nuestro foco cuando buscamos la voluntad de Dios, nuestras normas completamente confiables y suficientes. Es de las palabras de Dios en la Escritura que podemos decir confiados: «Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero» (Sal 119: 105).
ENSEÑANZA
El don de la enseñanza en el Nuevo Testamento es la habilidad de explicar la Escritura y aplicarla a la vida de las personas. Esto se hace evidente en varios pasajes.
En Hechos 15: 35, Pablo y Bernabé y «muchos otros» están en Antioquia enseñando y anunciando la palabra del Señor». En Corinto, Pablo permaneció un año y medio «enseñando entre el pueblo la palabra de Dios» (Hch 18: 11). Y los lectores de la Epístola a los Hebreos, aunque deben haber sido maestros, necesitaban más bien que alguien volviera a enseñarles «las verdades más elementales de la palabra de Dios». (Heb 5: 12).
Pablo les dice a los romanos que las palabras de las Escrituras del Antiguo Testamento se escribieron «para enseñamos» (gr. didaskalia) (Ro 15: 4), y le escribe a Timoteo que «toda Escritura» es «útil para enseñar didaskalia» (2ª Ti 3: 16).
Por supuesto, si la «enseñanza» en la iglesia primitiva estaba basada muy a menudo en las Escrituras del Antiguo Testamento, debe extrañar que también estuviera basada en algo de igual autoridad que las Escrituras, o sea, en un cuerpo de instrucciones apostólicas recibidas. Timoteo debía tomar la enseñanza que había recibido de Pablo y encomendarla a hombres fieles que estuvieran capacitados «para enseñar a otros» (2ª Ti 2: 2).
Y los tesalonicenses debían mantenerse «fieles a las enseñanzas» que Pablo les trasmitió (2ª Ts 2: 15). Lejos de estar basadas en una revelación espontánea que vino durante el culto de adoración de la iglesia (como era la profecía), este tipo de «enseñanza» era la repetición y explicación de una auténtica lección apostólica.
Enseñar lo contrario a las instrucciones de Pablo era enseñar una doctrina diferente o herética (heterodidaskalo) «apartándose de la sana enseñanza de nuestro Señor Jesucristo y de la doctrina que se ciñe a la verdadera religión» (1ª Ti 6:3), De hecho, Pablo dijo que Timoteo debía recordarle a los corintios «cómo enseño por todas partes, y en todas las iglesias» (1ª Co 4: 17).
Asimismo le dice: «Encarga y enseña estas cosas» (1ª Ti 4: 11), y (esto es lo que debes enseñar y recomiendan) (1ª Ti 6: 2), cuando habla de sus instrucciones a la iglesia de Éfeso. Aunque esto no era profecía sino enseñanza que proveyó en sentido primario (provenía de los apóstoles) las primeras normas doctrinales y éticas que regulaban la iglesia. Y como aquellos que aprendieron de los apóstoles también enseñaron, su enseñanza guió y dirigió las iglesias locales."
De manera que enseñar en términos de las epístolas del Nuevo Testamento consistía en repetir y explicar las palabras de la Escritura (o las igualmente autorizadas enseñanzas de Jesús y los apóstoles) y aplicarlas a los que escuchaban. En las epístolas del Nuevo Testamento, «enseñar» es algo muy parecido a lo que describe hoy nuestra frase «enseñanza bíblica».

MILAGROS

Justo después de los apóstoles, los profetas y maestros, «luego los milagros» dice Pablo (1ª Co 12: 28). Aunque muchos de los milagros que se ven en el Nuevo Testamento fueron específicamente milagros de sanidad, Pablo menciona aquí la sanidad como un don separado. Por lo tanto, en este contexto debía haber tenido en mente algo diferente a la sanidad.
Debemos recordar que la palabra castellana «milagros» puede que no nos acerque mucho a lo que Pablo quería decir, pues el vocablo griego es simplemente la forma plural de la palabra dynamis, «poder».2' Esto significa que el término puede referirse a cualquier actividad en la que el gran poder de Dios es evidente.
Ello puede incluir respuestas a la oración para liberarse de un peligro fisico (como la liberación de los apóstoles de la cárcel en Hch 5: 19-20 o 12: 6-11), o poderosas acciones de juicio sobre los enemigos del evangelio o aquellos que requieren ser disciplinados dentro de la iglesia (vea Hch 5: 1-11; 13: 9-12), o liberaciones milagrosas de una lesión (como con Pablo y la víbora en Hch 28: 3-6). Pero esas acciones del poder espiritual pueden incluir también poder para triunfar sobre la oposición de un demonio (como en Hch 16: 18; Lc 10: 17).
Como Pablo no define «obras milagrosas» de una forma más específica que esta, podemos decir que el don de milagros debe incluir el accionar de un poder divino que libera de un peligro, una intervención para atender necesidades especiales en el mundo fisico (como en el caso de Elías en 1ª Reyes 17: 1-16), un juicio sobre aquellos que de manera irracional y violenta se oponen al mensaje del evangelio, el triunfo sobre las fuerzas demoníacas que libran una guerra contra la iglesia, y cualquier otra forma en la que el poder de Dios se manifiesta de una manera evidente para hacer avanzar los propósitos divinos en una situación determinada.
Todas estas serían obras «poderosas» en las que se ayuda a la iglesia y se pone de manifiesto la gloria de Dios. (Vea también la discusión sobre los milagros en el capítulo17.)
NOTA: Vea también la discusión arriba en la sección A.6, p. 1116, sobre las diferencias entre profecía y enseñanza.

La NVI traduce «hacer milagros» en 1ª Co 12: 10.